La muerte del estafador y falso productor Pat Andrew cumple un año, envuelta en un velo de misterio

La muerte del estafador y falso productor Pat Andrew cumple un año, envuelta en un velo de misterio
La muerte del estafador y falso productor Pat Andrew cumple un año, envuelta en un velo de misterio

Se dice que el cine tiene magia. Pero el producido por Pat Andrew en Málaga sólo era capaz de un hechizo: volatilizarse. Primero, ofreció grandes palabras. Citó a Amazon, Hollywood, Warner o su supuesto amigo Steven Spielberg. Prometió éxitos de taquilla, fama y ganancias millonarias. Sin embargo, nunca se colocó la cámara. Una veintena de profesionales contaron a este periódico durante el último año y medio cómo perdieron esperanza, tiempo y dinero a causa de una estafa siempre idéntica en formato y resultado. Tanto es así que las luces, apagadas en los platós, acabaron encendiéndose en las canchas.

Entonces, Andrew desapareció por última vez. Su entorno informó de su muerte y cremación, hace justo un año, el 28 de abril de 2023. Hay documentos y testimonios para creerlo. Y, al mismo tiempo, una historia de engaños, cambios de nombre (Pat Austin, Augustus…), condenas y fugas previas en Francia, Irlanda o Estados Unidos, invita al escepticismo.

Lo cierto es que la policía española no pudo confirmar el fallecimiento, por lo que el juez lo puso en busca y captura el pasado 29 de septiembre, por un presunto delito de estafa continuada. A finales de febrero, este diario pudo confirmar con una fuente oficial que la orden seguía vigente, sin que se conocieran avances. Mientras tanto, la justicia suiza recopila información y preguntas sobre otro frente del caso. Y la inspección de trabajo de Málaga también sigue adelante, tras otra demanda, de varias víctimas, por impago. De ahí que la historia aún espere su cierre: puede que sea el último truco del ilusionista estadounidense. O que la resolución definitiva del enigma ya se encuentra bajo tierra. Junto con todos sus secretos.

Uno de los casos que Andrés tiene pendiente está en manos del Juzgado de Instrucción número 10 de Málaga. En el auto judicial, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se explica que se alojó entre enero y febrero de 2022 en el hotel NH de la ciudad, en la calle San Jacinto. Se registró como director ejecutivo de una productora y solicitó una habitación tipo suite para él y otras dos habituales para un guionista y un fotógrafo. Todos los usaron durante varios días, “pero luego se fue y no pagó nada”, explica la jueza presidenta del tribunal, Estela Gómez, quien tras la denuncia del hotel intentó tomarle declaración como investigador. Nunca fue localizado. En agosto del mismo año fue buscado y capturado y en marzo de 2023 fue detenido por la Policía Nacional, según confirmaron fuentes policiales. Hizo uso de su derecho a no declarar.

Al finalizar la instrucción del caso, el fiscal solicitó dos años de prisión por estafa continuada, además de una indemnización al hotel por la cantidad que dejó impagada: 7.515 euros. La carta nunca pudo ser notificada a Andrew porque la Fiscalía tampoco pudo encontrarla. Cuando intentaron notificarle la apertura del juicio oral, sucedió lo mismo. El juez sí informó a la abogada María Natividad de Leiva, para que se lo trasladara a su cliente, pero luego la abogada informó que había fallecido, aunque sin un certificado que lo acreditara.

Gómez envió entonces un escrito a la Policía Nacional para informarles de la situación del imputado y los investigadores aseguraron que no tenían pruebas de su muerte y que tampoco podían encontrarlo. “Las búsquedas funcionan muy bien y la mayoría de la gente está localizada, pero quién sabe dónde está. Incluso si estuviera en el extranjero lo encontrarían. Hoy no sabemos dónde podría estar”, subraya el juez. Fuentes policiales indican que Andrew tiene abierta una orden de registro y comparecencia, pero que no ha podido ser localizado.

Imagen promocional de ‘Marked – The Unforgiven’, una de las supuestas series que iba a producir Pat Andrew.

Sin embargo, fuentes cercanas al productor enviaron a este diario un certificado de defunción. Además de la fecha y el nombre, coinciden la profesión y el país de nacimiento. Contactado por teléfono, el servicio de registro del condado de West Sussex, en Inglaterra, confirmó haber emitido el documento. Y un trabajador de la clínica St Catherine, al sur de Londres y donde murió el productor según el diario, respondió: “Debido a las leyes y prácticas de privacidad en el Reino Unido, sólo puedo confirmar información que ya es de dominio público, es decir, el que se obtiene del certificado”. EL PAÍS contactó tres veces con la Policía Nacional en los últimos meses para preguntar qué medidas tomaron para encontrar a Andrew, por qué decidió no confirmar su muerte y si tenía prueba del certificado. Nunca recibió respuesta.

“Está muerto, se acabó. Yo estuve allí”, señala Trudi Rothwell al teléfono. El colaborador más cercano de Andrew sólo da algunas declaraciones antes de colgar. “Trabajé como su secretaria durante 20 años, cuidé a sus hijos. No tengo nada que ver con nada de lo que él hizo, mi vida está destruida”, añade. Ella se niega a comentar sobre todas las acusaciones contra el presunto productor. Y contra ella misma, ya que muchas víctimas la implican como pilar clave de la supuesta estafa. La describen como una “amante, testaferro o compañera”. Y recuerdan que también utilizó múltiples identidades: Anne Grey, Susan Handler o Lucy Carver.

Demasiado caos, incluso para su protagonista. Un día, Rothwell firmó por error un correo electrónico con este nombre a dos trabajadores de Wanda-Halcyon, la empresa que entonces dirigía Andrew. Ellos, sin embargo, la conocían como Annie Grey. Les bastó acudir a Google para que el castillo de las mentiras se cayera: encontraron todos los esqueletos que el productor guardaba en el armario. Cuando se informó a George Van Mellaert, toda la vida del escritor suizo se vino abajo. ¿Cuántas veces se había preguntado por qué todo el dinero que había ganado Andrew nunca se tradujo en la prometida adaptación audiovisual de su saga de novelas? Corrupción en la justicia. Después de varias entregas, por un total de 497.600 euros perdidos, finalmente obtuvo respuesta. Lo peor.

Imagen promocional del ‘casting’ de la supuesta adaptación en serie de ‘La Corrupción de la Justicia’ en el que participó el escritor George Van Mellaert (derecha) en Málaga en julio de 2020.

“No lo creo en absoluto. “Él lo inventa todo”, dijo Van Mellaert a EL PAÍS hace meses sobre la supuesta muerte de Andrew. Y describió el momento en que se enteró del engaño: “Hablando de un choque Sería un eufemismo. Mi mundo se derrumbó. Sentí náuseas. Las traiciones, la manipulación, el abuso que viví lo hicieron cien veces peor que si de repente me hubieran quitado esa figura”. Una vez descubierta la estafa, denunció al productor y a Rothwell ante la sala penal del tribunal cantonal de Valais, en su país.

Después de algunas idas y venidas judiciales, el autor sostiene que el caso continúa: el fiscal tiene previsto comenzar a interrogar a testigos y personas informadas en Suiza y España, incluido Rothwell, en mayo. A finales de febrero sostuvo con cierta sorpresa que nadie se había puesto en contacto con ella: “La policía nunca me habló ni me buscó. Todos tienen mi celular. “Viví en España durante ocho años”.

Van Mellaert y su abogado insisten también en la importancia de investigar la cuenta que Andrew mantenía en Málaga en el banco BBVA. Y detrás del dinero está también la demanda por impago que varios afectados, como el profesional sanitario Juan Martín Romo o el experto en comunicación José Carmelo Morillas, interpusieron contra Andrés y otra de sus empresas, Global Operations Television.

Porque el americano repitió el modus operandipero probé muchos perfiles: actrices, músicos, fotógrafos, hoteles, directores de fundición o los dueños de televisores terminaron enredados en su red. Y dándote tiempo, trabajo gratis y hasta transferencias bancarias. Muchos, a día de hoy, todavía no saben qué parte de la historia fue real. Si hubiera alguno. Hace una semana, un inspector de trabajo de Málaga citó a las víctimas demandantes para recabar información, en el primer movimiento oficial del caso en meses.

Entonces la lista se hace más larga. Un default y una fuga en París, hace décadas, cuando Andrew decía ser diplomático. Una escritora a la que convenció de que publicaría su primera novela, en 2006, en Dublín, y luego se echó atrás cuando ella ya la había escrito. Nunca sirvió una condena para pagar más de seis millones de dólares, en 2014 en Nueva York, por enriquecimiento ilícito, incumplimiento de contratos, extorsión y fraudes varios contra tres demandantes. Y, ahora, los frentes español y suizo.

Aunque quedan muchas más preguntas en el aire: Andrew afirmó haber crecido en Long Island, hijo de una irlandesa y un italiano; juró que había trabajado para el espionaje y servido en la Guerra del Golfo y en la ex Yugoslavia; Se trataba, en una historia que variaba según el interlocutor, de un banquero de inversiones, de un exsoldado, de un editor o de un productor. Quizás fue todo eso. O mejor dicho, nada. Quizás nunca lo sepa. A menos que al guión le espere una última sorpresa.

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