Familia espirituana con vocación por la tierra (+fotos) – Escambray – .

Familia casada con la tierra, de izquierda a derecha, Mima, Raudel y Jorge Félix. (Fotos: José Luis Camellón/Escambray).

No se requirió juramento ni aprobación de notario; Bastaba el escrito diario en campo abierto de Ramón Marrero Medina, el campesino que antes de dejar este mundo legó a Taguasco un trabajo agrícola sin paralelo en esa geografía. Su ejemplo fue tan profundo que la familia hizo de la continuidad productiva la más genuina cosecha de arraigo campesino de la zona de Santa Rosa.

Nadie como Andrea Oliva Naranjo o, simplemente, Mima, para catalizar el patrimonio agrario que se ha apoderado de la finca Tres Hermanas, en propiedad de la Cooperativa de Créditos y Servicios Obdulio Morales. Ella es esposa y siempre está en la retaguardia, pero si se trata de trabajo, búsquenla en primera fila; Casi una vida detrás de la estufa de leña. Ahora, a sus 70 años, tira cada día al equipo que también domó y enseñó: Raudel y Jorge Félix Marrero Oliva.

Continuar con la tierra es una tradición familiar, asiente Mima, con humedad pasando por sus ojos. “Continúen produciendo tabaco, alimentos, todo lo que puedan; Los dos hombres se hicieron cargo de la producción, no tuve que pedírselo, ellos querían hacerlo, la hembra me acompaña y ayuda en la casa. ¿La comida? Por supuesto lo seguimos entregando, Jorge Félix lo lleva con bueyes a la Feria de Taguasco.

“La finca no se ha perdido ni se perderá, esa es la huella de Marrero, un hermano mío también siembra tabaco con nosotros. Los chicos aprendieron bien las lecciones de su padre, tal vez les falta un poco más para estar a su nivel, pero trabajan duro, es cierto; Bueno, Mima tendrá buen aspecto hasta que viva”.

“Aquí los primeros jornaleros somos Raudel y yo”, declara Jorge Félix, el mayor de los hermanos.

ME QUEDÉ CON LAS COMIDAS

Aunque entre sus gustos campesinos parece reinar la cría de ovejas, a la hora de repartir los encargos de la finca, Jorge Félix Marrero Oliva pactó con diversos cultivos; No es que se excediera con el tabaco y la ganadería, sino que prefirió un planteamiento en el que él también se siente como pez en el agua cuando su vida cumple medio siglo.

“Lo que me gusta es el tabaco, pero mi papá también cultivaba yuca, plátanos de camote… y yo fui por ahí; A Raudel le gusta más el tabaco y la ganadería. Sigo guiándome por el librito de Marrero, fue la enseñanza que tuvimos; En el boniato planté la punta roja, que a él le gustó más; Lo que no dejaremos de sembrar”, enfatiza el productor.

En lugar de dar espacio al marabú y otras malas hierbas, se revela otro tipo de continuidad en el manejo y explotación del suelo. “Aquí siempre distinguieron tres cosas: ganado, tabaco y alimentos, nada ha decaído, lo que les digo no son palabrerías, todo está ahí, vengan cualquier día y verán, la intención es llevar la finca a mayor desarrollo, ”, confirma. .

Si un sello propio siempre tuvo ese pedazo de tierra taguasca, al lado de la carretera, casi llegando a Santa Rosa, fue la entrega inviolable de las producciones al estado. Compromiso mezclado con autocontrol, hasta el punto de que se anotaban en una libreta los litros de leche que se enviaban a la industria láctea los 365 días del año.

“A mi papá le atraía todo lo relacionado con el campo; Por supuesto, el tabaco era su vida, dice Raudel.

La ruta del compromiso tampoco se ha perdido en la finca Tres Hermanas. “Eso es inviolable, vamos todas las semanas a la feria con la yunta de bueyes y la carreta para llevar la comida. Mi papá nunca desvió la producción, siempre la puso en manos del Estado, allí también caminamos”, afirma.

El diálogo casi terminaba y Jorge Félix guardó silencio sobre otra de sus inquietudes como productor: la cría de carneros, rebaño que heredó; pero él, más que mantener la línea, la ha multiplicado.

“La cría de ovejas era antigua, ahora he desarrollado lo que llaman buey de pelo indio. Tengo unos 120 carneros; Quizás en eso ya he pasado un poquito el Maestro, aunque mi papá nos dejó el listón alto. Es cierto que no hay recursos, los precios son duros, pero en la tierra lo que hace falta es el interés del hombre por sembrar y producir.

“Aquí todo ha seguido igual, incluso Mima sigue anotando en la libreta la leche que se entrega diariamente. Mi papá nunca salió de la tierra para ir al pueblo, eso tampoco lo haremos. Marrero creó una familia muy unida; Seguimos con Mima, él también tiene experiencia y le prestamos atención, por eso estamos aquí”, dice Jorge Félix.

Raudel Marrero, un agricultor que echó raíces en Santa Rosa.

CUNA GANADERIA

Casi creció entre patas de ganado, actividad preferida por su productor paterno, por lo que no tiene nada de extraño que Raudel Marrero Oliva lleve esa pasión en la sangre. A sus 39 años, tiene las herramientas para codearse con cultivadores exaltados y, cuando se trata de tabaco, queda claro que es un estudioso del llano. Pero cuando habla de los pastos, se alegra.

“Aquí la ganadería siempre ha existido, mi padre la defendió con su vida, yo lo que he hecho es darle continuidad y desarrollo. Hoy tengo 27 vacas de raza sarda, un corral que iniciamos en 2018, un animal muy lechero, fuerte para la estación seca. Ya hemos vendido novillas a media Sancti Spíritus y también a otras provincias; “La ganadería es lo que más me gustaba”, dice y se queda pensando, como buscando otros recuerdos en los recuerdos de aprendizaje familiar.

Luego, saca otra confesión de sus entrañas. “Cuando naces, creces en el campo, amas las cosas, no debes abandonar lo que empezaste; Todo esto era el sueño de mi padre, lo mínimo que podemos hacer es seguir su ejemplo, caminar por su surco”.

Por mucho que el diálogo busque desentrañar la huella actual de los hermanos Marero Oliva, estos prefieren volver a las raíces, quizás lo más lógico para explicar las raíces campesinas que corren por su sangre.

“A mi papá le atraía todo lo relacionado con el campo; Por supuesto, el tabaco era su vida. Lo único que no le gustó fue lo mal hecho que estaba. Me siento ranchero, pero este año sembré tabaco de sol, muy buena pradera, en unos días empezaré a cortar la cubierta”, dice y mira la habitación, como si quisiera decir: ‘viejo’. Hombre, tomé el prado hacia adelante.’

Más que heredar tierras y propiedades, el incumplimiento de la producción no tiene cabida en la propiedad de la familia Marero Oliva. “Eso sería embarazoso”, dice Raudel. “El año pasado cumplí con el plan de leche y aporté más; En estos cuatro meses ha sido igual. Aquí si un día deja de entregarse la leche es porque el río crece y no nos deja pasar a Taguasco; A las vacas les aseguramos comida y agua, las ordeño y tengo un transportador, eso no falla”, afirma.

“Recordamos a Marrero todos los días”, revela Raudel. Respira, se toca el sombrero y vuelve a la idea. “Cada vez que voy a hacer algo me acuerdo de él; Por ejemplo, dijo: ‘desabotona el tabaco en caja’, cuando apenas se ve el botón, hay que cogerlo con la uña. Ver un tabaco en flor, eso era veneno para él; Este año lo hice y funcionó para mí. Lo que se aprende con un maestro como mi padre no se olvida, tenemos las enseñanzas registradas”, afirma Raudel Marrero.

La mañana avanza y el campesino tiene tareas urgentes por delante, como ir a cortar caña para los animales, pensando ya en el ordeño de mañana; En el epílogo del diálogo dibuja su futuro.

“Nunca he pensado en ir al pueblo, es tradición del campesino no abandonar la finca, la que es propia. Es muy lindo sentarse por las tardes en el porche de casa y ver una cerda pariendo, sacar una gallina, las vacas comiendo en el pasto, ver al padre toro…, con mi familia, esa es mi vida, yo No sería feliz si dejara de ver ese paisaje todos los días”.

 
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