En la vasta oscuridad más allá de Neptuno, donde la luz solar apenas llega, la emisión térmica podría haber delatado al esquivo Planeta Nueve. Comparando mapas celestes infrarrojos de 1983 y 2006, los científicos han encontrado un candidato prometedor: una fuente que se movió como se esperaría de un planeta gigante y lejano. La confirmación está pendiente, pero la esperanza de haber encontrado el noveno planeta aumenta.
La búsqueda del hipotético Planeta Nueve, un mundo masivo que se cree orbita en los confines helados de nuestro sistema solar, ha recibido un fuerte impulso gracias a un nuevo estudio que ha escudriñado datos infrarrojos recopilados con décadas de diferencia. El estudio, publicado en arXiv, ha sido aceptado por la revista Publications of the Astronomical Society of Australia.
Este planeta, cuya existencia fue postulada teóricamente para explicar las extrañas órbitas agrupadas de ciertos objetos lejanos en el Cinturón de Kuiper, ha eludido hasta ahora la detección directa, probablemente debido a la tenue luz solar que reflejaría a distancias tan enormes. Sin embargo, un equipo de astrónomos liderado por Terry Long Phan, de la Universidad Nacional Tsing Hua en Taiwán, ha adoptado una estrategia diferente, aprovechando la propia emisión térmica del planeta en el infrarrojo lejano, una señal que decae más lentamente con la distancia que la luz reflejada.
La clave de este nuevo enfoque reside en la comparación de dos mapas completos del cielo en infrarrojo: uno realizado por el satélite IRAS de la NASA en 1983 y otro por el satélite japonés AKARI entre 2006 y 2007. El intervalo de 23 años entre ambas observaciones es fundamental, ya que permite detectar el sutil pero perceptible movimiento orbital que se esperaría de un objeto tan distante, estimado en unos pocos minutos de arco por año. Los investigadores no buscaron simplemente cualquier fuente infrarroja, sino específicamente aquellas que aparecieran en los datos de IRAS pero no en la misma posición exacta en los datos de AKARI 23 años después, y viceversa.
Cuidadosa selección
Para afinar la búsqueda, el equipo utilizó una lista especial de fuentes del satélite AKARI (conocida como AKARI-MUSL), diseñada para incluir objetos detectados repetidamente en escalas de tiempo cortas (horas), pero que no se confirmaban en observaciones realizadas meses después. Esta característica es ideal para cazar objetos como el Planeta Nueve, cuyo movimiento aparente debido a su propia órbita y al paralaje (el cambio de perspectiva causado por el movimiento de la Tierra) haría que no se encontrara en el mismo lugar pasados seis meses. Esta lista, además, permite detectar fuentes más débiles que el catálogo estándar de AKARI.
El proceso de selección fue meticuloso. Primero, estimaron el brillo y el movimiento esperados para un Planeta Nueve con una masa entre 7 y 17 veces la de la Tierra y situado a una distancia de entre 500 y 700 unidades astronómicas (UA) del Sol (una UA es la distancia Tierra-Sol). Luego, aplicaron una serie de filtros a los millones de fuentes detectadas por IRAS y AKARI, descartando aquellas con mediciones de brillo poco fiables, las demasiado débiles, las ya identificadas previamente, las situadas cerca del plano galáctico (donde el polvo estelar puede confundir las observaciones) y aquellas cuyo brillo o “color” infrarrojo (indicativo de su temperatura) no encajaba con las predicciones para un planeta helado y distante.
-Tras este cribado, buscaron pares de detecciones (una de IRAS, una de AKARI) cuya separación angular en el cielo coincidiera con el movimiento orbital esperado para un objeto en el rango de distancia de 500-700 UA durante 23 años, que calcularon entre 42 y 69,6 minutos de arco. También se aseguraron de que el brillo y el color infrarrojo fueran consistentes entre la detección de IRAS y la de AKARI para cada par candidato. De este proceso emergieron 13 pares candidatos.
Sorprendentemente, solo un candidato superó todas estas pruebas. Este prometedor par consiste en la fuente IRAS F02211-4844 y la fuente AKARI AKARI-MUSL J0220440-491247, separadas en el cielo por 47,46 minutos de arco, un desplazamiento perfectamente compatible con el movimiento orbital esperado para un objeto masivo a cientos de UA durante 23 años.
Un análisis adicional de los datos de AKARI mostró que la fuente fue detectada varias veces en escaneos realizados el 26 de diciembre de 2006, pero no en escaneos de la misma región seis meses antes, el 26 de junio de 2006. Este patrón de “confirmación horaria” pero “no confirmación mensual” es precisamente lo que se espera de un objeto real y lento en los confines del sistema solar, diferenciándolo de artefactos o de asteroides más rápidos y cercanos.
Indicio más sólido
Aunque este hallazgo es el indicio más sólido hasta la fecha surgido de la comparación de estos dos sondeos infrarrojos, los propios investigadores recalcan que dos detecciones, separadas por 23 años, no son suficientes para confirmar la existencia del planeta ni para determinar su órbita completa. Se necesitan urgentemente observaciones de seguimiento.
El equipo sugiere utilizar instrumentos potentes como la Dark Energy Camera (DECam) para intentar localizar de nuevo al candidato, confirmar su movimiento kepleriano y medir sus propiedades con mayor precisión. Si futuras observaciones validan este candidato, estaríamos ante el descubrimiento de un nuevo planeta en nuestro sistema solar, un hallazgo que podría revolucionar nuestra comprensión de la formación y la dinámica de nuestro vecindario cósmico.
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