El alma de una ciudad se mide por su capacidad para nutrirse de cultura. La cultura define a un pueblo, a su gente, su carácter y determina su destino. Por fortuna, Badajoz ha sabido, desde hace décadas, articular una agenda cultural que alcanza todas las variables, que no deja de crecer y de sumar las ideas, el arte y la creatividad de particulares, instituciones y entidades privadas, convirtiendo cada detalle en un acontecimiento cultural que alcanza a todos y supera ideologías, individualidades y cualquier tipo de tormenta artística para generar una comunidad que progresa, esencialmente, por su empeño en hacer de la vida, cultura y que la cultura forme parte de nuestras vidas. Podríamos centrarnos en las diferentes expresiones que fomentan la cultura o en aquellos edificios donde la cultura no solo es tangible, sino que, además, se huele y se siente. Badajoz ha desplegado un formidable universo cultural al que nadie es ajeno, del que todos se alimentan. Ahora llegan los libros. He escrito bien: los libros, porque sin ellos, no hay autores ni libreros, ni lecturas ni lectores.
Sin los libros, no hay asideros a los que sujetarse para navegar por la sabiduría y el conocimiento y por más planetas que el Principito pudiera soñar, más ciudades invisibles que Calvino quisiera descifrar, más historias que Tusitala necesitara contar y más personajes que Skakespeare, Cervantes o Pérez Galdós intentaran imaginar, sin los libros no habría fundamentos sobre los que construir una imaginación sin límites. Llega la Feria del Libro de Badajoz, hoy un auténtico acontecimiento en un océano de benditas realidades culturales, años atrás un oasis en el desierto que jamás renunció a alcanzar la inmortalidad. Como los libros y sus alrededores que logra reunir en cada edición, que llega ya a la 44. Aunque antes de 1975 se celebraran tímidos certámenes, del 17 al 25 de junio de ese año el Instituto Nacional del Libro Español patrocinó la I Feria Extremeña del Libro, en el Paseo de San Francisco y con Julio Cienfuegos como pregonero. La coincidencia con la Feria de San Juan arruinó las expectativas y, tal vez, esa fuera la razón para que en 1976 se suspendiera, después de montarla y desmontarla en un día y que no volviera hasta 1979 (con solo dos libreros pacenses).
La actual Feria del Libro de Badajoz es heredera de la que nació el 18 de abril de 1981 con el nombre de I Feria del Libro de Extremadura, que organizó en San Francisco la Consejería de Cultura, con 25 casetas ocupadas, entre otras, por librerías, editoriales e instituciones como Doncel, Ibérica, Universitas (tanto librería como editorial), Alianza, Paule, Artifes, La Encina, Esquina Viva, Aguilar, Plaza y Janés, Gustavo Gili y las instituciones culturales públicas Pedro de Valencia y El Brocense. Fue aquel año el del homenaje -algo turbulento- a Luis Álvarez Lencero (al que acudieron, entre otros, Delgado Valhondo), las presentaciones que hicieron Feliciano Correa y Tomás Martín Tamayo (de obras de Gregorio González Perlado), Santiago Castelo (de una novela de Felipe Trigo), los Premios de la Prensa en sus modalidades de poesía y narraciones y Ángel Sánchez Pascual de Salustiano Masó, ganador del III Premio de Poesía Ciudad de Badajoz. En 1984, la lluvia y el viento casi se lleva por delante las 22 casetas, donde triunfaron los libros de Enrique Santos o Justo Vila. En 1985, fueron 31 casetas y los extremeños más buscados Ángel Campos o Manuel Pecellín, convirtiéndose el pregón en un recital poético de Rafael Alberti. En 1986, que seguía la Feria en San Francisco, solo 12 librerías y la Editora Regional y Universitas Editorial ocupaban las 29 casetas donde se vendió mucho el “Extremadura queso a queso” de Juan Pedro Plaza. A partir de 1989, la Feria se instaló en la Avenida de Huelva usando el salón de actos del Instituto Zurbarán para las conferencias. Allí estaría hasta 1995.
En el 90, con un presupuesto de más o menos tres millones de pesetas, Luis Carandell, el periodista parlamentario, fue la estrella, junto con Manuel Hidalgo y Javier Maqua, 30 casetas y 11 libreros. El pregón, en 1991, corrió a cargo de Carmen Martín Gaite y nos deleitaron Guelbenzu, Mediero, Landero y Almudena Grandes, presentando Ricardo Senabre la obra poética de Rufino Félix Morillón. Una Feria que asumiría, desde entonces, la Concejalía de Cultura, que para 1993 presentó a Manuel Pacheco como pregonero y a donde acudieron el cantautor Paco Ibáñez y el que, posteriormente fuera Nobel de Literatura, José Saramago. José Antonio Ramírez Lozano (1994) y Justo Vila (1995) se encargaron de pregonar una feria que, en 1996, se suspendió por el desacuerdo entre libreros y el Ayuntamiento al desestimar éste la avenida de Huelva para su celebración. En 1997 (con Pilar Urbano como pregonera) regresó a San Francisco, pero con una estancia corta, ya que desde 1998 a 2000 se celebraría en el Parque de Castelar, con Manuel Pecellín, Eduardo Naranjo y Alfonso Ussía como pregoneros, respectivamente. Desde 2001, coincidiendo con su vigésima edición, hasta 2012, la Feria del Libro se celebró en la Plaza de San Atón, inaugurando ese periodo como pregonero, Santiago Castelo. Ya en 2013 volvió a San Francisco (de pregonero el escritor Jesús Carrasco) hasta 2025, es decir, 22 años, exactamente la mitad de sus ediciones, uniendo los libros con el Paseo de San Francisco.
Parece, por su historia, su centralidad, su espacio y su accesibilidad, el lugar idóneo para invitar a la lectura y los libros a badajocenses y visitantes, aunque los plataneros y la fauna de bichejos del lugar, no ayuden a los alérgicos. Pero un libro, siempre merece una oportunidad.