Dannys Ospino, el empresario que le da sabor a ‘Los Manguitos’ en Valledupar

Dannys Ospino, el empresario que le da sabor a ‘Los Manguitos’ en Valledupar
Dannys Ospino, el empresario que le da sabor a ‘Los Manguitos’ en Valledupar

La partera Flor Orcasita tenía razón al dictaminar que esta bebé, aún húmeda del reciente parto y empuñando con fuerza en las manos arrugadas de una matrona de pueblo, sería “sacada adelante”. Esto se lo hizo saber inmediatamente a la madre, dolorida por el esfuerzo que acababa de hacer y postrada en el catre de lona y cruz de madera, en la media mañana de aquel 18 de marzo de 1983. Casacará era, entonces, un pueblo que vivía de el proceso. plantación, cultivo, cosecha y limpieza de algodón; Sus habitantes estaban felices gastando tanto o tan poco como podían ganar en esas tareas agrícolas e industriales. Dannys Julieth Ospino Zúñiga, como bautizaron a la recién nacida, tendría su propio negocio en la capital del departamento, pero antes debía mostrar el espíritu de fortaleza que le vaticinó la mujer que la acogió en su nacimiento.

Dannys Ospino vivió una infancia tranquila, que le garantizó una adolescencia tranquila, al lado de sus amigos, si la violencia guerrillera y paramilitar no hubiera sido cruel contra los casacareños: la joven tuvo que abandonar su décimo grado en el colegio ‘Luis’. Giraldo’ de ese pueblo y huir del miedo y la ansiedad que le provoca la incertidumbre de no saber quién sería la próxima víctima.

Afortunadamente, su tía Petrona Ospino, que ayudó a su abuela a criar a su nieta y a su sobrina, había logrado comprar una casa en Valledupar, con los ahorros de su salario como limpiadora en la única escuela secundaria del pueblo. En esa época, Villa Taxi, donde se fueron a vivir, era un barrio alejado de la ciudad, rodeado de montañas. Dannys Ospino se matriculó en la escuela ‘Manuel Germán Cuello Gutiérrez’, donde terminó la secundaria. Sin poder lograr su sueño de ser profesional y abrumada por la nostalgia del pueblo abandonado, Dannys Julieth quedó embarazada y se fue a Riohacha, donde trabajaba su madre.

Del queso y el suero a internet

Regresó a Casacará dando a luz a Julieth, su primera hija. Se fue a pasar diciembre, pero, en abril, su tía Petrona la convenció de regresar a Valledupar “a hacer algo”. Empezó a vender a las tiendas y a los vecinos queso y suero, que traía, sobre todo, de Casacará. En ese ir y venir del pueblo se comprometió con el paisano que sería su marido. Y tuvo a Zarith, la segunda de sus hijas. Ella no quiso seguir con el negocio para dedicarse a sus dos pequeñas; Sin embargo, su vigor espiritual no podía quedarse quieto: terminó Primera Infancia, en el Sena, y Auxiliar Administrativa, en una entidad privada.

No trabajó en el primer campo tecnológico, pero sí en el segundo: trabajó un tiempo en Tránsito de Valledupar y en una casa de apuestas. Este último trabajo le gustó tanto que montó su propia casa de apuestas y le fue bien, pero la pandemia del covid dañó su negocio; Entonces, revirtió el destino de la misma enfermedad global y creó una empresa de mensajería con su hermana. No podrían haberlo hecho mejor, pero a medida que la humanidad superó el confinamiento, los pedidos a domicilio disminuyeron.

Luego, puso un Café Internet frente al Colegio ‘PrudenciA Daza’. Y vendía papelería, meccato y útiles escolares a los chicos. “Me fue tan bien que los dueños de la tienda, tal vez, pensaron que me estaba haciendo millonaria y me pidieron la tienda”, le dijo al Semanario La Calle sobre su nuevo emprendimiento.

De la tecnología a la comida

Un amigo le habló de un lugar en el semáforo ‘Los Manguitos’, en Avenida Fundación. Y trasladó su negocio allí desde el frente del colegio, pero en esa zona no había estudiantes sino mecánicos, ya que está rodeada de varios talleres. Empezó a llevar frituras y arroz con pollo; Sin embargo, la gente le pedía almorzar; Por eso ahora incluía guisos y víveres que preparaba en su casa, pero ahora le pedían sopa, que también se le acabó rápidamente cuando empezó con ella en el menú. En esas duró cuatro meses.

Hasta que decidió cocinar allí mismo. Le va muy bien gracias a Dios. Sale hacia el Mercado Público de Valledupar diariamente a las 5:30 de la mañana. Su hermana abre el restaurante a las 6:00 para atender a los clientes que van a desayunar. Vende un promedio de 20 a 30 platos por día. Su hija mayor terminó Psicología y, mientras hace su tesis, sigue yendo todos los días para ayudarlo a atender a los clientes. La partera casacareña Flor Orcasita no se equivocó al vislumbrar lo que podía hacer el bebé que acababa de recibir.

 
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