Siempre volvemos a los maestros › Cuba › Granma – .

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Siempre volvemos a los maestros › Cuba › Granma – .

Comprender que se nace para, después de la existencia, dejar el mundo, es más fácil cuando, filosóficamente, se mira el asunto desde lejos. Es muy angustioso cuando se trata de seres cercanos, con quienes tenemos vínculos que la sangre, la amistad o el deber han hecho inquebrantables.

Escribir que ha fallecido el reconocido periodista e intelectual Pedro de la Hoz es una de esas certezas difíciles de aceptar. Escribir sobre alguien que ha escrito tanto, y en estas mismas páginas –aunque por la fascinación que significó para él el periodismo, 36 años escribiendo excelentes artículos aquí, y en muchos otros espacios, incluso antes, podría haber parecido solo un número –, es una prueba muy difícil.

Qué podemos decir de Pedro de la Hoz que no conoce –porque lo ha leído siempre y con atención- a todo un pueblo… Quizás, algunos detalles interiores de la profesión podrían incluirse en estas líneas… Ese Pedro, si fuera a una conferencia de prensa, no tomó ni una nota, para luego escribir, con asombrosa rapidez, información con todo el contenido; que según Rolando Pérez Betancourt, su amigo y durante muchos años su jefe en la página cultural de Granma, “si dejan a Pedro, él solo escribe el periódico”; que Marta Rojas, su madre y quien lo invitó a formar parte de la nómina del diario, lo llamó Pedrito de la Hoz “y el martillo”, en parte por humor, y en parte por su definida incondicionalidad, al alguien que se adaptaba tan bien al símbolo…

Y qué pensar de lo que dirían hoy de Pedro, Pedro que escribió, conmovido, antes de que los dos se despidieran. Pedro quien, junto a ellos, y siguiendo el camino de quienes consideraba maestros, se convirtió él mismo en maestro y, junto a Marta y Rolando, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo José Martí, máxima distinción cubana para los profesionales del periodismo. prensa.

Correspondió a otros compañeros suyos acompañarle en su enfermedad, cuando el cáncer apareció hace unos dos años para intentar, en vano, debilitar sus fuerzas. Sin ningún eufemismo, Pedro nos habló de su enfermedad, consciente de que difícilmente le sería intentar aniquilarlo, y cuanto más daño se hacía para menoscabarlo, más se orientaba Pedro, más coordinaba acciones importantes de la Uneac. , del que fue hasta último momento vicepresidente; Escribió más y mejor, si fuera posible, pero eso es lo que sabemos.

Junto a los medicamentos, el apoyo familiar de su querida Virginia Alberdi, y de sus compañeros y amigos, el periodismo inyectó más vida a Pedro. Hablamos a diario, pero hay momentos en nuestros intercambios que son inolvidables. Este marzo llegó el día de la eliminación de la discriminación racial, le dijimos que en la redacción haríamos el trabajo. Pedro tuvo que recibir una transfusión el día anterior, pues la enfermedad ya estaba avanzada. “Voy a hacerlo.” –Pero no es necesario, le dijimos. “Es un deber”, nos respondió el presidente de la Comisión Aponte de la Uneac.

Reticente a detenerse con sus entregas a la sección de la Pantalla Chica (era difícil imaginar a Pedro razonando, en días en que sabíamos que estaba en crisis, qué contenidos llevaría al teclado), no echó de menos lo que consideraba sagrado. Ya recaído, nos pidió que esperáramos un poco más el Calendario, que lo enviaría, después de dictárselo -como Naborí o Borges- a su mujer. Y así tuvimos, hace apenas unos días, su último trabajo.

En mayo se cumplió el 200 aniversario de la Novena Sinfonía de Beethoven. Pedro, musicólogo y experimentado conocedor de la música clásica, se despertó dos días antes buscando la obra. La escuchó absorto en el delirio de aquella pieza, y por la tarde nos envió ¡Freude…! Freude…!, 200 años de música para todos los tiempos, un texto sintético y magistral, en el que junto a la evocación no faltó la fuerza de sus convicciones políticas.

Varias generaciones de periodistas deben mucho al ejemplar desempeño del trabajo en el que fue estelar Pedro de la Hoz, a quien tan bien le queda la palabra paradigma. Era frecuente, no sólo por sus colegas, sino también por sus lectores, preguntarnos cómo era que no había un tema imposible para Pedro, sin descanso para el estudio y el trabajo, con la pluma en ristre. Siempre ignífugo.

Lo escuchamos hablar muchas veces sobre causas humanas. Y de militantes, no siempre con tarjeta. Militantes del gesto firme, soldados del verso recto y comprometido. Una vez hablábamos de Miguel Hernández y recordábamos poemas de esos que resuenan en nosotros. Comentábamos tremendas frases como las que utilizaba para describir la muerte cuando llega demasiado pronto: “una bofetada dura”, “un golpe frío”, “un hachazo invisible y homicida”, “un empujón brutal”, así como sentíamos su adiós.

Tendremos que volver con Pedro muchas veces, cada vez que lo necesitemos, que será siempre así. Digámoslo a la manera del poeta, que supo embellecer la pérdida con el poder de la palabra, algo que brilló en este intelectual incansable del que hoy despedimos:

A las almas aladas de las rosas / del almendro crema os requiero, / que tenemos que hablar de muchas cosas, / alma gemela, compañera.

DE SU VIDA Y OBRA:

Nacido en 1953, en Cienfuegos, y licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana, en 1976 regresó a Cienfuegos y fue uno de los fundadores del diario 5 de Septiembre, medio en el que cubrió contenidos económicos.

Posteriormente trabajó en el diario Vanguardia, de Santa Clara, dirigido por el periodista Enrique Román. Allí fundó el suplemento cultural Huellas.

En 1988 llega al diario Granma, invitado a trabajar en el Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba por su colega y amiga Marta Rojas Rodríguez. Llegaría para integrarse a la redacción de Cultura, entonces dirigida por el periodista Rolando Pérez Betancourt, a quien reemplazaría en el cargo, mucho después, durante 11 años.

Sin abandonar su labor en el periódico, fue asesor de Armando Hart hacia 1994, y primer director de la revista Artecubano, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas.

Como parte del capítulo de la Red en Defensa de la Humanidad, participó en foros realizados en Roma, Caracas, San Salvador de Bahía y Sao Paulo.

Entre otros reconocimientos, recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (1999), y el Premio de Prensa Escrita Jorge Enrique Mendoza (2009).

Fue homenajeado en 2022 con la Réplica del Machete de Máximo Gómez. En 2023 recibió el reconocimiento Maestría de la Juventud por parte de la ahs, y en ese mismo año recibió el Premio Casa del Caribe.

En su pecho fueron colocadas la Distinción por la Cultura Cubana (1996) y la Medalla Alejo Carpentier (2019).

Como un periodista; vicepresidente de la Uneac, cargo que ocupó desde el octavo Congreso de la organización; y presidente de la Comisión Aponte, permaneció en el ejercicio de sus respectivas funciones hasta el fin de sus días.

 
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