Inteligencia artificial argentina – .

Inteligencia artificial argentina – .
Inteligencia artificial argentina – .

Una de esas frases célebres que están rondando por las redes dice “No entiendo que estén desarrollando inteligencia artificial para robots, cuando hay tanta gente necesitada”.

Como dicen los viejos y sabios dichos populares, este autor anónimo tiene toda la razón, aunque quizás no se haya dado cuenta de que los argentinos llevamos mucho tiempo desarrollando nuestra propia inteligencia artificial. En muchos casos, quienes lo utilizan han tenido un gran éxito personal y disfrutan de una muy buena vida, pero han convertido a nuestro país en esta tremenda calamidad general.

Veamos un caso ilustrativo, casi paradigma de nuestra inteligencia artificial. Uno de los que más lo utiliza es Axel Kicillof, y un ejemplo conocido pero ineludible es la táctica que utilizó en 2012 con la expropiación del 51% de YPF, que estaba en manos privadas desde 1999, cuando Menem la vendió. a la española Repsol.

¿Cómo habría aplicado un robot su inteligencia artificial en este caso? Es fácil resolverlo. El Estado tuvo que pagar a Repsol unos 5.000 millones de dólares, y como, además, había accionistas minoritarios perjudicados por la expropiación, les pagaron una cantidad similar y todos contentos: el peronismo, que la había vendido, recuperó la soberanía nacional. en petróleo, y quienes lo devolvieron recuperaron lo que habían invertido.

¿Cómo aplicó Kicillof la inteligencia artificial argentina? Sí, lo sabemos, y también sabemos la diferencia en su contra que sacó si comparamos la cifra con los diez mil millones que habría pagado la inteligencia artificial del robot:

*A los 5.000 millones hay que sumar otros 4.500 millones de intereses porque pagó a Repsol con tres títulos de bonos que vencieron o fueron reestructurados en los años siguientes.

*A esos 9.500 millones hay que sumar unos 300 millones en honorarios legales que se pagaron a lo largo de diez años.

*Y hay que sumarle también las costas de este juicio, que estimó que el Estado debe a los accionistas minoritarios unos 16.000 millones, más intereses, que en el primer año de la sentencia (tipo anual del 5,41% que lleva desde septiembre hasta 2023). ) alcanzará los 860 millones.

Es decir, utilizar la inteligencia artificial argentina nos costó al menos 16.660 millones más que si hubiéramos utilizado la de un robot.

Esta inteligencia artificial argentina tiene la curiosidad de que no ha sido desarrollada en laboratorios especializados, sino que cada persona la desarrolla por sí misma y se ha generalizado a tal punto que se ha convertido en un ideal cultural, que popularmente llamamos “piolado”.

Hay un número impresionante de piolas menores, todos conocemos algunas y son fáciles de identificar, y también hay organizaciones de piolas menores que dependen de una gran piola que las recluta y las utiliza para su beneficio. Obviamente, las piolas menores se aprovechan un poco para su propio beneficio y también son detectables.

Dos de los grandes piolas de nuestra historia reciente fueron Carlos Menem (al menos era simpático y su inteligencia artificial lo llevó a codearse con San Martín y Belgrano en nuestro panteón de héroes) y Cristina Fernández de Kirchner, pero quien ostenta el El título de alcalde de Piola es Néstor Kirchner: en las elecciones de 2003 quedó segundo con el 21,65% de los votos, y logró acumular tanto poder que creó una dinastía con nombre propio con derecho hereditario al cargo de presidente.

Sin embargo, su primer puesto en esta categoría está en duda porque en las elecciones del año pasado surgió un competidor peligroso que aún tiene mucho camino por delante para demostrar sus capacidades en el campo.

Nada mejor que rastrear sus orígenes para entender el significado amplio de la palabra “piola” (se cree que la buena piolada existe y es aplaudida con entusiasmo, como, por ejemplo, La Mano de Dios).

Tiene al menos dos orígenes. Uno, muy apropiado, hay que buscarlo en el argot de la gente de mal vivir: ladrones, estafadores, delincuentes, traficantes y corruptos.

Una piola, todos sabemos, es una cuerda finita, y en el lunfardo porteño es una derivación de la palabra piolín, que a su vez es la inversión silábica de “limpio”. ¿Quiénes eran las piolas? Los delincuentes que habían tenido el ingenio de no tener antecedentes policiales, o que habían logrado que la justicia no pudiera condenarlos, y si habían sido condenados, habían estado evitando cumplir su condena. Como vemos todos los días, esta clase de “limpios” sigue existiendo entre nuestros famosísimos, poco famosos piolas y varios ladrones de gallinas.

El otro origen tiene connotaciones sexuales: “la piola”, en lunfardo porteño, es sinónimo de pene. Y las piolas tienen su antítesis en lo que ellos mismos llaman boludos, palabra que también se relaciona con los órganos reproductores masculinos: los testículos, que los únicos que los llaman son los médicos.

Ambas calificaciones de las personas son metáforas poéticas y se explican por las funciones o acciones sexuales de estos órganos: la pelota se queda afuera, mientras que la piola logra quedarse adentro.

La inteligencia artificial argentina no es exclusiva de los políticos, aunque por méritos propios han logrado ubicarse en un lugar privilegiado en esa categoría social.

El último gran allanamiento lo anunció Clarín, que comenzó con esa otra “caja negra” de la póliza financiada con seguros que el Estado contrató para los créditos otorgados a los jubilados durante el último tramo del kirchnerismo y se convirtió en una pelota gigantesca de inteligencia artificial utilizada para hacer que la corrupción sea más eficiente.

Ideado por un piola junior, sigue vigente y no sabemos cuánto nos costará. Estas cosas pasan cuando los idiotas nos perdemos.

Néstor Barreiro es periodista y escritor.

 
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