A principios de año comenzó a circular en las redes sociales la noticia de que el emblemático rincón retro sería derribado, lo que alimentó la nostalgia y removió los recuerdos.
Un texano llamado Bill Wright, que llegó al país centroamericano para probar suerte, fundó Pecos Bill (figura mítica representativa del cowboy americano), al estilo de los años cincuenta.
Según la literatura, en 1953 Wright se lo vendió a Rodolfo Maza, y fue este personaje, junto a su familia, quienes impulsaron la magia del famoso restaurante, con su letrero luminoso, su piso blanco y negro, el rojo de los asientos y el atmósfera. del tiempo.
Fue el primer establecimiento que introdujo el concepto de autoservicio en la nación centroamericana, y convirtió la placentera experiencia de tomar un batido y disfrutar de una hamburguesa en un momento imperdible, fácil de lograr y lleno de sabor.
El sitio se convirtió en un excelente escenario para la presentación de artistas nacionales y extranjeros en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, además de ser un punto de encuentro luego del desfile cívico por la Independencia cada 15 de septiembre y otras fechas señaladas.
Hay quienes coinciden en resaltar el impecable servicio y su variado menú, desde opciones de desayuno hasta la selección de entradas, ensaladas, sopas, hot dogs, postres y el famoso “Torito”.
En un emotivo comunicado de despedida, los propietarios agradecieron a los clientes por haber sido parte de la historia de su negocio y los instaron a seguir visitando sus demás locales.
A su vez, los clientes resaltaron la importancia de dirigir un proyecto como este durante más de siete décadas, especialmente en un país donde los empresarios enfrentan extorsiones, crisis económicas, guerras y hasta efectos de terremotos.
Pecos Bill –dicen– cierra un capítulo y aunque el mundo y la ciudad cambian, siempre quedan símbolos y huellas, como las de aquellos ex camareros del mencionado restaurante, que servían los sabrosos platos montados en patines.
(Tomado de Orbe)
