El futuro de Cuba en la Resolución Conjunta – .

El futuro de Cuba en la Resolución Conjunta – .
El futuro de Cuba en la Resolución Conjunta – .

La firma hizo posible que Estados Unidos entrara en el conflicto armado entre Cuba y España. Su aprobación no estuvo exenta de complejidades


El 20 de abril de 1898 se dio la última firma que necesitaba el gobierno de Estados Unidos para declarar la guerra a España y así intervenir en Cuba. Ese día se aprobó la Resolución Conjunta, un documento jurídico ambiguo y contradictorio, pues afirmaba que el pueblo cubano debía “ser libre e independiente” pero no reconocía a la República en Armas ni a ninguna otra institución de los revolucionarios cubanos.

Tanto la Resolución Conjunta como la declaración de guerra al Imperio español sorprendieron a los comandantes insurgentes. Según el historiador Luis Fidel Acosta Machado, para los mambises fue “un hecho consumado” y exento de negociaciones previas. Más allá del lobby realizado por Tomás Estrada Palma, representante del gobierno mambí en Estados Unidos, los poderes de República en Armas quedaron al margen de los hechos: “el Consejo de Gobierno estaba muy atrasado de lo que estaba pasando”, explicó Acosta. Machado.

Según los estudiosos Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola Vega, hacia 1898 el gobierno estadounidense no tenía una política plenamente determinada respecto de Cuba: “independencia, independencia supervisada, colonia o anexión iban de la mano en las valoraciones de los círculos de poder”. americanos”. Evitando esa indefinición, Estrada Palma comprometió a distintos congresistas a posicionarse a favor de la independencia de la Mayor de las Antillas, ofreciéndoles la entrega de bonos pagaderos en la futura república.

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Varios investigadores han señalado que la costumbre norteamericana de evitar compromisos explícitos con las instituciones cubanas, surgida al calor de las gestas emancipadoras, y el estímulo de las discrepancias entre sus principales dirigentes dieron resultados favorables a las expectativas imperialistas, aunque fuera a largo plazo. término. En tres décadas de apogeo del independentismo criollo, el país del norte no lo reconoció.

Ni siquiera se puede hablar de neutralidad, al menos en sentido estricto, puesto que las autoridades yanquis favorecían sistemáticamente a España. Esto sucedió, por ejemplo, con la traumática frustración del Plan Fernandina en enero de 1895. En esa ocasión, funcionarios estadounidenses se apoderaron de barcos y una cantidad importante de material de guerra destinado a impulsar el reinicio de la insurrección en Cuba.

Sin embargo, cuando se hizo evidente la incapacidad de la Corona española para contener el avance del Ejército Libertador –han explicado los historiadores Torres-Cuevas y Loyola Vega-, especialmente a raíz de la victoria mambisa en la Invasión de Occidente, “la administración estadounidense Comencé a considerar intervenir en la situación cubana”.

En enero de 1898, el régimen autonómico decretado desde el otro lado del Atlántico llegó desactualizado a las circunstancias históricas. Quizás en otro contexto hubiera tenido los efectos deseados. Pero dos años antes de finalizar el siglo, la concesión de autonomía resolvió poco. Los independentistas no se sintieron apaciguados por las nuevas medidas, en las que Madrid depositaba sus esperanzas de reconciliación con la colonia. Mientras tanto, el fundamentalismo tampoco aplaudió las desesperadas concesiones; Por el contrario, surgió una manifestación en La Habana, en la que españoles recalcitrantes ofrecieron disculpas a Valeriano Weyler, a pesar de sus métodos despiadados, en oposición a la política recientemente aprobada.

En tales circunstancias, el cónsul general de Estados Unidos en La Habana, Fitzhugh Lee —un veterano de la Guerra Civil que se alistaría en las tropas intervencionistas en Cuba— instó a su gobierno a enviar un acorazado “en anticipación de ataques a los estadounidenses”. residentes en la Isla o sus propiedades”, tal como aparece en el libro Historia de Cuba. 1492-1898. Formación y liberación de la nación.. A finales de enero, el Maine entró en aguas de La Habana y su misteriosa explosión del 15 de febrero de 1898, de la que españoles y americanos se culpaban mutuamente, fue la caso belli para una declaración formal contra España.

La resolución McKinley

McKinley se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en desplegar acciones militares oficiales en territorio cubano. / Archivo BOHEMIA.

William McKinley fue el vigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, el último veterano de la Guerra Civil en ocupar ese cargo y el tercer presidente asesinado en el cargo. Proveniente de una familia metodista de Ohio, llegó a ser gobernador de ese estado entre 1892 y 1896. Ingresó a la Casa Blanca para permanecer allí hasta el final de su vida, en 1897, tras la que fue catalogada como la victoria electoral más contundente. en los 25 años anteriores. Su historia se entrelazó con la de Cuba cuando, después de 30 años de contemplaciones oportunistas, Estados Unidos intervino a gran escala en los asuntos de la más codiciada colonia española, hecho ocurrido bajo su mando.

La enigmática voladura del Maine en febrero, en la que murieron más de 200 marines yanquis, y una insólita campaña mediática antiespañola dentro de su país —cuyas peculiaridades han dado lugar no sólo a estudios históricos, sino también desde la Comunicación y el Periodismo— en abril El 11 de noviembre de 1898, McKinley envió un mensaje al Congreso, conforme al procedimiento legal, solicitando la aprobación de la guerra contra España, con el propósito declarado de poner fin al conflicto en Cuba.

Si bien durante su campaña electoral el presidente se había referido a “la lucha de los patriotas cubanos contra la crueldad y la opresión”, en los días previos al 11 de abril se supo, según la investigadora Francisca López Civeira, que la solicitud de McKinley al legislativo no incluiría reconocimiento de la independencia. En consecuencia, ha señalado López Civeira, “(…) se levantaron protestas por parte de la representación cubana en Estados Unidos y también de algunos sectores y congresistas estadounidenses. La prensa norteña publicó el dictamen de Gonzalo de Quesada que decía: ‘Nos opondremos a cualquier armisticio o intervención que no tenga como objetivo expreso y declarado la independencia de Cuba’. También se conoció la afirmación de Tomás Estrada Palma de que los cubanos lucharían contra las tropas estadounidenses si ese país intentaba obligarlos a aceptar la autonomía y Horatio Rubens, el abogado estadounidense vinculado a los independentistas, expresó que el Ejército Libertador trataría a una fuerza que desembarcara en Cuba sin reconocimiento de independencia”.

El 18 de abril de 1898, ambas cámaras del Congreso, la de senadores y la de representantes, aprobaron la Resolución Conjunta, más conocido en la historiografía cubana por su equivalente español, Resolución Conjunta. La normativa trajo un poco de tranquilidad a los sectores independentistas, pues en su artículo primero decía “que el pueblo de la isla de Cuba es y debe ser por derecho libre e independiente”. La Resolución Conjunta, a pesar de su artículo inicial, dejó al gobierno un margen de discreción en acciones futuras respecto a Cuba. Esto era lo que habían previsto McKinley y un grupo de sus asesores, según el volumen Historia de Cuba. 1492-1898... De hecho, algunos investigadores han sugerido como una de las características del gobierno de McKinley que este presidente logró llevar gran parte de la iniciativa legislativa a la Casa Blanca.

Gómez tenía recelos hacia los estadounidenses, pero en el tema de la intervención, sin Martí y Maceo, era una figura aislada en la selva, a pesar de su alta jerarquía. / Biblioteca Nacional José Martí.

La Resolución Conjunta recibió la aprobación final del ejecutivo el 20 de abril. Los verdaderos objetivos expansionistas de los círculos de poder quedaron enmascarados por la frase que exponía la entrada de Estados Unidos a la conflagración como consecuencia del “aborrecible estado de cosas que ha existido, durante los últimos tres años, en la isla de Cuba”. En ese punto, se hizo referencia a las fechorías cometidas por Weyler durante la caótica Reconcentración, tema que concientizó a parte de la ciudadanía norteamericana y la llevó a solicitar que el gobierno entre en liza, en apoyo a los criollos. De esta forma, Estados Unidos declararía la guerra a España bajo una apariencia de solidaridad con la pequeña localidad vecina, disimulando el carácter depredador de su beligerancia.

Por su parte, en el bando insurgente no prevalecieron las sospechas sobre el papel imperialista que jugaría Estados Unidos durante el conflicto armado y una vez finalizado. José Martí y Antonio Maceo ya no estaban vivos para liderar una posición más distinguida, y Máximo Gómez tenía recelos hacia los estadounidenses pero, como ha afirmado Acosta Machado, en ese “respeto era realmente una figura aislada en medio de la selva”.

En sentido general, los mambises depositaron su confianza en el artículo primero de la Resolución y acordaron colaborar con las tropas yanquis que desembarcarían en el Este porque veían en esa intervención la posibilidad de acelerar la derrota de España, por la que habían luchado. durante tres décadas. A pesar de sus ambigüedades, la Resolución Conjunta se convertiría en los próximos años, en palabras de Torres-Cuevas y Loyola Vega, en “un punto de referencia vital para la lucha sostenida por el pueblo cubano contra una posible anexión”.

 
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