Al menos 18 personas han muerto en las inundaciones repentinas que arrasaron la provincia de Sistán-Baluchistán, en el sureste de Irán, destruyendo varias aldeas y cortando el suministro de electricidad y agua a unas 300 personas más.
Según los activistas baluchis, al menos una persona sigue desaparecida. En la región no sólo se han producido desbordamientos de ríos, sino también deslizamientos de tierra que han bloqueado carreteras y vías de comunicación críticas. Fuentes gubernamentales han indicado daños a las instalaciones de agua en 289 aldeas y seis ciudades.
Los usuarios de las redes sociales informan de la ausencia de operaciones de rescate del gobierno en varias zonas afectadas, y la ayuda llega lentamente a algunos lugares, si es que llega a llegar. Un periodista destacó la grave escasez de agua y alimentos en la zona y señaló que se trata de la segunda gran inundación que desplaza a los residentes en los últimos meses.
La protesta pública ha aumentado cuando Hossein Amir-Abdollahian, Ministro de Asuntos Exteriores, ha ofrecido ayuda a los Emiratos Árabes Unidos, ricos en petróleo, en medio de inundaciones similares en el país árabe, mientras que el apoyo a su propia nación no ha llegado.
La situación se agrava por la fuga de cocodrilos de hocico corto de los estanques, lo que plantea riesgos adicionales para la población local.
El repetido abandono de la infraestructura, como la falta de dragado de ríos o de mantenimiento de sistemas de agua urbanos adecuados, ha dejado a la provincia vulnerable a lluvias e inundaciones estacionales, causando importantes pérdidas humanas y financieras anuales.
La crisis climática se extiende más allá de las fronteras de Irán, y los vecinos Pakistán y Afganistán también informan de graves víctimas por las inundaciones relacionadas, con un total de al menos 168 muertes.
