Infiltrados, un servicio para romper la protesta

Infiltrados, un servicio para romper la protesta
Infiltrados, un servicio para romper la protesta

Jefes sonrientes. El viernes se celebró en el Departamento Central de la Policía Federal el aniversario 149 de la Superintendencia de Tecnologías de las Comunicaciones. Todos quedaron satisfechos con la operación, que tenía un objetivo principal: disolver la manifestación del miércoles contra la Ley de Bases antes de que llegara la mayor parte de la gente. Es decir, antes de que llegaran los gremios y, sobre todo, para evitar que la plaza se llenara de ciudadanos de a pie que se acercaban al anochecer, después de salir del trabajo.

Ninguno de los jefes federales pudo responder, por ejemplo, a la pregunta de por qué había decenas de motocicletas, Ninguno de ellos llegó de inmediato al lugar donde prendieron fuego al celular de Cadena 3.. Tampoco llegaron cuando, minutos después, dos hombres terminaron de vandalizar el celular y se marcharon tranquilamente en un viejo vehículo con la placa NBO 056 volteada. La patente es trucha, no existe. A todos los jefes de la Federal les distrae la información de que efectivos dispararon gas desde el séptimo piso de la ex Caja de Ahorros, hoy anexa al Congreso, sobre Hipólito Yrigoyen. Nadie habría aceptado la imagen del hombre que participó en disturbios y luego fue muy bien recibido detrás de las vallas por la policía. Y nadie puede explicar que entre los detenidos no estén quienes quemaron el auto, sino manifestantes detenidos a 5 o 6 cuadras de la plaza, principalmente en la avenida 9 de Julio.

Un viejo detective de los servicios de inteligencia razonaba: “Hicimos esto, pero para dispersarnos, para que no hubiera gente, no para encarcelar a los manifestantes. Cuando quemamos a Modart, en 1988, en la avenida De Mayo y Perú, el objetivo era acabar con el acto liderado por (Saúl) Ubaldini. No hubo nadie arrestado. Por supuesto, la semana siguiente se vio a algunos de la SIDE muy bien vestidos”.

El objetivo central: disolver la marcha

Cuando los agentes salieron a las 13.30 horas para ver qué pasaba, se acercaron a la formación policial con mucha calma. No hubo ningún elemento de agresión. Por detrás de la formación policial apareció un agente y arrojó brutalmente gases en el rostro, principalmente a Carlos Castagneto y Eduardo Valdés. El mensaje fue “no os acerquéis a la plaza, porque si les hacemos esto a los diputados, ya os imagináis lo que les haremos a los demás”.

Como sucedió antes y después de ese momento, las fuerzas de seguridad acosaron a quienes se encontraban en la plaza e incluso a quienes llegaban tranquilamente. Los uniformados avanzaron en formación y, tras atacar a los diputados, pusieron en marcha los dos camiones hidrantes que se encontraban frente al Congreso. El objetivo siempre fue el mismo: evitar que la concentración se prolongara hasta el atardecer.

La provocación queda demostrada por el hecho de que recientemente hubo movilizaciones incluso mayores que las del miércoles, que bloquearon calles por su masividad -por ejemplo, la marcha universitaria o la marcha de la CGT del 1 de mayo- y no hubo problema. Todo transcurrió en paz. Aquí irrumpió Bullrich y su banda.

Con menos gente es más fácil

Al momento del ataque a los diputados, las fuerzas de seguridad ya habían bloqueado el paso de las columnas sindicales más poderosas, Camioneros, Smata y CTA. La policía sabe que estos sindicatos tienen su propia seguridad y cualquier cosa que hagan los uniformados tiene un final imprevisible: la policía puede golpear y recibir.. Y, además, la seguridad de los gremios no permite ninguna extraño hacer nada. Se dice que, ante el clima de chismes, los gremios decidieron no recorrer las dos cuadras restantes hasta la plaza. Los sindicatos afirman que no fue así: que las tropas impidieron su paso con provocación tras provocación.

El siguiente episodio fue el lanzamiento de gases desde el edificio de la ex Caja de Ahorros, en Hipólito Yrigoyen. La versión es que permitieron subir a las tropas hasta el séptimo piso y desde allí dispararon los gases. Por supuesto, tuvo el efecto deseado: dispersar a la ya menguada multitud.

Preguntas sin respuestas

Nadie en el Departamento Federal Central pudo responder a la pregunta de por qué las motos no llegaron de inmediato al lugar donde se dieron la vuelta y quemaron el celular. Cadena 3. Orlando Morales es un viejo conocido de todos: de los movimientos sociales y de los manifestantes. Siempre te facilitan el adelantamiento en cualquier marcha. Los jefes policiales también saben que él siempre está ahí, por lo que fue blanco de la misma estrategia: disolver la marcha con la espectacular maniobra que supone quemar el celular de un medio de comunicación. “Esto estaba armado”, dijo Morales. Estaba encima del celular. Dije que quería sacarlo. Me tomaron de un brazo, me tiraron al suelo, me lo voltearon y lo quemaron”. Las fuerzas de seguridad estaban a 50 metros de distancia, pero ninguna motocicleta se acercó.

Lo insólito es que minutos después, cuando el fuego ya estaba apagado, dos sujetos se acercaron al celular y sustrajeron cosas del mismo. Parecía vandalismo. Pero sea cual sea el caso, nadie los detuvo, nadie les preguntó nada. Luego se subieron a un auto, con la matrícula trasera volteada, y se marcharon sin problemas. Según se supo después, esa patente es inexistente, es decir, falsa. En el vídeo se escucha a unos policías decir “tenemos que detenerlos”, pero no pasó nada.

El mismo miércoles se viralizó la imagen de un presunto manifestante encapuchado, quien pasó de ser un “terrorista”, como lo definió el gobierno en el comunicado oficial, a cruzar las vallas y ser recibido con los brazos abiertos por los uniformados. Hay más imágenes de esta naturaleza, pero requieren un control más preciso.

rostros familiares

Por supuesto, ninguna fuerza u organización reconoce a los encapuchados. Los de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) aseguran que se encuentran sin gente y que el nuevo titular, Sergio Neiffert, no está en condiciones de firmar ninguna orden todavía. Es un novato total, al punto que el día que asumió le tuvieron que explicar cuestiones básicas de funcionamiento y medidas de confidencialidad.

La atención se centra más en lo que se conoce como las plumas, Inteligencia de la Policía Federal. Son agentes muy orgánicos dedicados a recabar información, pero de vez en cuando salen a la calle a realizar operativos. El gobierno afirma que había tres fuerzas de seguridad en la plaza –la Gendarmería, la Prefectura y la Policía Federal– y que ninguna de ellas se arriesgaría a que otra fuerza detuviera a su gente. El argumento es muy débil: el Gobierno Federal tenía el control total de la operación, con Patricia Bullrich monitoreando desde el Departamento Central. El brutal ataque a los diputados, cuando no había conflicto y sin justificación alguna, fue defendido por el ministro. Parece obvio de dónde vino la orden.

La caza sin precedentes

Las plumas de la Policía Federal levantan aún más sospechas cuando se verifica que entre los detenidos no hay ni uno solo asociado, por ejemplo, a la quema del celular de Cadena 3. Y la gran mayoría fueron detenidos lejos de la Plaza del Congreso, principalmente en la Avenida 9 de Julio.

En la lista de 16 detenidos proporcionada por la jueza María Servini, seis están acusados ​​de tirar piedras, dos de patear a policías y el resto de cargos asombrosos: saltar la valla, ser beligerante (?), fotografiar, ayudar al fotógrafo, un profesor universitario. por patear a un policía (podéis ver en la imagen que es una acusación falsa), y los más graves son dos acusados, uno por tener una granada (parece una trucha) y el otro, al parecer, por haber puesto fuego a las bicicletas. Pese a esta descripción del magistrado, se trata de hechos de poca relevancia, el gobierno habla de terrorismo y de impedir el funcionamiento de las instituciones.

Modart está de moda

La operación del miércoles no sólo pretendía romper la movilización contra la Ley de Bases, sino también encarcelar a los manifestantes e infundir miedo a protestar a partir de ahora. Todo el clima era represivo. Los detenidos fueron maltratados de una manera que tiene pocos precedentes en los últimos años: las mujeres fueron mantenidas durante horas y horas en un teléfono celular de la policía, esposadas, sin permitirles ir al baño. Cuando los abogados salieron de Comodoro Py para tomar un poco de aire y conversar con los medios de comunicación, no se les permitió regresar. No se permitió el contacto de los detenidos con sus familiares y algunos fueron trasladados a unidades penitenciarias -ahora administradas por Bullrich- sin que se hubiera analizado su situación. resuelto. El sábado, a los familiares no se les permitió el ingreso al penal de Ezeiza, donde se encuentran las mujeres.

El anciano de la SIDE recordó y confesó las andanzas de los agentes de inteligencia. “Sí, hicimos cosas como esta el miércoles. Pero las hicimos con un pequeño grupo de infiltrados para dispersar a la gente, no para encarcelarla. En ese acto de Saúl Ubaldini, cuando hablaba en Plaza de Mayo, Modart fue vandalizado. El objetivo era que la gente abandonara el evento. No mas que eso. El miércoles fue diferente: encarcelaron a la gente y la dejaron dentro por unos días. El objetivo es asustar. El nuestro era más ligero. Por supuesto, la semana siguiente (febrero de 1988) viste a los agentes todos vestidos con la ropa que le quitaron a Modart”.

 
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