La victoria de Claudia Sheinbaum como nueva presidenta de México con casi el doble de votos que el candidato de centroderecha … Andrés Manuel López Obrador. Cuya tenacidad de décadas de acción política marcadamente personal para romper en la izquierda la alternancia sistémica entre PRI y PAN ha terminado cuajada en un legado que Sheinbaum tendrá la oportunidad de consolidar y, de ser necesario, transmitir durante muchos años. Sólo si durante su primer mandato mantiene la ventaja obtenida el 2 de junio. El legado recibido de AMLO es una especie de socialdemocracia identitaria, que ha demostrado ser capaz de mitigar las diferencias sociales existentes en un país de 130 millones de habitantes, también inmenso en su diversidad. Pero no está claro que el diseño resultante de innumerables medidas, a menudo contradictorias, a la hora de dirigir los recursos públicos constituya un modelo de bienestar alternativo en el corazón de América. “No voy a fallarte”. “Avanzaremos juntos”. Estos son los inspiradores mensajes con los que Claudia Sheinbaum agradeció ayer las felicitaciones de líderes latinoamericanos ideológicamente cercanos y de organizaciones afines a sus propósitos. No podrá fallarle a los más vulnerables, sin ignorar a esos otros muchos miles de mexicanos que exigen ayuda pública. Pero en ningún caso podrá cerrar el camino a la inversión en la inmensidad de oportunidades que representa México.
Sheinbaum saludó su presidencia electa proclamando que “es hora de las mujeres”. En México dos mujeres son asesinadas al día solo por serlo. La expresión más desalmada y patológica de un país inmenso, en el que la vida parece infinita, exuberante y al mismo tiempo parece nada. Ni siquiera Claudia Sheinbaum podrá naturalizar la dualidad entre resultados macro aceptables con un proceso electoral que implicó más asesinatos políticos que nunca. El presidente electo de México es una esperanza en muchos sentidos. También a la hora de corregir el discurso más identitario y revisionista de AMLO, para buscar un mejor entendimiento con España y la Unión Europea. Porque sólo así el México de Sheinbaum podrá aspirar a ser la bisagra de una América del futuro.
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