Retrato de la vida campesina en el siglo XIX a través de los ojos de un premio Nobel.

Retrato de la vida campesina en el siglo XIX a través de los ojos de un premio Nobel.
Retrato de la vida campesina en el siglo XIX a través de los ojos de un premio Nobel.

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la vida de jagna (ChłopiPolonia-Serbia-Lituania/ 2023). Dirección y guión: DK Welchman y Hugh Welchman, basada en la novela de Władysław Reymont. Fotografía: Radosław Ładczuk, Kamil Polak, Szymon Kuriata. Edición: DK Welchman, Patrycja Piróg, Miki Węcel. Música: Łukasz “LUC” Rostkowski. Elenco: Kamila Urzędowska, Robert Gulaczyk, Mirosław Baka, Sonia Mietielica. Distribuidor: Cinetopía. Duración: 115 minutos. Calificación: Apto para mayores de 16 años. Nuestra opinion: muy bien.

Con la notable coincidencia de que su estreno en Argentina es en el año del centenario del Premio Nobel otorgado al autor del libro original en el que se basa esta película, el laureado escritor polaco Wladyslaw Reymont tiene en la comunión entre cine y literatura la adaptación que a mediados de los años 70 había hecho el gran Andrzej Wajda La tierra prometida, que, por otra parte, ya había sido llevada al cine en 1927, dos años después de la muerte de uno de los autores más populares en Polonia en aquel momento. Fuera del mundo fabril retratado en aquella, esta obra que repasa la vida campesina en el siglo XIX y que también tuvo sus adaptaciones anteriores, suma ahora a este libro una de las aproximaciones más referenciales del cine.

Esto es lo que sucede debido al trascendente vuelo estilístico que realizan los realizadores de Amando a Vicente, que traen a ese mundo campesino donde el joven Jagna representa el clásico drama romántico de alguien que debe luchar contra el destino impuesto por encima de su propia voluntad. Ideal neorromántico que sirvió también para expresar la desigualdad social y el poder (y ese es uno de los vértices de la literatura de Reymont), que la mirada contemporánea destaca en la opresión patriarcal que se retrata en la fiel traducción de la estructura de esta novela hecha en una película. De esta manera, las cuatro estaciones del año sirven para la dramática progresión que pone de relieve, además de los condicionamientos sociales, el ciclo de vida del campo incrustado en la realidad de sus habitantes.

Interesados ​​en rescatar las características del movimiento Młoda Polska (“Joven Polonia”), los directores filmaron a los actores con su vestuario, decorados interiores y pantalla verde para lo que serían los exteriores y cuando todo estuvo listo comenzaron la estoica tarea de pintar el pintura al óleo cuadro a cuadro: a un ritmo de seis cuadros por segundo, se traduce en una obra final de mil tomas que se convirtieron en otros tantos lienzos pintados de forma tradicional. Estos óleos rescatan, e incluso imitan, la obra de pintores como Józef Chełmoński, con su realismo (en particular el óleo bebe lato, expuesta en el Museo Nacional de Varsovia, cuyo vestuario es recreado por la actriz Kamila Urzedowska, que interpreta a Jagna); y los colores del “joven” Ferdynand Ruszczyc para mostrar esos escenarios naturales atravesados ​​por el peso de la historia.

DK Welchman y Hugh Welchman logran otro trabajo de notable artesanía visual, aunque no alcanzan la intensidad emocional que tenían sus anteriores trabajos sobre Vincent van Gogh comparados con la potencia narrativa de un Wajda con la obra de Reymont, o la sensibilidad plástica de un Lech Majewski (una de sus mejores películas se estrenó en Argentina, El molino y la cruz.). No desmerece la exitosa propuesta, cuyo complejo trabajo se deja ver en los títulos finales, donde se visualiza lo aquí explicado y que resulta igualmente deslumbrante.

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