26 de abril, dos coincidencias en la música cienfueguera

26 de abril, dos coincidencias en la música cienfueguera
26 de abril, dos coincidencias en la música cienfueguera

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Cuatro décadas separan el natalicio, el 26 de abril, de los músicos cienfuegueros Marcelino Guerra Abreu, Rapindey (1912-1996) y Alberto Marcelino Soria Cabrera (1952-2019). La labor de estos creadores está presente dentro del plantel musical sureño, por sus indiscutibles aportes, cada uno desde una vertiente distinta, a favor de la música sureña y cubana.

Marcelino Guerra era conocido con el apodo de Rapindey, que dicen se lo debe a su abuela. Estuvo vinculado al movimiento musical de su ciudad desde muy joven. Debido al ambiente sonoro de la época, estuvo muy vinculado al son, dejando obras que después de un siglo, continúan dentro del repertorio activo de muchos grupos y solistas. Pocos lo reconocen en el imaginario social como el autor de “Convergencia”, bolero que musicalizó con texto de Bienvenido Julián Gutiérrez. En las primeras estrofas dice: Aurora de rosa al alba / Nota melosa que gemía el violín….

Una de las mejores versiones de esta canción y también uno de los intérpretes que la mantuvo viva fue nuestro Pablo Milanés, quien hizo de esta pieza musical un tesoro sonoro. Para muchos estudiosos de la música cubana, Convergencia Es parte de la transición que ya se vislumbraba entre la trova tradicional y el Movimiento Filin, donde comienzan a aparecer elementos del jazz dentro de la armonía de la música cubana, pero las dos voces, características de la trova tradicional y el uso de la percusión cubana. En este momento de cambios sonoros él estará entre los pioneros.

Otro de sus boleros que ha sido multiversionado es “A mi vida”, que hizo con texto de Panchito Carbó y lo identificamos al escuchar: Dicen que así no es vida la que vivo / que lo que siento no parece como el amor / que tengo el defecto de ser muy altivo / y que soy indiferente al dolor… También su hijo “Pare Cochero” y su guajira, “Me voy pa’l pueblo”, son joyas de la música cubana, que al cada vez que se interpretan conectan directamente con el público.

Otro sería el destino y aportes de Alberto Marcelino Soria Cabrera, quien coincidió en fecha y segundo nombre con Rapindey. Alberto Soria destacó en el mundo de la percusión, donde se especializó en el timbal y su uso en nuestro baile nacional, el danzón. Fue un excelente pedagogo y estuvo a cargo del Festival de Charanga desde 1996 (año de la desaparición física de Rapindey) hasta su muerte en 2019. Soria defendió, como premisa, la salvaguarda de la música cubana dentro de la educación especializada.

Comenzó a interesarse por el universo del danzón, los diferentes toques, cada etapa del género y su peculiar forma de interpretación. Desarrolló en tierras australes todo lo aprendido en esta materia, con sus maestros Daniel Díaz y Enrique Lazaga Varona, también cienfuegueros. En una de las entrevistas que pude hacerle se refirió a todo lo que estamos perdiendo en nuestra identidad en términos del danzón, el conocimiento transmitido de una generación a otra sólo de forma oral y vivencial. Cada estilo y singularidades interpretativas de muchos músicos cubanos que nadie registró, grabó ni transcribió y se fueron diluyendo con el paso del tiempo.

Soria dedicó gran parte de su vida y obra a salvaguardar nuestra cultura musical, que va más allá de enseñar una posición o un toque y explica el por qué de un sonido característico que formó nuestra identidad. Hablar con él fue como recibir una clase magistral muy amena, debido a su personalidad con gran capacidad comunicativa y, sin duda, mucho carisma.

Tenemos la responsabilidad de recordarlos y perpetuar sus obras, con gratitud por brindarnos sus vidas llenas de éxitos, luz y creación, que hoy se reflejan claramente en nuestra música cubana.

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