A los 9 años llegó a Jujuy, sola, en tren y con la ilusión de crecer. – .

A los 9 años llegó a Jujuy, sola, en tren y con la ilusión de crecer. – .
A los 9 años llegó a Jujuy, sola, en tren y con la ilusión de crecer. – .

El trabajo en cualquiera de sus formas dignifica, hace florecer en las personas un hábito fundamental de progreso que se manifiesta en su vida cotidiana. Así, María del Carmen Castro encuentra en su trabajo diario su alegría y sustento. Una mujer que se fue construyendo con el tiempo, con éxitos y frustraciones; defectos y virtudes que la complementan como figura femenina que cocina para sobrevivir, llevando una vida que decidió compartir con orgullo. Desde hace cincuenta años, el esfuerzo y la dedicación al progreso han marcado su personalidad.

Voluntaria y persistente, elabora sus empanadas, sándwiches y papas con queso que vende en la plaza principal de la ciudad con el objetivo de salir adelante cueste lo que cueste. “La calle es mi lugar de trabajo. Mi padre murió cuando yo tenía nueve años, a mi mamá no le importó y me abandonó”, dijo la mujer que tuvo una infancia difícil en su ciudad natal, Presidencia de la Plaza, a media cuadra del juzgado Chaco Por Siempre en la provincia. del Chaco. A la incertidumbre de la soledad sin padres que la protegieran se le sumó el hecho de encontrarse en medio de la extrema pobreza y, a los nueve años, tomó la decisión que definiría un nuevo rumbo para su vida. Entonces, vio el tren como la ruta más auspiciosa a seguir y, sin pensarlo mucho, se puso a viajar donde le dictara el destino.

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El 21 de septiembre de 1963 hacía mucho calor en la “Copa de Plata”. Y en la actual ex estación de tren, los viajeros participantes en un constante ir y venir no paraban de llegar y salir, en una coreografía interminable. Y en ese momento, antes del inicio de la primavera, llegó esta chica chaqueña. “Fue una época con gente nueva y los primeros años fueron tristes, hasta fatales, porque me costaba adaptarme a una ciudad que no era la mía y no conocía a nadie, sobre todo siendo niña. Dormí en la calle, en las plazas y a la orilla de los ríos”, dijo Castro, quien fue rescatada por Victoria Vega España, una mujer que se apiadó de la situación y le dio un lugar en su familia. “Llegué a su casa, le conté mi historia y ella me trató como si fuera su sobrina, luego me matriculó en el colegio de Pucarita”, recordó.

Así terminó el nivel primario. Si bien tenía intenciones de continuar con la secundaria, priorizó el deseo de progreso personal y abandonó ese hogar jujeño que la cobijó durante años. “Ella tuvo sus hijos, nunca me trató mal; pero ya no quería ser una carga”, dijo con nostalgia esta trabajadora incansable que salió una vez más a la calle a buscar una y mil maneras de lograr su buena fortuna. Lo que pudo conseguir lo vendió en la calle. Así se ganaba la vida. Y con el tiempo logró alquilar y empezar de cero. Había decidido dedicarse a hacer comida “sobre la marcha”, pero como proyecto aún era ambicioso. “Como no tenía horno, me dediqué a hacer pizzas al brasero y al carbón; Los preparaba con la tapa de una olla”, explicó Castro, detallando que la lucha siempre fue en sus días.

Sin embargo, cuando cumplió quince años, el amor la abrazó fuertemente a través de Florencio Vallejos, el hombre con quien comparte su existencia. “Él siempre está a mi lado, ahora delicado de salud. Sigo por mí, por él. Hoy soy madre de los hijos que me dio Jujuy y que ya me hicieron abuela. Me siento muy orgullosa”, resaltó esta mujer que recordó que juntos para ellos -cuando eran pequeños- les colocaba una manta para su juego, mientras daban de comer a las palomas. A los 17 años eligió la zona de la Plaza Belgrano para vender sus preparaciones.

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“Caminaba para todos lados, a veces daba la vuelta a la esquina de Tribunales. Fui con un conservador hecho con la caja de fresas y un mantel; después compré un conservador”, reveló. Todo salió bien gracias al esfuerzo y a ese espíritu que superó cualquier adversidad. “Siempre he trabajado con empanadas, luego comencé a trabajar en sándwiches. Ahora hago pizzas, papas con queso y hamburguesas”, dijo la persona que lleva el pan de cada día a su mesa, agradeciendo a Dios y a sus clientes porque es por ellos que se encuentra de pie. María del Carmen pasó por necesidades y dificultades, pero continúa con la esperanza de seguir viviendo de manera respetable.

 
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