El otro ‘tesoro perdido’ por el calentamiento global

En un mundo que se calienta cada vez más, hay un problema añadido en el que nadie, o casi nadie, había pensado: a medida que el hielo se vuelve más blando, muchos de los meteoritos que hay sobre él en las regiones polares, especialmente en la Antártida, se hunden irremediablemente, desapareciendo de vista y privando así a los científicos de una de las mejores fuentes de información directa que existen sobre la historia del Sistema Solar.

Investigaciones recientes han estimado que cada año caen a la Tierra alrededor de 17.000 meteoritos que pesan más de 50 gramos, es decir, lo suficientemente grandes como para ser encontrados y analizados. El resto, la gran mayoría, se disuelven al entrar en la atmósfera y caen en forma de polvo, es decir, son invisibles para cualquier buscador. En total, entre piedras y polvo, la aportación ‘extraterrestre’ a la masa terrestre se estima en unas 40.000 toneladas anuales.

La mayoría de esos 17.000 meteoritos que cada año se resisten a la entrada y caída en forma de rocas (con pesos que van desde unos pocos gramos hasta varios kg), acaban en el mar, que cubre el 70% de la superficie del planeta, y se ha calculado que la mayoría de ellos lo hacen en una franja entre los 45 grados norte y sur del ecuador.

Pero resulta que casi todos los meteoritos en posesión de los investigadores fueron descubiertos muy lejos, en la Antártida. Y no porque haya más en el continente helado, sino porque los colores oscuros de estas rocas extraterrestres destacan sobre el hielo blanco y son visibles incluso a grandes distancias. En total, numerosas expediciones a lo largo de varias décadas han recuperado ya cerca de 48.000 meteoritos antárticos.

El fin de la abundancia

Pero es posible que eso no dure mucho más. Ahora, de hecho, un análisis detallado realizado en ‘Nature Climate Change’ por un equipo de investigadores de Bélgica y Reino Unido sugiere que el aumento global de las temperaturas está ‘ablandando’ las grandes masas de hielo de la Antártida, lo que significa que la Los meteoritos se están hundiendo en ellos, fuera de nuestro alcance. Durante las próximas décadas, concluye el estudio, podríamos perder hasta 5.000 meteoritos al año de esta forma: un auténtico tesoro de información de incalculable valor tanto del Sistema Solar como del espacio interestelar.

Lo cierto es que los meteoritos son un recurso incomparable para estudiar y comprender mejor nuestro pequeño rincón de la Vía Láctea. De hecho, se componen principalmente de fragmentos de asteroides formados en los primeros tiempos del Sistema Solar (hace unos 4.500 millones de años), o de trozos de otros planetas (como Marte, Venus o Mercurio) o incluso de nuestra propia Luna, que Fueron desprendidos de sus mundos de origen debido a violentos impactos y luego fueron lanzados en nuestra dirección. Algunos incluso contienen materiales tan antiguos que son anteriores a la formación del propio Sistema Solar.

Por ello, estos trozos de roca negra sobre hielo blanco han convertido la Antártida en el ‘coto de caza’ ideal para los cazadores de meteoritos. Allí, donde las rocas terrestres no abundan, es muy probable que cualquier piedra que veamos sobre el hielo proceda del espacio. El ambiente desértico, frío y seco de la Antártida también ayuda a que los meteoritos preserven mejor sus condiciones originales, incluso si cayeron hace mucho tiempo.

Las rocas espaciales encontradas en la Antártida, finalmente, no son sólo pequeñas bases de datos con información sobre otros mundos o el Sistema Solar primitivo, sino que también ayudan a los científicos a determinar la velocidad a la que llegaron a la Tierra, un dato de suma importancia a la hora de establecer mecanismos de defensa planetaria.

Un ‘tesoro’ a punto de perderse

De media, las distintas expediciones científicas recuperan unos 1.000 meteoritos al año de la Antártida. Los glaciólogos Veronica Tollenaar, de la Universidad Libre de Bruselas, y Harry Zekollari, de la ETH Zürich, que han liderado este estudio, ya habían calculado en un trabajo anterior que el continente helado podría estar ‘salpicado’ de entre 300.000 y 850.000 meteoritos diferentes. muchos de ellos cayeron hace más de un millón de años. Ahora, sin embargo, las estimaciones indican que buena parte de este ‘tesoro espacial’ está a punto de perderse, porque las rocas no permanecerán mucho más tiempo en los lugares donde cayeron.

Por estudios anteriores ya se sabe que la población de meteoritos antárticos es muy sensible a la temperatura. Los propios Tollenaar y Zekollari, de hecho, ya habían demostrado que casi no se han encontrado meteoritos en zonas donde las temperaturas superficiales superan los 9 grados bajo cero, aunque lo hagan por períodos cortos. Y los modelos también muestran que los meteoritos pueden hundirse en el hielo a temperaturas superiores a -10 grados.

Utilizando estos datos, los investigadores alimentaron un algoritmo de aprendizaje automático para cuantificar cuántos meteoritos se perderán, hundiéndose en el hielo, a medida que aumenten las temperaturas. Y descubrieron que incluso si se consideran las tasas de calentamiento más conservadoras, inevitablemente perderemos miles de meteoritos por año.

Esquema del mecanismo de concentración de meteoritos, con suministro de meteoritos a través del flujo de hielo (flechas negras) y caída directa y pérdida de meteoritos por derretimiento desde la superficie (flechas rojas)

Veronica Tollenaar, Harry Zekollari et al/Naturaleza cambio climático

Si el calentamiento alcanza, como se prevé, hasta 2,7 grados por encima de los niveles preindustriales, entre el 28 y el 30 por ciento de los meteoritos antárticos podrían perderse para 2050. En algunas regiones, esta cantidad podría llegar hasta el 50 por ciento; y, en los escenarios de emisiones más altas, con un calentamiento de hasta 5,2 grados por encima de los niveles preindustriales, hasta el 76 por ciento de los meteoritos antárticos se habrán hundido para siempre bajo el hielo para el año 2100.

«La constante pérdida de meteoritos antárticos – escriben los investigadores – es consecuencia del cambio climático. Por eso es necesaria una recogida rápida y decidida de todos los meteoritos posibles para preservar la información sobre nuestro Sistema Solar que cada muestra adicional contiene: por ejemplo, información sobre el surgimiento de la vida en la Tierra a través del suministro de agua y materia orgánica, y cómo se formó la Luna. Un esfuerzo concertado sería similar en espíritu a lo que se hace actualmente en la investigación de núcleos de hielo, donde las muestras de hielo recolectadas de glaciares desaparecidos pero únicos, como los pocos glaciares tropicales que quedan, se almacenan en archivos a largo plazo. “Sin embargo, en última instancia, la única forma de preservar los meteoritos antárticos restantes no recuperados es reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero”.

 
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