“No recuerdo un Roland Garros tan frío y lluvioso”, me cuentan al unísono Luismi Pascual (EFE) y Aida Palau (Radio Francia Internacional).
Y tengo que escucharlos y estar de acuerdo: llevan más de veinte años cubriendo el torneo.
La lluvia ha vuelto a paralizarlo todo (excepto los partidos de Phillipe Chatrier y Suzanne Lenglen, bendecidos por el techo retráctil), y durante el descanso tomamos una cerveza en la cafetería de los periodistas.
La lluvia ha colocado a los Dimitrov-Bergs en el cuarto turno de la Chatrier y el búlgaro necesita cuatro sets para derribar a Bergs, y ahí se enredan las horas.
Son las ocho y media de la tarde del sábado y, en realidad, a esa hora manda el fútbol. Dentro de treinta minutos se juega en Wembley. Me pregunto qué estará pensando Novak Djokovic: le queda mucho tiempo hasta el inicio de su duelo contra Lorenzo Musetti.
(…)
Sergio Heredia
La noche avanza y los espectadores desfilan, muchos con niños pequeños, se van a casa porque se hace tarde y Musetti, juguetón e hiperactivo, escuela italiana a lo Fognini, planta cara al gran Djokovic y el desenlace parece largo.
Cuando Madrid se levanta la orejona En Wembley, a las once de la noche, Djokovic apenas está 3-2 arriba en el primer set, eso promete, y ya no llueve en París sino que son horas de pizza, cerveza o descanso.
Musetti no se rinde, tuerce al serbio justo cuando la lluvia tuerce el calendario, y toma las siguientes dos rondas y arrincona a Djokovic (37), lo que nunca se esperaba, todos estaban alucinantes.
Todavía veo niños por aquí, deberías estar en la cama. En fin, a esta hora y con esta adrenalina, ¿quién se va a dormir ahora?
Novak DjokovicTenista
En la pista, ante el líder mundial, el hombre que aspira más que nadie al Big 25, el jefe es Musetti.
-Estuvo muy cerca de ganarme. Al inicio del cuarto set, Musetti era el mejor en la cancha. “Me hizo sufrir”, resopla Djokovic al amanecer.
Tuvo que cavar el jokersacó otro conejo de la chistera, y lo encontró en el quinto juego del cuarto set, al encadenar un revés ganador y forzar el desplome del italiano, que lanzó dos drives largos y cometió una doble falta.
Al fin y al cabo, Djokovic pesa mucho.
Pesa demasiado.
Djokovic rompe el saque de Musetti y se le abre una autopista.
De ahí al final, el serbio sólo cederá un juego: lo resuelve con un 4-1 parcial en el cuarto set y un rosco en el último.
La noticia es importante, casi trascendental en el tenis contemporáneo porque, si cayeramos ante Musetti (si cayeramos antes de la final, de verdad), asistiríamos a un cambio de guardia. Djokovic entregaría el número 1 del mundo a Jannik Sinner: un italiano (Musetti) habría llevado a otro italiano (Sinner) a la cima de la ATP.
(Y sería un hecho único: ningún italiano ha liderado jamás el tenis).
(Y la prensa italiana, que abunda estos días en París, cruza los dedos, habrá que esperar un poco más).
-Aún veo niños por aquí, deberías estar en la cama. En fin, a esta hora y con esta adrenalina, ¿quién se va a dormir ahora? “Si os vais de fiesta, yo me apunto”, grita finalmente Djokovic, a las 3:07 horas, tras ganar en cinco sets (7-5, 6-7 (6), 2-6, 6-3 y 6-0), hundió a Musetti en los dos últimos sets, nunca un partido de tenis había terminado tan tarde en Roland Garros.
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