El dolor por la pérdida de Diego Hernández Herrero, la víctima fatal tras la explosión del 29 de agosto en la calle Juan de Valladolid, era palpable este lunes en todo el barrio de Parquesol. Su barrio. A donde llegó hace casi cinco años luego de vivir con su madre en su otro barrio, el Cuatro de Marzo. En Parquesol, Diego Hernández, de 57 años, continuó con su profesión habitual: instalador de parquet. Un trabajo que heredó de sus padres, que se trasladaron a Valladolid desde Saldaña (Palencia) en busca de una oportunidad hace más de cinco décadas.
Diego, que tiene otros tres hermanos (dos hombres y una mujer), creció entre las calles Cuatro de Marzo y La Farola, donde todavía tenía grandes amigos. Soltero y sin hijos, Hernández Herrero alquiló el fatídico 3ºI, epicentro de la explosión y que dejó más del 50% de su cuerpo quemado. Aunque mostró mejoría, tal y como indicó el Ayuntamiento hace unas semanas, su estado empeoró en los últimos días. Hasta este domingo falleció en el río Hortega.
Y se instaló en Parquesol, aunque siguió manteniendo grandes amistades con sus amigos de toda la vida. De esos que se pueden contar con los dedos de la mano. «Era una persona que ayudaba a todos. Se involucró con todos. Era una muy buena persona y siempre estaba ahí cuando lo necesitabas. “Era muy buena persona”, lamenta su amigo Pachi Martín, que lo vio por última vez unos días antes de la explosión.
Porque Diego dedicó su vida a trabajar. Se levantó temprano, como lo hizo el 29 de agosto, y continuó por la tarde. “Siempre con su sobrina presente, ella era su ojo derecho”, recuerda su amigo.
“Muy sociable”
Su “gran vacío” también se nota ya en el bar La Castellana, en Hernando de Acuña. Allí paró después de la jornada laboral. Desde el 29 de agosto, luego de prestar atención a su estado durante casi tres semanas, hoteleros y clientes lamentaron la noticia. «Era muy hablador, pero nunca mencionaba el trabajo. Se estaba volviendo muy conocido entre nosotros; “Era muy sociable”, recuerdan desde el establecimiento hotelero.
En La Castellana habló de su afición por las series, comentó el último cachivache informático que se había comprado en Amazon para ir a su casa de Juan de Valladolid a disfrutar de todo lo que hablaba. «Lo recordamos mucho. Nos deja un gran vacío», concluyen durante otra jornada de trabajo. Pero esta vez sin Diego.