Discurso deshumanizante y represión en Cuba – .

Discurso deshumanizante y represión en Cuba – .
Discurso deshumanizante y represión en Cuba – .

Existe un vínculo claro entre el discurso oficial de intolerancia, la deshumanización de los “otros” percibidos y la represión política, basado en acontecimientos históricos que abarcan más de seis décadas. La falta de libertad para acceder a los medios de comunicación y la ausencia de un sistema judicial independiente agravan aún más este ciclo dañino, dejando a la gente indefensa frente a los abusos del régimen.

Hacer invisible al individuo

Durante más de seis décadas, el Partido Comunista Cubano y la élite gobernante han negado los derechos humanos fundamentales al pueblo. A diferencia de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que sitúa al individuo en el epicentro de los derechos inalienables, el régimen de La Habana enfatiza el control estatal, exige lealtad absoluta y mantiene el control total. En consecuencia, viola derechos fundamentales y invisibiliza a las personas.

Para los artífices del totalitarismo en Cuba, como Ernesto “Che” Guevara, el concepto de “Hombre Nuevo” o “Nuevo Hombre de Masa”, que sería el arquetipo del nuevo partidario del régimen, representaba un individuo estrechamente integrado con las masas, desprovistas de pensamiento independiente e individualidad. Fidel Castro, a través de su retórica exigiendo apoyo incondicional al sistema, dijo a intelectuales y artistas en 1961: “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”. Castro también promovió activamente la supresión de cualquier voz que disiente de su régimen. Su declaración del 2 de enero de 1961, pronunciada durante un discurso en la Plaza Cívica, resume este planteamiento: “Con la Revolución no hay alternativa: o la contrarrevolución aniquila a la Revolución, o la Revolución aniquila a la contrarrevolución”. Esta declaración se convertiría en la piedra angular de la represión de las ideas disidentes en Cuba durante décadas.

Interacción del discurso de intolerancia y represión en Cuba

En Cuba, el lenguaje deshumanizante dirigido a personas consideradas diferentes, debido a sus creencias políticas, religión, orientación sexual o estilo de vida, ha estado vinculado durante mucho tiempo a una represión generalizada. Este patrón surgió ya en 1959 y fue especialmente evidente en el trato dado a los estudiantes disidentes en la Universidad de La Habana en los primeros años del régimen. El lenguaje peyorativo, dirigido a individuos con opiniones disidentes y tildados de “pepillos”, “gusanos” y “contrarrevolucionarios”, estaba dirigido a jóvenes católicos y estudiantes universitarios que se alzaron a favor de la autonomía universitaria y se opusieron al control estatal de la institución, como así como la transformación prosoviética y totalitaria del régimen emergente.

Paralelamente a esta retórica intolerante, la Universidad de La Habana fue rápidamente militarizada. A partir de octubre de 1959, se desplegaron brigadas universitarias en los campus para monitorear la disidencia y reprimir las manifestaciones públicas, centrándose en los “pasos universitarios”, un lugar de fuerte simbolismo ya que era donde comenzaban las marchas de protesta contra los regímenes. dictatorial durante la época republicana. Cabe señalar que el 25 de febrero de 1960, brigadas universitarias, impulsadas por este discurso, llevaron a cabo lo que probablemente fue uno de los primeros actos de repudio al régimen, atacando violentamente a estudiantes que protestaban contra el liderazgo dictatorial y prosoviético de la Revolución. , frente a la televisora ​​CMQ.

Durante la década de 1960, especialmente en la “Era de la construcción del socialismo y el comunismo”, el régimen llevó a cabo un adoctrinamiento masivo para inculcar el comunismo a través del trabajo agrícola. Revistas como Mella jugaron un papel clave en el apoyo a este programa y utilizaron lenguaje homofóbico en numerosos artículos y caricaturas, etiquetando despectivamente a los jóvenes por su identidad sexual y estilo de vida.

Todas estas publicaciones, junto con los discursos de Fidel Castro, cuyas palabras tuvieron una influencia determinante debido a su control absoluto del gobierno, llevaron a la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en octubre de 1965. En esencia, Se trataba de campos de concentración donde los individuos enfrentaban represalias por su orientación sexual, creencias religiosas o estilos de vida que se desviaban del ideal del nuevo hombre. En estos campos se produjeron graves violaciones de los derechos humanos, denunciadas en su momento por la comunidad intelectual mundial que apoyó la revolución. Además, durante la redada masiva de septiembre de 1968 en La Habana, miles de jóvenes fueron detenidos únicamente por su apariencia y vestimenta, y luego enviados a campos de reeducación agrícola donde soportaron trabajos forzados y diversas formas de abuso.

El Noticiero ICAIC, dirigido por Santiago Álvarez y exhibido en los cines cubanos durante tres décadas (1960-1990), con 1.493 ediciones, se convirtió en una poderosa plataforma propagandística para difundir una retórica deshumanizadora. En particular, el noticiero del 22 de abril de 1980, titulado “La marcha del pueblo luchador”, empleó inquietantes técnicas cinematográficas que recuerdan a la propaganda nazi. Retrataba a los solicitantes de asilo cubanos en la embajada peruana como ratas, haciéndose eco de los métodos de deshumanización utilizados en la propaganda antijudía más virulenta de los nazis, como el pseudodocumental “El judío eterno”.

Actos de repudio

En este contexto, la correlación entre discurso deshumanizador y represión violenta se hizo evidente y se intensificó a través de actos generalizados de repudio, manifestaciones públicas, muestras de homofobia y humillación pública contra los cubanos que expresaron su intención de abandonar el país, además de violencia verbal y física. Orquestadas por el régimen y llevadas a cabo por los Comités de Defensa de la Revolución y otras organizaciones represivas del Ministerio del Interior, estas acciones estuvieron dirigidas contra cientos de miles de cubanos durante los sucesos de la Embajada de Perú y el éxodo del Mariel en abril. . y mayo de 1980.

La violencia verbal y física de los actos de repudio contra los disidentes pone de relieve el estrecho vínculo entre el discurso intolerante y la represión política. Las Damas de Blanco, familiares de presos políticos que exigen su liberación desde la Primavera Negra de 2003, han sido sistemáticamente atacadas por estas prácticas. En un ataque ocurrido en septiembre de 2011, miembros de las Brigadas de Acción Rápida rodearon su sede al grito de “¡Machete, son pocos!” Estas expresiones de odio derivaron en numerosos incidentes de violencia física, detenciones y, finalmente, la muerte de su líder, Laura Pollán, en el hospital Calixto García en circunstancias sospechosas menos de un mes después.

Asesinatos de reputación

Los asesinatos por reputación resaltan el vínculo entre el idioma, la represión estatal y la violencia. El régimen desacredita sistemáticamente a los defensores de los derechos humanos, con el objetivo de manchar su reputación y alimentar la represión contra ellos y sus familias. El lenguaje despectivo utilizado en estos ataques alimenta el acoso, los arrestos y el encarcelamiento. Incluso se utiliza para justificar el encarcelamiento de líderes prodemocráticos, como José Daniel Ferrer, sometido a torturas sistemáticas desde su encarcelamiento el 11 de julio de 2021.

Aunque el lenguaje y la represión política mantienen una estrecha relación en Cuba, el impacto se siente más profundamente en los individuos, quienes quedan indefensos ante las acciones del Estado. Esta indefensión priva a los ciudadanos de vías legales y plataformas mediáticas para desafiar el poder, criticar la arbitrariedad y buscar justicia, alimentando así la violencia estatal y la represión en todas sus formas. A falta de mecanismos para responsabilizar a los miembros del aparato represivo por violaciones de derechos humanos, los abusos siguen sin control. Organizaciones de derechos humanos denuncian que miembros del Ministerio del Interior muchas veces gozan de impunidad por sus acciones arbitrarias, justificadas como “cumplimiento de sus deberes”. Cabe señalar que en Cuba no hay evidencia de que miembros del aparato represivo hayan sido encarcelados por torturas o violencia contra opositores políticos.

Conclusión

En Cuba, como en otras dictaduras, la evidencia histórica que abarca seis décadas vincula fuertemente el lenguaje con la represión. El discurso deshumanizador hacia los “otros” percibidos a menudo precede a los crímenes estatales más atroces, incluidos actos de repudio, ataques a la reputación, internamiento en campos de concentración, encarcelamiento por motivos políticos e incluso el asesinato de líderes de derechos humanos.

La negación de los derechos humanos por parte de la elite del poder de Cuba durante más de seis décadas ha estado en el centro de la represión y la violencia políticamente motivadas del país. Mientras el sistema político siga basándose en la exclusión y criminalización de la disidencia, con la persecución política y el terror de Estado como políticas, la violencia y la represión continuarán. Mientras no prevalezca la democracia en Cuba, con el establecimiento de un Estado de derecho, instituciones sólidas y una cultura de respeto a la diversidad que garantice las libertades fundamentales y los derechos humanos, persistirá el discurso deshumanizador y la represión política.

*Michael Lima Cuadra

Investigador y director de Espacios Democráticos, ONG dedicada a promover la solidaridad en Canadá con defensores de derechos humanos y la sociedad civil en Cuba. Maestría en Historia de América Latina por la Universidad de Toronto.

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