¿Por qué todos queremos ser parte de Río Jarana? – .

¿Por qué todos queremos ser parte de Río Jarana? – .
¿Por qué todos queremos ser parte de Río Jarana? – .

Y otro añade:

—Somos más que un montón. Somos un grupo de mujeres y disidentes que nos unimos a través del arte para expresar nuestros sentimientos, nuestros problemas, a través del tambor, la danza y otras formas de arte. Somos autogestionarios, autónomos, políticos, pero no partidistas.

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María Isabel Sánchez

La génesis del Río Jarana

Todo comenzó en 2018, cuando se realizó en Cipolletti un encuentro regional de Candombe de mujeres y disidencias. Valeria Salinas propuso convocar a un grupo de mujeres para armar una batucada. Ella venía de ese ambiente, por lo que no fue una tarea difícil, de inmediato comenzó con una cadena de llamadas y muy pronto se reunieron para ensayar. Entonces eran 18. Decidieron llamarse Río Jarana: río, porque todos eran del Valle Alto y de una manera u otra fueron abrazados por los ríos; jarana, porque los tambores también son una manifestación de alegría.

Por aquellos días, en Río de Janeiro, Marielle Franco, concejala del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), activista feminista y defensora de los derechos de la favela, fue asesinada a sangre fría, en un crimen con claro rumbo político. Este desastroso episodio acabó moldeando ese nombre, sellando una identidad. Río de Janeiro, Río Neuquén, Río Limay: la misma injusticia, la misma resistencia.

El 31 de marzo de 2018 el Río Jarana hizo su primera presentación. Al año siguiente, se volvieron a reunir para ser parte de la gran marcha del Día de la Mujer y esa pequeña cadena telefónica comenzó a hacerse cada vez más grande.

“Somos una construcción colectiva. Nos llamó a querer participar en el Día de la Mujer con un tambor. Todas venimos de diferentes ámbitos musicales: de la murga, del candombe, de la batucada, pero después de aquel 8 de marzo nos dimos cuenta de que algo había pasado, que había una demanda y que teníamos que abrirnos a abrazar a otras mujeres que Querían sumarse aunque no vinieran de la danza ni de la música”, explica otro jarana.

Desde entonces no han parado, al contrario, han creado un gran incendio, que ni siquiera la pandemia pudo apagar.

Todos los viernes de verano, el Río Jarana se reúne detrás del Museo Paraje Confluencia. No es sólo un ensayo: es un espacio de organización, de comunión. Son muchos, cada uno conlleva una historia, una herida y una complejidad. Nada de eso queda en la casa, se lo llevan todo y con eso tejen esta historia, la de una batucada de samba reggae neuquina que convoca a decenas de mujeres a luchar contra la violencia de la desigualdad con tambor en mano y fuego. en el corazón.

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María Isabel Sánchez

Cuando hace cinco años el Río Jarana abrió el juego, por mucho que supieras, te enseñaban. No importaba si tenías tambor o no, ellos lo tenían. Fue así como el grupo se convirtió en un espacio de formación que abrazó tantas voluntades, que hoy reúne a 127 mujeres y disidentes. Nada fue gratis, todo se construyó a partir del aprendizaje colectivo, no sólo desde el punto de vista musical o coreográfico, que es una formación disciplinada y permanente, sino también desde la gestión.

Gestionar, la clave

Gestionar talleres para aprender, gestionar el dinero para que a nadie le falte su instrumento, gestionar recursos para viajar a los Encuentros de Mujeres, gestionar las emociones para que las cosas funcionen, gestionar un espacio para ensayar en invierno sin que los vecinos nos denuncien, etcétera.

—Muchos se preguntan: “¿Quién paga todo esto?” ¡Nosotros! Es un tambor, una faja, un mazo, una camisa, una falda y maquillaje. Trabajamos muy duro para poder comprarlo todo. Aprendemos a gestionar en la construcción colectiva. Lo mejor es que los compañeros que llegan se enamoran de él. Hemos estado demasiado excluidos de la sociedad como para que nadie se sienta excluido desde Jarana. Nos abrazamos hacia adentro.

En febrero todo renace y el Río Jarana reabre la convocatoria para participar en el 8M, pero ahora “se hacen talleres obligatorios para que los compas que ingresan aprendan lo básico, pero también para que entiendan que todo es una gran responsabilidad y compromiso con cada uno”, explican.

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El encuentro con las Jaranas es una experiencia coral: diversa, armoniosa. En un gran círculo cuentan su propia historia con orgullo, con la alegría de reconocer su propio camino. Hay uno, dos, diez compañeros circulando. Vale, Flor Segovia, Sol Gramigna, Flavia Melo, Clota Miranda, Cecilia Díaz, son algunas de las que más se atreven a hablar. Pero todos ríen, todos se conmueven, todos están atentos para que a quien esté a su lado no le falte de nada.

De repente aparece un grupo de chicas que llegan gritando, riendo, haciendo ruido. Vienen y abrazan a sus compañeros entre sus pequeñas y cariñosas manos. Como Maite, de 11 años, y Amparo, de 8, que vienen con sus madres. Y entonces la ronda cobra otra dimensión, una maravillosa que reúne a niñas y mujeres cercanas a los 80 años con las mismas ganas de vivir, con las mismas ganas de transformarlo todo.

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María Isabel Sánchez

Nada es casualidad en el universo Río Jarana. Cuando comenzaron los primeros toques, los ritmos predominantes eran más de batucada, quizás de enredo de samba. Con el tiempo, eso mutó en otra cosa para poder contener la diversidad de estilos, la cantidad de instrumentos y de alguna manera, las mujeres comenzaron a apropiarse del samba reggae y su ritmo. Como si se hubiera acurrucado naturalmente en esa trinchera de resistencia que construyen estas mujeres. “El tambor es siempre ancestral, es resistencia. Pero el samba reggae es un ritmo que viene del Salvador de Bahía, que se expresa contra la esclavitud, el racismo y el clasismo a través de la alegría”, explica Jarana.

Y en esa transformación apareció también la danza. “La danza nos permitió cosas increíbles, como albergar a los niños. Fue un desafío y es un desafío contenerlos, cuidarlos y al mismo tiempo aprender de todo lo que nos enseñan”, dice otra Jarana.

En una ocasión, mientras entrenaban, recibieron a la bailarina afro, Marcela Gayozo, y de ella adoptaron una forma para referirse a la diversidad que los habita: “aguas tranquilas, aguas fervientes”. “Eso también nos permitió bailar, entender que no hay que hablar de personas mayores o jóvenes, sino de diferentes energías, como aguas, unas más turbulentas, otras más tranquilas, lo importante es que todos compartamos el mismo fuego para expresar”, afirman.

La pulsera de Lucrecia Peñalva

—Todos los que estamos aquí lo elegimos. Hay plena conciencia de que si vas a tocar tienes que venir a los ensayos. Tenemos nuestros propios códigos y lo que lloramos también es nuestro.

Este año, Río Jarana decidió lucir una pulsera en nombre de Lucrecia Peñalva, quien falleció el año pasado, luego de años de intenso sufrimiento producto de una mala praxis por una epidural aplicada incorrectamente durante su segundo parto. Mamá, amiga, compañera, Río Jarana. Desde su silla de ruedas, luchando contra el avance de la Aracnoiditis y su propio dolor, Lucrecia bailó hasta el final. Lo sigue haciendo en memoria de sus compañeros, que siguen exigiendo justicia.

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En una de esas marchas, los Jarana terminaron su presentación, armaron todo y comenzaron a desplazarse hacia otros lados. De repente, se dieron cuenta de que no estaban solos, sino que mucha gente los seguía. Ese día se dieron cuenta de que lo que están haciendo es serio.

—Mucha gente prefiere marchar con nosotros. Si la gente se identifica con esto quiere decir que no estamos haciendo las cosas tan mal.

Los Río Jarana cada día están aprendiendo a organizarse en asamblea, a trabajar en comisiones: “Hay comisiones para todo: comisión de finanzas, agua, vestimenta, logística, maquillaje, cuidados, vestimenta de tambores, artivismo, vestimenta, cosas perdidas, fiesta. Si no los hay, los inventamos”, dice uno y todos se ríen.

Pero sobre todo, cada día aprenden que se necesitan, que no hay Río Jarana si falta uno, que cada uno desde su lugar es importante, fundamental.

“No es fácil, también estamos plagados de patriarcado. Agruparnos nos da algo maravilloso y nos pone bajo tensión. Aquí aprendemos a blanquear los conflictos, a cuidarnos. Todos somos importantes. Somos una totalidad”, explica Jarana. Y otro añade: “es infinito lo que se aprende con tambor en mano, en que nos construimos y deconstruimos juntos”.

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María Isabel Sánchez

Y entre tambores, negrura y resistencia aparece el poeta cubano Nicolás Guillén: “¿Cómo se puede ser indiferente a ese gran río de huesos, a ese gran río de sueños, a ese gran río de sangre, a ese gran río?”

Río Jarana nos enseña que se pueden crear espacios más justos si salimos a la calle con respeto, baile, tambores y corazón. Esas mujeres que bailan rabia, esas niñas que convierten el dolor en música, son también escuela de solidaridad, libertad y humanidad. El resto, que el río se lleve el resto.

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