Brasil abraza con fervor el reconocimiento facial en medio de polémica por errores

Brasil abraza con fervor el reconocimiento facial en medio de polémica por errores
Brasil abraza con fervor el reconocimiento facial en medio de polémica por errores

Además del miedo a ser señalado injustamente, la humillación pública. El estadio estaba lleno, con 10.000 aficionados que disfrutaban, hace dos domingos, de la final de un campeonato estatal de fútbol de Brasil. La policía militar aprovechó el descanso del partido para acercarse a un hincha de Confiança, João Antônio Trindade Bastos, de 23 años. Allí mismo, a la vista de la multitud, varios agentes con cascos y chalecos reflectantes lo rodearon, le pidieron que los acompañara y, con las manos a la espalda, lo llevaron ante la mirada curiosa del resto de la grada al césped. y, luego, a una pequeña habitación. Bastos, que trabaja como entrenador personal, acababa de ser identificado por un sistema de reconocimiento facial que, como en otros estadios brasileños, escaneó los rostros de todo el público aquella noche en Aracajú (estado de Sergipe). Fue un error, él no era el prófugo que buscaban los uniformados. Su caso refleja, según especialistas en seguridad pública, las debilidades del sistema y el sesgo racista con el que opera.

Los brasileños, que siempre han abrazado con entusiasmo las innovaciones tecnológicas, están adoptando el reconocimiento facial. Estos sistemas automatizados se están extendiendo a toda velocidad por campos de fútbol, ​​calles, partidos multitudinarios o en edificios residenciales, desestimando a los porteros tradicionales para sustituirlos por porterías remotas con lectura facial o dactilar y conectadas a un centro de llamadas. Pero, al mismo tiempo, hay noticias de identificaciones erróneas, como la de Bastos, que en este país racialmente diverso afecta principalmente a ciudadanos negros y mestizos.

Bastos informó lo sucedido en X, el asunto se volvió viral y aterrizó el domingo siguiente en el programa periodístico más visto de Brasil. Hasta entonces, el gobernador de Sergipe, Fábio Mitidieri, había suspendido el uso de esa tecnología porque no era el primer fracaso. Ya fracasó en el carnaval, cuando una mujer fue secuestrada entre una multitud que se divertía acusada de un crimen que nunca cometió.

Los especialistas atribuyen estos errores a que los algoritmos con los que trabajan han sido entrenados con personas blancas, especialmente hombres. El politólogo Pablo Nunes, que lleva años estudiando el tema, ha explicado estos días que “hay mucha documentación, nacional e internacional, que demuestra que las cámaras cometen muchos errores, especialmente con las personas negras. Más concretamente, con las mujeres negras. Con ellos el nivel de error supera el 30% mientras que con los hombres blancos es inferior al 1%”. En otras palabras, prejuicios racistas y sexistas.

Mientras en la final de Sergipe el balón volvía a rodar y los futbolistas retomaban la final, Bastos era interrogado en un despacho al lado del campo. “Un policía empezó a presionarme, diciéndome “Di la verdad”, porque un sistema de reconocimiento facial me había reconocido y había orden de prisión en mi contra”, dijo la víctima a los periodistas de Fantástica de Globo. Los agentes sólo empezaron a dudar cuando aceptaron revisar su billetera y compararon el resultado del algoritmo con su documento de identidad. Ya libre, Bastos volvió a la grada. Pasó el resto de la segunda parte llorando. Y, luego, publicó un tuit que decía “Parece un fugitivo, un criminal, pero ese de allá, el que está custodiado por la policía, SOY YO”.

Y en un país donde la inseguridad es un tema público importante y hay elecciones municipales en octubre, la biometría facial se ha convertido en la nueva panacea para muchos líderes políticos brasileños. El Congreso ha aprobado una ley para que todos los estadios de más de 20.000 espectadores implementen el reconocimiento facial en el plazo de un año.

El estadio Palmeiras, en São Paulo y con capacidad para 43.000 aficionados, es el escaparate perfecto del innovador sistema. El club lo implementó hace un año para acabar de una vez por todas con las entradas ilegales. Los aficionados ya no llegan con una entrada en papel o incluso escaneada en su móvil, sólo tienen que poner su cara frente a una pantalla para tener acceso a su asiento. Y, de paso, el club colabora con la policía. La enorme y valiosa información recopilada por las cámaras es enviada a la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno de São Paulo, que la compara con sus bases de datos. Archivos con miles de expedientes sobre sospechosos, delincuentes y personas desaparecidas.

El estadio de Palmeiras, lleno durante un partido contra Boca Juniors por la Copa Libertadores.Alexandre Schneider (Getty Images)

Un narco buscado por tráfico internacional de drogas y que huyó tras estrellarse un avión con 400 kilos de droga perdió su pasión por el fútbol. Detenido cuando llegaba tranquilamente a un partido, es hasta ahora la pieza más grande perseguida gracias al sistema del Palmeiras, que ha servido para localizar a más de 50 personas buscadas por la justicia, ultras a los que se les prohibió la entrada al estadio y más de 250 personas que fueron catalogados como desaparecidos.

Unos 47 millones de brasileños, casi uno de cada cinco, están potencialmente bajo vigilancia mediante cámaras de reconocimiento facial, según un informe del Centro de Estudos de Segurança e Cidadania, en Río. Sus autores advierten que esta tecnología avanza en Brasil a gran velocidad y casi sin regulación. Cuando un ciudadano expresa sus dudas o reticencias a dejarse fotografiar para entrar en un edificio o contratar un servicio, la respuesta suele ser que es lo que es. Requisito no negociable. A pocas personas parece importarles dónde va toda esa información, quién la guarda, qué harán con ella y durante cuánto tiempo la conservarán.

Pionero en el uso de cámaras de reconocimiento facial en el carnaval de Salvador de 2019, el estado de Bahía es el gran laboratorio brasileño de esta tecnología, al igual que el Reino Unido en Europa. Una vez consolidado su uso en la capital, ahora se extiende a los municipios del empobrecido interior. “El objetivo es tener 15 millones de bahianos registrados”, alardeó hace unos años el entonces gobernador y ahora ministro, Rui Costa, según el citado informe. Sus autores sostienen que la inversión, un cuantioso contrato con la empresa china Huawei que estiman equivale a construir 300 clínicas de urgencia, “no ha tenido un efecto significativo en los índices de seguridad pública”.

También mencionan algunos ejemplos que muestran una escandalosa contradicción: Seabrá, una ciudad de 44.000 habitantes que prácticamente no tiene calles pavimentadas ni red de saneamiento, va a recibir cámaras biométricas faciales. Bahía es uno de los grandes feudos del Partido de los Trabajadores, que la gobierna desde hace 16 años y acaba de arrebatarle a Río de Janeiro el liderazgo en muertes por acciones policiales de gatillo fácil.

Evidentemente, las cámaras de reconocimiento facial también han llegado a la ciudad más rica y poblada, São Paulo, con 12 millones de habitantes. Aquí comenzó hace meses la implantación del programa Smart Sampa, con el que el alcalde, Ricardo Nunes, de centroderecha, se ha comprometido a instalar 20.000 nuevas cámaras biométricas faciales en 18 meses. Y su plan es integrarlos con muchos otros dispositivos privados o de otras instituciones que ya están operativos. El alcalde destacó que el gran reto es combinar la protección de datos con garantizar la seguridad. Y puso la tirita delante de la herida: “Los que deben preocuparse son los que infringen la ley, pero los que no”. [delinquen] “No os podéis preocupar”, recomendó a los ciudadanos.

Eso pensó Bastos hasta que en el entretiempo de un partido de fútbol en un estadio lleno de aficionados vivió el bochorno de su vida.

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