en busca del camino – .

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La reducción de la inflación, el retorno de los equilibrios macroeconómicos y la recuperación del crecimiento del 2% proyectado para este año son datos que mejoran algo el ánimo, pero sólo hasta cierto punto: es un desempeño mediocre para un país como Chile, que creció mayores de 30 años en promedio 5%. El FMI, en su reciente informe, proyectó el crecimiento del país en 2% para 2024 y 2,5% para 2025 y, con estas cifras, Chile completa cuatro años creciendo por debajo del promedio mundial, luego de haber crecido sistemáticamente por encima del mundo. durante algunas décadas.

El desafío de reactivar el crecimiento potencial a un nivel mayor y más sostenido sigue pendiente. Variables clave, como la inversión, se proyectan negativas (-2%), según el último Informe de Política Monetaria del Banco Central. Por su parte, la productividad permanece estancada desde hace dos décadas, según la Comisión Nacional de Productividad.

Y no hay señales claras de que esto vaya a cambiar. El clima para hacer negocios se está deteriorando y así lo demostró la unidad de Inteligencia Económica en su reciente clasificación de condiciones para los inversionistas en los distintos países, en el que Chile cayó ocho posiciones.

Las explicaciones se conocen desde hace algún tiempo: polarización política, mayores costos laborales e impositivos, reformas desacertadas que generan inseguridad jurídica y no son favorables a las empresas, una creciente complejidad regulatoria y un aumento de la delincuencia. Todo ello configura un escenario que no permite pensar por ahora en un mejor horizonte para la inversión y el crecimiento sostenido.

Producir en Chile se ha vuelto demasiado caro versus radicarse en otro lugar. Estamos perdiendo un gran activo que diferenciaba al país en la región. Mayores costos regulatorios; exigencias ambientales que no consideran la visión productiva; trámites y permisos que tardan años en obtenerse; un Estado que requiere modernización; regulaciones sectoriales que no miden su impacto en la operación; inspecciones acríticas y discrecionales. Factores todos que nos llevan a un país sin visión de crecimiento, que asfixia su sector productivo, la innovación y el desarrollo.

Chile está perdiendo competitividad en un mundo que lucha ferozmente por vender sus productos en el exterior y atraer inversiones. Los sectores exportadores que han impulsado la economía durante décadas, como la minería, la celulosa, la pesca, la salmonicultura, el vino o las frutas, pierden competitividad. Mientras tanto, proyectos emblemáticos planificados desde hace años, como el megapuerto de San Antonio, fundamental para la logística, aún no logran superar la permitologíamientras que Perú avanza a todo vapor con un puerto de gran escala en Chancay.

Por cierto, esto no sólo afecta a las grandes empresas, sino a toda la cadena de valor: trabajadores, proveedores, empresas, comunidades. Es precisamente a través del desarrollo de los sectores productivos que surgen los ecosistemas asociados a cada actividad y nuevas oportunidades de innovación y emprendimiento. Y es ahí donde los sectores público y privado deben comprometerse con una visión de país de largo plazo, para promover el crecimiento y el progreso.

Pese a todas las dificultades, existe interés de varias empresas -nacionales y extranjeras- por desarrollar proyectos en Chile en diferentes sectores (energía, minería, infraestructura y nuevas estrellas como el hidrógeno verde o el litio), donde Chile tiene ventajas comparativas.

Y no debemos desperdiciar esa oportunidad.

Es fundamental dar espacio al dinamismo empresarial y a la innovación. Para lograrlo, debemos centrarnos en mejorar el clima de negocios, simplificar los trámites y permisos necesarios para la creación de nuevos emprendimientos y proyectos de inversión, modernizar las regulaciones y reorientar las reformas en curso con una visión de crecimiento. Y reequilibrar el cuidado razonable del medio ambiente con la visión productiva del país para impulsar el crecimiento.

Además, debemos lograr aumentos de productividad para que vuelva a convertirse en uno de los motores del crecimiento a largo plazo. El que permitió a Chile reducir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de la población. Mejor calidad de la educación, mayor formación y flexibilidad, que permitan transformar nuestros talentos a la velocidad a la que cambia el mundo y así aprovechar las nuevas tecnologías. Y promover el desarrollo de la infraestructura necesaria para la optimización logística y la digitalización para llegar a todos con buena conectividad.

Chile lo hizo hace mucho tiempo, tiene gente talentosa y espíritu emprendedor que nos permiten pensar que pronto retomaremos el rumbo y retomaremos la senda del crecimiento.

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