Autoconfianza y vandalismo lleno de ‘frivolité’

Autoconfianza y vandalismo lleno de ‘frivolité’
Autoconfianza y vandalismo lleno de ‘frivolité’

El niño Jean-Paul Gaultier soñaba con crear espectáculos salvajes, cabarets emplumados del Folies Bergère como los que se muestran en la televisión en blanco y negro. Retirado de las pasarelas pero transformado en uno de los iconos vivos más famosos de la alta costura, el diseñador puede permitirse el lujo de hacer realidad su sueño de infancia, un auténtico ‘variedad chic’ con mucho desparpajo, 18 intérpretes y despliegue multimedia. Él mismo codirige la producción de fusión de danza, circo, música, gags más o menos elaborados y, su mejor reclamo, 300 piezas de disfraz para llenar el Teatro Coliseo con un desfile abrumador.

‘Fashion Freak Show’ engancha al principio por su curiosa mezcla entre moda y teatro, pero también por tejer una trama sobre la infancia y los inicios de su carrera del modisto. De transformando tu osito de peluche en una figura transgénero ‘avant la lettre’ a los problemas en la escuela, con su musa Rossy de Palma interpretando en el vídeo a la profesora que reprime las ganas de dibujar. las imitaciones de Anna Wintour y Karl Lagerfeld, personajes del mundo que acogen con desprecio las primeras y arriesgadas colecciones de la ‘el niño terrible’ Gaultier. El romance con Francisco Menuge y su muerte por SIDA aportan el toque sentimental y dan la excusa para una distribución de condones que nunca son demasiado.

Tras una media parte innecesaria, el espectáculo reprende su ritmo frenético, pero la dramaturgia queda en el camino. Sin voluntad de explicar una historia, se suceden escenas con temas diversos y dispersos como cirugía plástica o el homenaje a prendas cliché de la casa como el vestido corsé. Vemos lo poco dispuesto Catherine Deneuve dicta el credo del diseñador desde la pantalla mientras el histrionismo de las coreografías que deja descafeinado repitiendo los mismos recursos. El potencial de talentos individuales como el del cantante Demi Mondaine se queda atrapado en temas al nivel de ‘La vie en rose’ de Piaf. Y así, mientras los excesos ingenuos dejan huella, los autorreferencialidad convoca por insistencia al temido fantasma del aburrimiento.

Los seguidores de Gaultier no estarán de acuerdo, porque, a pesar de sus desequilibrios, esta revista moderna sirve en bandeja todo el estilo creativo del diseñador, con sus luces bien presentes (la apertura de la moda a la sexualidad, el humor, vandalismo, a la representación de la diversidad étnica y de organismos no normativos), pero también proyecta algunas sombras de un universo inclinado hacia el nihilismo y lleno de ‘frivolité’.

 
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