el inicio de un esprial descendente con “Headless Cross” – Futuro Chile – .

El lanzamiento de “Headless Cross” de Black Sabbath debería haber sido motivo de celebración, coincidiendo con su 20 aniversario.

Pero el guitarrista Tony Iommi era todo lo que quedaba del cuarteto original cuando llegó el decimocuarto álbum de estudio de Sabbath el 24 de abril de 1989, hace 35 años. Su carrera ahora estaba entrando en un lento declive en medio de numerosas decisiones personales y comerciales fallidas.

Considerando todo eso, la única forma apropiada de “celebración” podría haber sido un funeral. Por otro lado, si hay una banda capaz de hacer que un camino funcione a su favor esa es Black Sabbath.

A pesar de la ridícula cantidad de cambios de músicos, Iommi había mostrado un gran impulso como compositor en el disco anterior de la banda, “The Eternal Idol”. Mientras tanto, el relativamente desconocido, pero muy talentoso Tony Martin, regresaba para su segundo álbum como vocalista principal. Y el legendario Cozy Powell (Jeff Beck Group, Rainbow, Whitesnake, etc.) también estuvo presente para aportar su percusión.

Cuando todo estuvo dicho y hecho, “Headless Cross” cumpliría la reciente promesa de “The Eternal Idol” al ofrecer posiblemente el conjunto de canciones más impresionante y consistente que se encuentre en cualquier LP de Sabbath que no esté dirigido por Ozzy Osbourne o Ronnie James. Dio.

“Headless Cross” tenía himnos malévolos y fatalistas en pantalla ancha como la canción principal, “Kill in the Spirit World”. Y el sorprendente “When Death Calls”, con un solo de guitarra de Brian May de Queen). Incluso el metal moderno comparativamente estilizado. Y gigantes como “Devil & Daughter”, “Call of the Wild” y “Black Moon”.

Todo se benefició de excelentes matices de teclado, cortesía del veterano acompañante de Sabbath, Geoff Nicholls. Y líneas de bajo inventivas del as de la sesión formado en jazz, Laurence Cottle. Aunque más tarde fue reemplazado por el alumno de Whitesnake, Neil Murray, para realizar giras. Para colmo, hubo un raro desvío hacia las guitarras acústicas por parte del eje de Sabbath, Iommi. Los mezcló con sus poderosos acordes ciclópeos patentados para el exquisito cierre del álbum, “Nightwing”.

“Headless Cross” le valió a Black Sabbath algunas de sus mejores críticas en años. Desafortunadamente, los pobres esfuerzos de marketing y los problemas generalizados de distribución obstaculizaron seriamente las perspectivas del álbum en los Estados Unidos y otros territorios clave. Como resultado, un proyecto que en circunstancias más favorables podría haber constituido una especie de regreso se convirtió en un secreto bien guardado.

El regreso de Black Sabbath a la total respetabilidad tendría que esperar.

 
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