Durante las últimas tres décadas, la política sudafricana ha sido definida por el Congreso Nacional Africano. Después de tomar el poder bajo Nelson Mandela En las primeras elecciones multirraciales de 1994, el movimiento dio forma a la nueva identidad de la nación, desmantelando las leyes discriminatorias, extendiendo los servicios básicos a través de líneas de color y abriendo la economía principal a la mayoría negra.
Hoy, un partido que se ha acostumbrado a aplastar victorias electorales descubre que su hegemonía se está desgastando. A los sudafricanos que durante mucho tiempo pasaron por alto las deficiencias del liderazgo del ANC debido a sus logros al derrocar el régimen del apartheid se les acabó la paciencia. El país enfrenta una pobreza rampante y un desempleo masivo, apagones continuos de energía, el colapso de la infraestructura vial, ferroviaria y portuaria y un crimen y corrupción endémicos. Las encuestas de opinión sugieren que los votantes podrían castigar al ANC en las elecciones del 29 de mayo negándole una mayoría parlamentaria por primera vez, empujando al país a una nueva era de política de coalición. Si eso sucede, el partido tendrá que adoptar una cultura de concesiones confusas y compromisos difíciles sobre políticas y nombramientos, con repercusiones para los ciudadanos, las empresas y los inversores por igual.