Las historias de cumpleaños distorsionadas –.

Las historias de cumpleaños distorsionadas –.
Las historias de cumpleaños distorsionadas –.

Mientras escribo estas líneas el editor de esta columna prepara su fiesta de cumpleaños. No podré ir ya que mi hija viene de Santiago, pero por lo que vemos será un evento con una banda de DJ en vivo y la mejor comida de la zona. ¡Bien!

Me gusta celebrar mi cumpleaños. Me encanta que todos coman bien, luzcan saludables y disfruten el momento. Me siento bien soplando las velas y viendo como el manga bebe, baila, ríe y se olvida de los malditos problemas en los que nos tiene metido esta sociedad capitalista, donde sin dinero vales un montón. De todos modos.

Mientras escribo estas líneas el editor de esta columna prepara su fiesta de cumpleaños. No podré ir ya que mi hija viene de Santiago, pero por lo que vemos será un evento con una banda de DJ en vivo y la mejor comida de la zona. ¡Bien!

La chilena y la porteña, especialmente, es amarga en su esencia. “No me gusta celebrar mi cumpleaños. Prefiero pasar esa cita sola y encerrarme en la habitación. “No estoy aquí para gastar dinero”, son parte de los argumentos para evitar el enfrentamiento con el tiempo, ese maldito tiempo que nos define como seres y que es el único dios válido y actual.

He celebrado mi cumpleaños de varias maneras. Mi gran sueño es alquilar un bus que salga de Plaza Victoria con 45 locos en él, camino al restaurante Pollo Cumbión en Santiago. Degustaremos alcohol y drogas, a modo de pequeño aperitivo. Luego almorzaremos esas grandes ollas con las delicias de ese lugar y regresaremos al bus. El regreso a Valpo será acuático, escuchando a Charly, Calamaro, Sumo y Los Jaivas, mientras sigo repartiendo petacas y sustancias alucinógenas y estimulantes. Cabe señalar que es sólo un sueño. Un sueño y nada más.

Cuando recuerdo mis cumpleaños tengo ciertos apagones mentales. Recuerdo uno en mi casa, emblemático, con el bolerista Demian Rodríguez cantando en la mesa a todo pulmón “el cabrón de la Subida Ecuador”. Un amigo filósofo, junto con su pareja, bebieron casi 10 botellas de vino espumoso que me había regalado mi novia de entonces. Rodaron hacia la Avenida Alemania, luego de darse un potente jugo.

El periodista René Cevasco celebró un cumpleaños loco en casa de sus padres en Reñaca, hace más de veinte años. Bandas de rock tocaron en vivo, con amplificación. Empecé a jugar con cuchillos con mi hermano Leo Palacios, quien terminó cortándome el dedo y sangrando durante toda la fiesta. El chocolate salió como agua del grifo. Llevaba una camiseta del FPMR que me había mandado a pintar. Menos mal que en aquella época no existían los móviles con cámara.

Recuerdo el cumpleaños de Javi Luco en Peñalolen, donde salimos como un sueño.

Los de Soda, en Concón, donde fácilmente podrías salir con un tatuaje en la cara.

Los de Manuel Lema en Peñuelas, donde nuestros hijos aprendieron la importancia del vino en las fiestas chilenas y hicimos unas excursiones de cambray terribles. Y vaya, los niños disfrutaron de las locuras que hicimos. Fueron años maravillosos, todos en una camioneta escolar, camino a ese lago, ese lago que está seco, como el recuerdo de muchos.

Celebrar siempre es bueno. Y celebrar que se ha pasado un año más de vida, es de valientes.

Feliz cumpleaños a mi editor y que tu fiesta sea un éxito.

Empezaré a planificar mi fiesta de cumpleaños ahora. Las cosas están empeorando. Cumpliré 55 años, una cifra respetable, y tendremos que tirar algo por la ventana.

Pero con mesura, moderación, mesura y mucha compostura.

¡Donde la viste!

Absenta, otoño de 2024

 
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