Es fundamental que en Colombia se avance en el estudio de las geociencias – .

Es fundamental que en Colombia se avance en el estudio de las geociencias – .
Es fundamental que en Colombia se avance en el estudio de las geociencias – .

¿Por qué fluctúa el clima colombiano y qué lecciones podemos extraer de los cambios climáticos ocurridos en el pasado para adaptarnos y mitigar sus impactos? ¿Hasta qué punto somos en Colombia vulnerables a fuerzas naturales como terremotos, volcanes, deslizamientos de tierra, avalanchas, huracanes, sequías y otros eventos extremos que se han repetido a lo largo de la historia? ¿Qué obstáculos nos impiden desarrollar la capacidad de vivir en entornos que cambian naturalmente y tomar decisiones coherentes e informadas? ¿Cómo cuantificamos nuestras reservas minerales y energéticas, teniendo en cuenta todas las alternativas, para diseñar, desde el conocimiento, nuestra estrategia de transición energética? ¿Cómo es posible que siendo un país tan rico en culturas, biodiversidad y recursos naturales, todavía no tengamos estrategias sostenibles para nuestro bienestar social, ambiental y económico?

Según los criterios de

Muchas respuestas a preguntas como las anteriores estarían en el estudio y apropiación social de las ciencias de la Tierra., pero la mayoría de la sociedad colombiana desconoce el valor de la formación profesional y la investigación en este campo. Una encuesta publicada en EL TIEMPO y otros medios indicó que una fracción considerable de algunos profesionales capacitados en geología o geociencias que respondieron enfrentan dificultades para insertarse exitosamente en el mercado laboral. El desconocimiento de estas profesiones es tal que incluso el Presidente de la República Salió en falso hace unos días al referirse a algunas de las actividades que forman parte del trabajo de los científicos de la Tierra, señalando que “no son producto del trabajo humano” y que, para ellos, “prácticamente ni siquiera el cerebro es necesario.”

Todo lo contrario. La perspectiva de las geociencias es central en el discurso y la definición de contextos de referencia para medir cambios y procesos naturales, y para informar la toma de decisiones responsables sobre el futuro. Las personas formadas en geociencias integran herramientas de la física, la biología, la química, las matemáticas y la geología para estudiar el planeta. Buscan desentrañar los misterios del pasado profundo e identificar y utilizar las lecciones que ese pasado nos ofrece para comprender cómo nuestro planeta y las diferentes especies podrían reaccionar ante los desafíos del presente y el futuro. Reconocer el papel del conocimiento geocientífico en el bienestar social, ambiental y económico nacional y global nos permitirá evitar repetir errores del pasado que han resultado en desastres ambientales, sociales y económicos marcados y persistentes en nuestra “tierra olvidada”.

Extracción de petróleo. (Imagen de referencia).

Foto:Jaime Moreno/EL TIEMPO Archivo

¿En qué trabajan y por qué son imprescindibles las personas formadas en ciencias de la Tierra? Vale la pena explorar una ilustración elaborada por la Sociedad Geológica de Londres que muestra la amplia diversidad de ocupaciones a las que se dedican las geociencias y cómo contribuyen a avances centrales para la humanidad como el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Desde su formación, las sociedades humanas se han preguntado sobre los materiales y la energía necesarios para lograr mejoras e innovación en tecnología, arquitectura, arte, infraestructura, acceso al agua potable, alimentación y salud. Por lo tanto, los mismos desafíos socioambientales que emergen con el tiempo configuran la relevancia y pertinencia actualizada de una profesión poco comprendida en nuestro país, con bases prácticamente ausentes en nuestros currículos escolares.

Explorar y conocer los recursos naturales es fundamental para gestionarlos responsablemente. Tecnologías como la eólica, solar, la electrificación e incluso el uso masivo de inteligencia artificial y la implementación de decisiones enfocadas en big data, implican consumo de agua y minería a gran escala, estrategias de gestión de residuos, desafíos y cambios ecológicos. en los patrones de consumo que debemos abordar seriamente. Esto es imperativo en un mundo ávido de minerales críticos y estratégicos para la transición energética en el contexto de una historia nacional extractivista impulsada por decisiones políticas, económicas y sectoriales, más que por esfuerzos científicos.

Las ciencias de la Tierra no se limitan al campo profesional minero-energético del que depende incluso nuestro uso diario de los dispositivos electrónicos y la red global de comunicaciones. Desde evaluar amenazas como terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra y eventos climáticos extremos, hasta cuantificar parámetros que describen el cambio ambiental global son objeto de estudio en las geociencias. Por ejemplo, analizar y medir los cambios en la superficie de la Tierra mediante el uso de tecnologías de detección remota nos permite medir procesos como las tasas de erosión y comprender los límites planetarios.

Los humanos dependemos de la salud del planeta. Los geocientíficos miden la concentración de metales tóxicos y elementos radiactivos para analizar su circulación y tiempos de residencia en los suelos, la hidrosfera, la atmósfera y la biosfera a escalas largas y profundas con implicaciones intergeneracionales. Es importante consolidar el conocimiento sobre el suelo desde una perspectiva geocientífica y no solo agrológica, teniendo en cuenta que es un recurso vital para la producción de alimentos y antibióticos, para la descarbonización y la sostenibilidad de los ecosistemas terrestres. El relieve, las rocas y minerales en los que se desarrolla un suelo a lo largo del tiempo, así como el clima y los organismos que lo habitan, son factores determinantes en la configuración de las propiedades y funciones de las que emergen diferentes servicios ecosistémicos o aportes naturales del suelo. . .

Tecnologías como la eólica, solar, la electrificación e incluso el uso masivo de inteligencia artificial y la implementación de decisiones enfocadas en big data, implican consumo de agua y minería a gran escala, estrategias de gestión de residuos, desafíos y cambios ecológicos. en los patrones de consumo que debemos abordar seriamente.

Foto:CEET

Las geociencias ofrecen visiones que tienen en cuenta ciclos de largo plazo que trascienden las escalas humanas y que ocurren no sólo en la superficie de la Tierra sino también en el interior más profundo del planeta. Bajo supuestos éticos, esta perspectiva nos permite interactuar con otras formas de saber y con otros profesionales para codiseñar procesos y servicios que optimicen los emprendimientos de economía circular, las soluciones basadas en la naturaleza y la gobernanza de riesgos y recursos.

En el último informe de riesgo global, Colombia sigue apareciendo con los índices más altos de sufrimiento por desastres. Somos un país de alta actividad sísmica, incluyendo algo tan único como el nido de Bucaramanga, con más de 22 volcanes activos y abundante terreno inestable debido a una geología en permanente interacción con una dinámica climática compleja. Por eso necesitamos planes de gestión de riesgos organizados e informados.

Sin ellos, estaremos condenados a repetir catástrofes como las de Armero en 1985, Páez en 1994 o Mocoa en 2017. A la fecha, el volcán Cerro Machín (Tolima) se encuentra en alerta amarilla, con influencia desde Armenia hasta Girardot, comprometiendo potencialmente uno de las mayores inversiones en infraestructuras nacionales, como el túnel de La Línea y viaductos.

Para esta región aún no existe un plan claro de gestión de riesgos que se base en conocimientos técnicos en diálogo y codiseño con la percepción de la comunidad y los diferentes actores involucrados.

En Colombia necesitamos gestionar y proteger el patrimonio geológico y paleontológico para investigar su pasado, promover responsablemente el turismo y cuidar el legado natural y educativo en beneficio de las generaciones futuras. Conocer en profundidad la interconexión entre el entorno geológico y la riqueza biológica del país debe ser uno de los pilares de atención en la investigación, diseño de políticas públicas y proyectos de innovación, tanto en empresas como en ONG. La geodiversidad de Colombia proporciona una amplia gama de hábitats y condiciones ambientales que sustentan la vida en todas sus formas, promoviendo no sólo el desarrollo de un mosaico de ecosistemas únicos, sino que también influye en los procesos evolutivos y los patrones de distribución de las especies, contribuyendo así a la megadiversidad biológica del país que, además de tener un valor intrínseco innegable, sostiene el bienestar de las personas.

Lejos de ser una disciplina exclusivamente al servicio de la extracción de petróleo, gas y minerales, las geociencias representan un recurso invaluable en la sociedad para comprender y abordar los múltiples desafíos que enfrenta Colombia en su camino hacia la sostenibilidad y el bienestar colectivo. Es imperativo promover una mayor integración de estas disciplinas en la educación y la toma de decisiones informadas y responsables, por supuesto en diálogo con la participación de las comunidades locales y las otras múltiples formas de conocer el medio ambiente y las codependencias entre especies.

Si realmente queremos optimizar las estrategias de adaptación y resiliencia ante las perturbaciones, es fundamental evaluar los cambios observados en nuestros entornos naturales actuales a la luz de su pasado geológico; posicionarnos como una más de las numerosas especies que habitan el planeta. Al hacerlo, podremos construir un futuro más resiliente, equitativo y próspero para las generaciones presentes y futuras.

Natalia Pardo Villaveces, Ph. D., directora del Departamento de Geociencias, Universidad de los Andes

Carlos Daniel Cadena, Ph. D, decano, Facultad de Ciencias, Universidad de los Andes

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