La obra de Warhol inaugura la nueva sede del museo Albertina a orillas del Danubio

La obra de Warhol inaugura la nueva sede del museo Albertina a orillas del Danubio
La obra de Warhol inaugura la nueva sede del museo Albertina a orillas del Danubio

Klosterneuburg es un lugar único. En esta pequeña ciudad al norte de Viena se encuentran el antiguo sanatorio del Dr. Hoffmann, donde fue a morir Franz Kafka, y el Museo Gugging, uno de los favoritos de David Bowie, que floreció en el pabellón de un hospital psiquiátrico y exhibe a los mejores representantes del Art Brut. Aquí está el Vertedero Austria, el monasterio que el emperador Carlos VI de Habsburgo construyó en el siglo XVIII imitando el modelo madrileño pero que al final quedó a medio hacer, con apenas una fachada monumental que deslumbra conforme te acercas a la ciudad, y aquí se alzan algunos de los mejores afuera. Playas fluviales para nadar en el Danubio. Desde Viena puedes llegar fácilmente en bicicleta (o transporte público) en poco más de media hora siguiendo el curso del río. Y ahora también está la Albertina.

El objetivo de la inauguración es facilitar el acceso a su colección de arte contemporáneo posterior a 1945, que supera las 65.000 piezas. “El Albertina Klosterneuburg es una visión hecha realidad. La ubicación descentralizada en las afueras de una gran ciudad representa un estímulo clave para la región”, afirma el director de la Albertina, Klaus Albrecht Schröder, que deja la empresa este año después de 25 años al frente de la empresa. En 2020 inauguró la Albertina Modern para centrarse en el arte contemporáneo en un espacio privilegiado, la Künstlerhaus, tras una reforma de casi 60 millones de euros, y ahora se hace cargo del edificio que entre 1999 y 2016 albergó el vibrante Museo Essl.

La singularidad de Klosterneuburg es el principal desafío para la Albertina como museo de arte de prestigio internacional. Su última secuela no está situada en el corazón de Viena, a las puertas de la Ópera como el museo original, ni en plena Ringstrasse, junto al Musikverein –sede del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena– como la Albertina Moderna, una Centro satélite a diez minutos caminando de la casa madre. Para visitarlo hay que desplazarse.

Una de las exposiciones que inauguran la nueva sede de la Albertina.Cedido por Albertina

El Museo Essl abrió sus puertas en 1999 para exponer una de las mejores colecciones de arte contemporáneo del mundo, reunida por el magnate Karlheinz Essl, y cerró en 2016, ahogado por problemas económicos. Desde entonces ha servido como depósito de la Albertina, que recibió la colección de la Essl como donación. Durante un tiempo, en el horizonte de Klosterneuburg, la abadía trompe-l’oeil del Kaiser y el museo-almacén derribado de Heinz Tesar parecieron dialogar. El arquitecto diseñó un edificio luminoso, de líneas geométricas, blancas y minimalistas, que recuerda a un barco varado en las orillas del Danubio.

Schröder y Constanze Malissa han comisariado tres exposiciones con un total de 150 obras y 3.000 metros cuadrados de superficie expositiva. En el primer piso, el visitante es recibido por Andy Warhol y Roy Lichtenstein, protagonistas de la exposición. Arte pop. El lado bueno de la vida, un adagio al estilo Monty Python para exhibir una corriente artística que nos revela entre neones y colores resplandecientes que todo – comics, periódicos, celebridades, personas – es susceptible de convertirse en un fetiche, un producto, un puro objeto de consumo. Pronto aparecen los lienzos de Mel Ramos y Alex Katz y Jannis Varelas y Kiki Kogelnik. También el corredor trajeado de Robert Klemmer, obra con la que se anunció al mundo la inauguración de la Albertina Moderna.

Un visitante observa una de las nuevas exposiciones de la Albertina.Cedido por Albertina

En la planta superior se muestra De Hundertwasser a Kiefer: del símbolo de la libertad a las sombras del pasado. Si el arte pop se ocupa de interpretar el capitalismo, Georg Baselitz, Jörg Immendorff, Markus Lüpertz y Anselm Kiefer se centraron en el siniestro pasado alemán de los años sesenta. Estos artistas, dice la curadora Constanze Malissa, “usaron la representación no como propaganda, sino como una crítica de su propia historia: la guerra, la división de Alemania y la atomización de la sociedad”. Los acompaña Maria Lassnig, la artista que desarrolló el concepto de “conciencia corporal” en obras desde los años 40, donde la percepción del propio cuerpo proporciona el punto de partida para explorar el mundo.

La histórica Albertina, la institución que alberga más de un millón de obras de arte, la mayoría sobre lienzo o papel, apuesta por la escultura en Klosterneuburg. En la tercera exposición, El mundo herido, Se exponen las obras de Fritz Wotruba, Marc Quinn y Franz West. Es un gabinete de los horrores que retrata desde la epidemia de sida hasta los crímenes del ejército estadounidense en la prisión iraquí de Abu Ghraib, los cadáveres carbonizados de Auschwitz o el drama de los refugiados. Es la mirada del arte a la guerra, la enfermedad, la miseria y la muerte. Aunque también hay hueco para artistas jóvenes como Stefanie Holler capaces de evocar la nostalgia de una vieja máquina de escribir con un carboncillo.

Este año la Albertina Klosterneuburg estará abierta de jueves a domingo hasta el 2 de noviembre. Klaus Albrecht Schröder se despide de la Albertina y ha querido hacerlo a lo grande, con dos nuevas sedes y el foco en el arte contemporáneo (en los salones vieneses se refieren al museo con cierto sarcasmo como la “Albrechtina”). Corresponderá al nuevo jefe a partir de 2025, Ralph Gleis, hasta ahora responsable de la Alte Nationalgalerie de Berlín, decidir qué sucederá en el futuro.

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