Este detalle de ‘El club de la lucha’ se distribuye a lo largo de su metraje y refuerza uno de los discursos más potentes de la película de David Fincher

Este detalle de ‘El club de la lucha’ se distribuye a lo largo de su metraje y refuerza uno de los discursos más potentes de la película de David Fincher
Este detalle de ‘El club de la lucha’ se distribuye a lo largo de su metraje y refuerza uno de los discursos más potentes de la película de David Fincher

El diablo está en los detalles, y Fincher demostró una vez más ser un maestro usándolos en esta joya de culto.

Pasan los años y mucha gente sigue confundiendo a Nelson Mandela con Morgan Freeman, y entendiendo ‘El club de la lucha’ de la peor manera posible. El casi culto que se ha formado en torno a Tyler Durden por parte de ciertos sectores de la población ha distorsionado el mensaje de la película hasta el punto de preocupar a su director David Fincher, quien ha afirmado no saber “cómo ayudarlos” y que ve “imposible que la gente no entienda que Tyler es una influencia negativa”.

El diablo en los detalles

Para casos como estos, los cineastas más obsesionados con el detalle –como es el caso del bueno de David– y sus equipos técnicos y creativos se esfuerzan por colar guiños con mayor o menor nivel de sutileza a tus obras para reforzar con ellas tus discursos y lecturas. Por supuesto, el caso de la adaptación de la novela de Chuck Phalaniuk no iba a ser una excepción, y este detalle lo demuestra.

A lo largo de sus dos horas y 20 minutos, esta joya del cine de finales de los 90 contiene bastantes huevos de pascua, pero sólo uno se repite constantemente en un buen número de planos y escenas: la apariencia repetitiva de los vasos de Starbucks. ¿Es colocación de productos? ¿Son parte de la realidad distorsionada por la mente del Narrador? Nada más lejos de la realidad, porque tienen una intención muy clara.

Entre los muchos temas que aborda la película podemos encontrar una fuerte crítica al consumismo canalizada a través de menciones a marcas de lujo o descripciones de personajes como la del protagonista, que compra muebles para intentar dar sentido a su existencia. Los vasos de la empresa de café esparcidos por los decorados. Son parte de esta apología anticonsumista del largometraje.

En una entrevista con Empire, el propio Fincher confirmó que su uso, obviamente, fue deliberado y, de paso, destacó que no tiene nada personal contra la empresa.

“Nos lo pasamos genial con eso. Hay vasos de Starbucks por todas partes, en cada toma. No tengo nada personal contra Starbucks, creo que están intentando hacer algo bueno. Simplemente tienen demasiado éxito”.

Monos espaciales bebiendo cafés a cinco euros. El Real Proyecto caos.

En Espinof:

 
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