‘Be Mine’, de Richard Ford: Frank Bascombe se despide con un portentoso monumento a la felicidad

‘Be Mine’, de Richard Ford: Frank Bascombe se despide con un portentoso monumento a la felicidad
‘Be Mine’, de Richard Ford: Frank Bascombe se despide con un portentoso monumento a la felicidad

Ha vuelto Frank Bascombe, el periodista deportivo, el agente inmobiliario, el escritor prometedor que nunca fue más allá de lo prometedor. Ha vuelto y está solo: su exmujer, Ann, ha muerto. Su segundo matrimonio, la pareja ilusoriamente perfecta y cómoda que formó con Sally Caldwell, es historia, y todas las llamadas que Frank hace en busca de algo que pueda parecerse al amor, o a la vida en algún tipo de compañía, permanecen. sin respuesta. ¿A quién llama? A la chica que regenta un salón de masajes por la que pasa de vez en cuando, desesperado por algún tipo de contacto humano. Y a Catherine Flaherty, una vieja amiga con la que coqueteó en su época de periodista deportiva -ella también lo era-, que no tiene ganas de compartirse con nadie, ni siquiera con la que sale.

Tan luminosamente perdido como siempre, Bascombe tiene la tarea, en esta quinta y quizás última entrega de la serie, de pasar un último día memorable con su hijo Paul, el Paul que casi pierde un ojo en el volumen ganador del Pulitzer. el segundo, Día de la Independencia, ese hijo tan siempre obtuso y diferente, tan incomprensible para su padre y para el mundo; en, por qué no, piensa, el Monte Rushmore, ese lugar donde los rostros de cuatro presidentes fueron esculpidos en la montaña. Paul sufre de ELA y el viaje a la helada Dakota es una pequeña odisea. Una odisea por primera vez centrada casi por completo en el presente. Olvidémonos de la máquina del tiempo de Bascombe, capaz de viajar, desde un atasco, a cualquier momento de su vida y rehabitarlo, recordarlo.

Un atasco, sí. Porque, y esto es importante, Richard Ford, aquí tan maravilloso como siempre: su capacidad para hacer latir la vida, en cada momento, en el papel, es tan abrumadora que ni siquiera parece posible; y no solo la vida, sino lo que hacemos con ella, encajándola en nuestra propia narrativa: elija siempre días especiales, días festivos importantes, para traer de vuelta a Frank Bascombe. Ha dicho que es una especie de herramienta. Algo que te obligue a prestar atención al presente. Y ese presente es también, y sobre todo, el presente de su país, que en esos días señalados se detiene –como se detiene su propia historia en movimiento, y la de cualquiera, en un día excepcional– para poder fotografiarla, políticamente. , social, emocionalmente.

El día elegido aquí es el día de San Valentín, y Estados Unidos aparece completamente desbordado, cada vez menos confiado y, al mismo tiempo, expectante. Lo peor no ha sucedido. Lo peor podría estar pasando. A la decadencia del capitalismo desorientado que nuestro amigo observa a través de la ventana de la autocaravana hay que añadir un nuevo miedo: Bascombe teme los lugares públicos porque no puede evitar imaginar tiradores apostados en las esquinas. Y esto es importante, pero más lo es aún el hecho de que de lo que se trata Bascombe, del encaje de un ser humano falible que no hace más que fracasar, caer y levantarse, en una sociedad a la que le es indiferente. Care, que avanza como un triturador de fantasmas, alcanza un nuevo (y altísimo) pico en este último volumen.

¿Podría esto se mio, ser una especie de doloroso positivo de lo majestuoso Día de la Independencia, un libro en el que, recordemos, Bascombe emprende un viaje idéntico con su hijo, entonces adolescente, inicialmente no condenado al fracaso pero que resulta desastroso. El desastre aquí es una muerte inminente (la de Paul) y una vejez (la de Frank) que lo vuelve inútil para propósitos prácticos (sostener a ese mismo hijo de 47 años cuando le fallan los músculos) pero extremadamente sabio para todo lo demás. Porque el milagro, nos dice Ford, una y otra vez, es la mera existencia: el momento, y la felicidad que ese momento promete siempre y cuando logres olvidar que nada de lo que te sucede, en realidad, depende de ti. Algún día, cuando Ford se haya ido, lo extrañaremos. Mucho.

Richard Ford
Traducción de Damià Alou
Anagrama, 2024
400 páginas. 21,90€

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