Un artesano para desatar esos nudos y desarmar el malestar de las personas – .

Un artesano para desatar esos nudos y desarmar el malestar de las personas – .
Un artesano para desatar esos nudos y desarmar el malestar de las personas – .

Noel Pacheco Vélez es el psicólogo que tiene una historia que está escrita en forma de espiral que se estira y se contrae sin que nadie sepa cómo ni cuándo. De lo que está segura es que seguirá con este trabajo como psicóloga el resto de su vida.

Lo toma como el trabajo de construir cosas nuevas desde una perspectiva psicoanalítica. Siempre hay un eje y gira alrededor de ese núcleo duro, en una órbita que no siempre es perfecta ni predecible, donde puede haber una parada repentina; bueno, como su vida.

Cuando piensas en tu viaje, cuando tomas la vida en tus manos y la observas, te das cuenta de cosas que permanecen constantes.

Vuelve a su infancia en aquella casa de Juramento y Güemes, que ahora es un negocio, y encuentra los tejados, las tardes de duende y los juegos en la calle; con los fantasmas del Colegio Nacional y la ternura de una niña que miraba la vida desde un balcón.

“Los fantasmas sirven para sostener el deseo”, dice con el libro de Freud en la cabeza. Se liberará en el extenso diálogo con La tribuna

“Aún no sé por qué siempre me cambiaban de escuela. Estuve en varias escuelas y colegios. Creo que debe ser porque mis padres querían enviarme a escuelas privadas y luego no pude pagarlo y volví a la escuela pública. Tengo buenos recuerdos de Indalecio Gómez y de la Urquiza. Quizás por eso defiendo la educación pública”, definió.

Mónica y Julio, sus padres, criaron a 5 hermanos así que cualquiera puede imaginar las dificultades económicas. A los 12 años se mudaron al pueblo de San Lorenzo donde pasaron su adolescencia.

Con la secundaria pasó lo mismo que con la primaria. Recorrió diversas instituciones de educación secundaria y regresó al Colegio Nacional donde se graduó. Y se da cuenta de que la vida es un tiovivo. Volvió a jugar en los patios encantados de aquel colegio.

Luego canta: “Uno siempre regresa a los viejos lugares donde amaba la vida…”, y se ríe; ella se revela.

“Tengo el recuerdo de San Lorenzo vagando por los cerros, por las montañas, con las serpientes, los cerdos y mi padre criándonos como podía. Supongo que por eso es tan importante el padre para darnos una dirección o guiarnos. Por eso antes de la muerte de mi padre empezamos a nadar en la oscuridad”, dice y se aferra.

Entiende que los diversos espacios institucionales le dieron versatilidad y flexibilidad para adaptarse a las nuevas condiciones; para adaptarse a los cambios permanentemente.

Al momento de graduarse de la secundaria, se definió por la Psicología, decisión en la que su madre tomó relevancia. “Te vas”, me dijo mi madre. Y me fui a Tucumán porque mi hermana ya estaba estudiando. Por supuesto, fuimos a muchas pensiones y lugares”, se ríe.

Él también hizo de todo. Noel comenzó a trabajar y estudiar, lo que hizo que su rumbo no fuera lineal; nada está bien en su vida. Actuó como promotora, trabajó en las discotecas y lo más curioso es que fue conductora de televisión en un show de autos. Ella regresa a su padre y a su dirección y dice que “nunca estuve totalmente perdida”. Acabó en ello, no sabe si, a los 7 u 8 años de carrera.

“El campo de trabajo que busqué es un nudo a desatar que se da entre la educación, la clínica y la comunidad; siempre desde un espacio psicoanalítico. Luego comencé a trabajar en el Ministerio de Desarrollo Social de Tucumán dando charlas en los pueblos, como profesora de secundaria y al mismo tiempo abrí mi despacho. También trabajé con familiares contra la impunidad, en varios espacios pero siempre con otros, con equipos”, dijo la psicóloga.

En San Miguel se enamoró, se casó y tuvo su primera hija: Isabella, que ahora tiene 13 años. Luego, estando en Salta, llegó Francesca, de 7 años.

En medio de esa maternidad en Tucumán, Noel decidió regresar a Salta. “Donde encontrarás la mesa servida con pan al sol…” continúa cantando sobre la necesidad de volver al cariño de la familia. Regresó a su casa de San Lorenzo, volvió a la familia, a los amigos, a los cariños y siguió haciendo nuevos vínculos.

“Mi madre me abrió puertas en el ámbito laboral, entonces comencé a trabajar en Educación en el Contexto de Confinamiento donde descubro personas maravillosas que se sumergen en el mundo de la Educación, descubro otro mundo en la Formación del Profesorado de Nivel Inicial y sigo con ese vínculo que existe entre la educación, la clínica y la comunidad”, dijo. También comienza a descubrir la Magisterio de Educación Primaria y la Formación Profesional, de Grado Superior.

“Entonces, como dicen mis amigos, pateando latas, luego monté mi oficina, al año; siempre en grupo, siempre desde el psicoanálisis”, afirmó.

“Aunque uno va y viene del espacio y del tiempo, hay personajes y valores que se mantienen, que no se cambian. Entré a Psicología gracias a mi hermana que me decía que tenía la capacidad de escuchar a las personas, de resolver, de comprender su malestar; prestarme al otro. Este es mi trabajo: un oficio para desatar esos nudos y desarmar el malestar de las personas. No sé qué sería si no tuviera este trabajo como psicóloga”, dijo muy seria.

En el amor y la amistad

“Volver a los diecisiete años, después de vivir un siglo. Es como descifrar signos sin ser un sabio competente”… y continúa con Violeta Parra. En ese constante ir y venir, regresa al amor del 17, que se resignifica y tiene que aprender nuevamente a construir vínculos.

“Siempre renacemos en el amor y la amistad, en esos encuentros con nuestra mirada. Por eso también es tan importante la familia, porque uno puede cambiar de trabajo, de espacio y hasta de profesión, pero lo más importante es mantenerse fiel al vínculo del amor y la amistad”, afirmó.

Aunque le confesó a su hija mayor que nunca cambiaría de profesión, tiene una pasión oculta por la magia de la fotografía.

 
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