¿Se combate la corrupción con simulaciones? – .

¿Se combate la corrupción con simulaciones? – .
¿Se combate la corrupción con simulaciones? – .

Las Cortes Generales tienen dos Cámaras, el Congreso y el Senado. En ellos asistimos a una especie de contienda donde la corrupción recibe un tratamiento diferente. Ambas comisiones investigan exclusivamente las fechorías del adversario político, en lugar de unir fuerzas contra la corrupción que es una vergüenza para la democracia. Se anticipa una lista de comparecencias y se aplazan citaciones de alto perfil en función de lo que ocurre en la comisión paralela, como si a los partidos no les interesara luchar contra la corrupción y se contentaran con instrumentalizar escándalos ajenos para eclipsar aquellos otros que no faltan entre sus filas. Si se combinaran esfuerzos, es probable que se adoptaran rápidamente medidas eficaces.

Con este doble rasero se relativiza lo que afecta a los afines, resaltando con fervor todo lo que se derrama en la trinchera rival, como si con ello pudieran redimir a sus ídolos con pies de barro. Resulta escalofriante presenciar este cruce de cuchillos dialécticos, donde a priori abundan las descalificaciones y los elogios, más allá de que sean prejuicios favorables o adversos en ambos casos. El enemigo es satanizado y parodiado con crueles sarcasmos que su grosera exageración hace inverosímiles, ignorando los datos que podrían revertir o matizar esa opinión.

Que un ministro designe como asesor principal a una persona cuyo perfil no lo justifica es algo inquietante y debería preocupar por igual a ambas alas de ambas cámaras. Que la presidenta madrileña convierta las confesiones fiscales de su socio en un ataque del Estado para desprestigiarla tampoco debe dejar indiferente a su partido. Pero cada bando defiende a sus correligionarios, destacando los topos del oponente y sólo pretende luchar contra la corrupción. Lo único que cuenta es ganar la próxima contienda electoral. Hay confianza en lo volátil que es la memoria colectiva. Nadie recuerda que un tal Pablo Casado quiso vender el edificio de la sede porque estaba asociado a financiación ilícita, sobres escondidos y discos duros destruidos a martillazos.

Si los representantes no dan ejemplo, no se puede exigir una corrección que parezca panolis

Corre el rumor de que la esposa de César debe ser honesta y parecerlo. Que la mujer de Pedro Sánchez fuera contratada nada más llegar a La Moncloa fue una lamentable coincidencia, pero también lo es cuando sale a la luz y cómo se dosifica en función de lo que ocurre en la comisión paralela. Esta praxis política es tan deplorable como lo que pretende perseguir. La democracia necesita recuperar su pedigrí, tan amenazado por las teocracias, dictaduras y populismos de la época. Ganar cómodamente unas elecciones no redime a un autócrata como Putin, capaz de aniquilar impunemente a quienes considera un peligro para sus intereses. Una victoria electoral aplastante no nos exime de rendir cuentas, como si las encuestas pudieran justificarlo absolutamente todo.

El poder político y económico alcanza niveles execrables de impunidad que contrastan con las exigencias a los más desfavorecidos. La ley no parece igual para todos y esto socava el respeto que se le debe. Si nuestros representantes electos o quienes ocupan altos cargos no dan ejemplo, será difícil exigir una corrección que parece típica de Panolis. El contraejemplo de personajes públicos de enorme relevancia genera daños no despreciables a la comunidad sociopolítica donde se produce. Entonces la gente no presta atención ni a los códigos y normas de conducta ni a las ganancias de las que se jactan quienes rompen las reglas para obtener algo de ello. Sería una tontería intentar imponer lo que niegan con sus hechos, trampas y trampantojos.

¿Cómo puede alguien atreverse a pagar impuestos con Trump en la Casa Blanca, cuando éste se jacta de haber eludido siempre esa responsabilidad colectiva? Si no paga o incluso defrauda a quienes deben gestionar la recaudación de impuestos, ¿qué debe hacer el ciudadano común y corriente? Intentar hacerse pasar por víctima de una conspiración o algo así es un truco que ni siquiera quienes recurren a él creen. No se puede blanquear ninguna fechoría centrándose en otra y lo interesante es perseguir fraudes sin importar su color político, criticándolos todos a la vez con igual intensidad, aunque quizás lo mejor sería ser más intransigente con aquellos con intereses similares. ¿Qué sentido tiene argumentar que su corrupción supera la mía, excepto para evitar una u otra responsabilidad?

Veamos lo que realmente significa la palabra ‘corrupción’, es decir, “el deterioro de valores, usos y costumbres”, que es mucho más dañino y letal para la sociedad que la corrupción económica, por mucho que ambas cosas ocurran continuamente. y hacernos aparecer unos a otros. Pretender revertir o frenar este deterioro en realidad lo intensifica. Dejémonos de simulaciones que sólo convencen a quienes ya están convencidos y desperdician indulgencias con sus propios anfitriones. Hay que afrontar la corrupción de forma conjunta y sin medias tintas, adoptando medidas que resulten eficaces para prevenirla o castigarla con seriedad y sin espectáculos tan pueriles como absurdos.

Nuestros valores, prácticas y costumbres están en juego en esta batalla. Todo lo que configura nuestra vida cotidiana y por tanto guía la brújula de la dirección social. Mostrar comprensión sobre comportamientos que claramente se pueden mejorar, independientemente de quién los lleve a cabo, socava la confianza y fomenta la irresponsabilidad. Hay que reconocer los propios errores y no difuminarlos con los errores de los demás. Hay que investigar a fondo el ‘caso Koldo’ y el novio de Ayuso también, pero no por ello, sino por sus posibles fechorías.

A Rodrigo Rato no se le investiga por haber pertenecido al Gobierno de Aznar, sino por enriquecimiento ilícito que le ha llevado a prisión. El que fue artífice del “milagro económico”, presidió el Fondo Monetario Internacional y fue director de Bankia, ha intentado darnos lecciones en el parlamento sobre los imperativos del mercado y ahora nos habla de una actitud paternal herencia para justificar algunos fondos que hay por ahí, como si no supiera nada de empresas pantalla y testaferros. Te recomiendo que veas la serie francesa ‘Blood and Money’ por si te da ideas.

 
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