La estabilidad es cambio | EL PAÍS Chile – .

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“Los seres vivos son conservadores”, dijo el famoso biólogo chileno Humberto Maturana. “Todo sistema”, añade, aclarando los términos, “es conservador en el sentido de que existe, sólo lo es mientras se preserva la organización que define su identidad como parte de su dinámica estructural. Así, continúa explicando, un ser vivo existe, vive, en un flujo continuo de cambio estructural en torno a la conservación de su autopoiesis o realización de su vivir. De hecho, tanto la historia de los seres vivos como su existencia individual ocurren como cambios en torno a la conservación de los seres vivos”.

A menudo se piensa que la conservación y el cambio son polos antagónicos. Parece de sentido común. Sin embargo, tanto el historia Natural como el historia social Muestran precisamente lo contrario. Aunque las reglas que rigen un reino y otro no son automáticamente intercambiables, sobran casos para ejemplificar que los organismos vivos que no cambian, más temprano que tarde, dejan de existir. Lo mismo ocurre en el ámbito social. La incapacidad de cambiar amenaza la conservación de las comunidades humanas. Y aunque hay periodos de aparente quietud, también hay momentos en los que la resistencia a las transformaciones se convierte en el principal peligro para la estabilidad y la existencia de una determinada sociedad.

Sin mencionar a Maturana, y quizás sin siquiera tenerlo en su memoria, algo de esa perspectiva subyace en el discurso que el presidente Gabriel Boric pronunció este sábado ante el Congreso Pleno y ante millones de espectadores que siguieron la ceremonia por televisión, radio y redes sociales. Al inicio de su discurso, el presidente compartió una lectura del reciente proceso político que bien podría afiliarse a las palabras del profesor. “Muchos advirtieron hace años: podría ocurrir una explosión social en Chile si no se desbloqueaban las reformas que habían esperado demasiado, si no se acordaba una nueva generación de políticas públicas para reducir la desigualdad, si se eliminaba la corrupción de los sectores privilegiados, si se tomaban medidas drásticas. No se tomaron medidas contra los abusos, si no se afrontaban las diferencias de trato que reciben las personas en función de su origen social. Esta visión enfrentó la resistencia de sectores políticos y económicos que tomaron la advertencia a la ligera. Nadie imaginaba, sin embargo, que esta explosión iba a ocurrir en octubre de 2019. El malestar acumulado, los debates que desconocíamos y las decisiones que no se tomaron a tiempo (y que aún están pendientes) llevaron a que cientos de miles de chilenos, sin distinción de color político, para tomar las calles en gran parte del país”.

La historia republicana y la construcción democrática de nuestro país está marcada por momentos en que el cambio significó la apertura de posibilidades para prolongar la existencia de la sociedad. El proceso independentista, el proyecto desarrollista articulado por el Frente Popular, la “revolución en libertad” de Frei Montalva, el “camino chileno al socialismo” del presidente Allende, así como las luchas por la recuperación de la democracia, fueron respuestas a la crisis social. tensiones que impedían la estabilidad y la paz. Cada uno de estos procesos contó con la tenaz oposición de los sectores conservadores: los realistas en los albores de la independencia, una oligarquía terrateniente que sólo se remontará, relativamente, con los procesos de reforma agraria hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. y los defensores del neoliberalismo hasta el día de hoy.

Desde el regreso de la democracia, que es el arco histórico en el que el presidente Boric situó su análisis, sectores de la política y el sector empresarial han ofrecido una dura resistencia a los cambios que apuntarían a una mayor distribución del poder y la riqueza. Quienes insistieron en su necesidad y quienes se movilizaron para impulsar las transformaciones necesarias para enfrentar la desigualdad y los crecientes niveles de malestar fueron tildados, sin excepción, de desestabilizadores del orden. Esa narrativa, hegemónica durante décadas, se fracturó con la revuelta social. El rostro de ese Chile insatisfecho y hastiado se expresó con tal contundencia que durante semanas asistimos a las confesiones de grandes empresarios y políticos de todo el espectro en los que reconocían que sí, que había problemas en Chile, que era hora de “poner nuestra mano en el bolsillo”, que era el momento de impulsar algunos cambios para asegurar, a medio y largo plazo, la estabilidad del sistema y, por qué no decirlo también, de sus propios negocios. Poco después, para reforzar estas disposiciones, la pandemia reveló a esas mismas élites la realidad material de amplios sectores de la sociedad: la precariedad de sus empleos, la falta de protección social, las malas condiciones de vida y la pobreza oculta, hasta el punto de que hubo faltan quienes hicieran pública su sorpresa ante este rostro desconocido y oscuro del país que habitaban. Sin embargo, la derrota de la primera propuesta constitucional y la aplastante victoria del Partido Republicano en mayo de 2022 enterraron ese breve paréntesis de moderada apertura de los sectores históricamente opuestos a los cambios. Los discursos de orden sin transformación, es decir, sin modificar las bases de la inestabilidad y crisis que se habían desatado, regresaron recargados de un triunfalismo exagerado.

El Gobierno del presidente Boric tomó las riendas del país en uno de esos momentos clave que vive toda sociedad cuando los cimientos del orden se muestran agotados, en los que los horizontes de sentido se desvanecen, en los que el inmovilismo sólo profundiza y profundiza la crisis. y en el que el cambio se ofrece como única garantía de progreso y estabilidad. No es algo difícil de ejemplificar: si el país no resuelve el problema de las pensiones, si no repensa el sistema educativo en todos sus niveles, si no transforma su matriz productiva, si no altera la concentración oligárquica de la riqueza , si no hace su economía y no da lugar a la creatividad y el talento de sus jóvenes, si no amplía los espacios de libertad y autonomía individual al mismo tiempo que articula sistemas de solidaridad social y cuidados colectivos en Ante las inevitables consecuencias del envejecimiento demográfico, la crisis que estalló en 2019 no hará más que incubarse nuevamente para estallar nuevamente en nuestras caras.

Las fuerzas políticas de las que proviene el presidente Boric se formaron en la convicción de que Chile necesita transformaciones profundas. Hoy desde La Moneda, frente a todos aquellos que se esfuerzan por instaurar la idea de que lo adecuado es renunciar a las transformaciones, y en voz de uno de sus principales representantes, estas fuerzas han reafirmado una vez más su convicción inaugural: paz y estabilidad. que anhela la gran mayoría de los chilenos sólo podrá lograrse a través de los cambios que hace cinco años muchos reconocieron como necesarios, aunque algunos parecen haber olvidado, como también dijo ayer el presidente.

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