Las fuerzas del cielo y la revelación de Dios – .

Las fuerzas del cielo y la revelación de Dios – .
Las fuerzas del cielo y la revelación de Dios – .

Podríamos hacer una larga lista sobre los problemas de nuestro país. Sin embargo, hay un punto decisivo que merece ser destacado. Me refiero a la paz social. Para ello, basta observar los ajustes de cuentas que se dan entre fracciones de la clase dominante en la mayoría de los países latinoamericanos, ajustes en los que abundan las ejecuciones, para apreciar que en esta Argentina maltrecha, la violencia política no ha establecido su verdadero significado. , virtud que obedece a diversas causas pero que merece ser reconocida, incluso por quienes afirman con la certeza del dogma de la fe que la Argentina es un país inviable. No quiero ser un optimista violeta ni imitar a Cándido, el personaje descrito por Voltaire, pero este país, a pesar de todo lo que sabemos y sufrimos, conserva notables reservas democráticas y culturales que trascienden la situación de un gobierno y que no podemos ignorar. No soy partidario de este gobierno, no lo voté y tengo muchas críticas que hacer, pero en principio admitamos que más allá de los irritantes arrebatos verbales del presidente, las libertades funcionan y las instituciones también. No son perfectos ni completos, pero están presentes y ponen límites a las fantasías autocráticas de más de un gobernante.

Milei es hoy la presidenta de los argentinos por la sencilla razón de que así lo decidió una mayoría de argentinos. Está donde está como consecuencia de los errores, las torpezas y las miserias de los gobiernos pasados. “Un voto enojado”, han calificado algunos esta decisión; “Voto” la esperanza, han dicho los dirigentes oficiales. En todos los casos fueron los votos los que decidieron y el futuro dirá las consecuencias de ese enfado o de esa esperanza. El presente es el que tenemos: complicado, difícil, injusto para los sectores más vulnerables socialmente. El gobierno, pese a todo, tiene un notable crédito social, crédito otorgado por la promesa de la mítica luz al final del túnel; crédito ganado por un presidente del que se pueden decir muchas cosas excepto que es corrupto o que está en el poder para enriquecerse a sí mismo, a su familia y a sus amigos, una virtud valiosa para un país harto y hastiado de la corrupción de fracciones de su población. clase dominante tradicional cuyos beneficiarios más destacados –aunque no los exclusivos– han sido los peronistas en la versión menemista, la versión kirchnerista o la capanga provincial o versión cacique del Conurbano; Finalmente, crédito dado porque las sociedades odian el vacío y ninguna de las facciones de la oposición hasta la fecha está en condiciones de presentar algo confiable o algo diferente a las soluciones económicas propuestas por Milei.

Los créditos, por definición, brindan un respiro pero no son ilimitados. Además, siempre se entregan con una promesa a cambio. Hasta la fecha, lo que prevalece son los rigores del ajuste considerado inevitable, tanto por el oficialismo como por la oposición. En algún momento habrá rendición de cuentas, en algún momento se exigirán resultados. ¿Optimista o pesimista? Ni una cosa ni la otra. Realista en cualquier caso. No espero milagros, pero tampoco estoy dispuesto a prolongar la temporada en el infierno. Espero que a Milei le vaya bien, es decir, que asegure una gobernabilidad cuya manifestación más clara sea la integración de las grandes mayorías nacionales a una vida bastante digna, pero no descarto que no pueda cumplir su promesa y mucho menos descarto que todos los que hoy lo apoyan, mañana serán los primeros en pedir su cabeza. Conozco a los argentinos y sé lo volubles que son y con qué facilidad odian lo que amaron ayer. Milei hoy se da el lujo de sacarse licencias verbales, políticas y hasta de viaje. Todo está bien. Que aproveche y disfrute de la luna verbal de él, de él y de su hermanita. Pero las lunas de miel terminan y luego vienen la sucesión de días con sus exigencias diarias.

Las exaltaciones verbales le han valido a Milei el apodo de “loca”. E incluso más de uno votó por él con la convicción de que en este país loco sólo un “loco” podría sacarnos del pantano. Bueno, ya tenemos a los “locos” en la presidencia. Su desplante retórico puede avalar esa identidad que tan buenos resultados electorales le ha dado, pero todos sabemos, y él lo sabe ante todo, que un país no se rige por la locura. Milei puede sufrir algunos desequilibrios nerviosos –se dice que todo hombre que ejerce el poder a su manera los sufre– pero, a fin de cuentas, no mastica vidrio. Su liberalismo conservador y de derecha es absolutamente racional; Su intención de concentrar el poder en su persona es racional y también lo es su liderazgo con las masas, un liderazgo de clara filiación populista. Milei hasta la fecha no ha utilizado el mítico balcón populista, pero su intención de relacionarse con el “pueblo” sin mediación institucional es evidente y, a la hora de la verdad, es tan popliuste como el balcón de Perón y las fiestas de moda de Cristina. en los patios de la Casa Rosada. Milei, dijo rápidamente y con los matices del caso, es una clásica populista de derecha. Esa identidad es más que evidente. Él es el responsable de confirmarlo todos los días. Y, además, lo hace en todos sus viajes, ocasión en la que no pierde la oportunidad de reunirse con los más sonados exponentes de la extrema derecha internacional. Esa identidad que a veces se dice liberal, a veces se dice anarco-libertaria, no inhibe la práctica de un misticismo singular en torno a las fuerzas del cielo y la revelación, un misticismo que está reñido, hasta donde yo sé, con la tradición liberal. ¿Está bien o estás equivocado? Que yo diga que para mí está mal no tiene importancia, porque lo que importa es que uno tiene derecho a hacer lo que crea conveniente en cuestiones de ideas e identidades. Y si, en cambio, catorce millones de argentinos han votado por un candidato liberal, de extrema derecha y místico, desde el punto de vista de la legalidad democrática no hay nada más que decir.

También pertenece a las canteras del populismo generar periódicamente conflictos con los medios de comunicación, con los adversarios políticos y con la Justicia. Milei en ese sentido no se ha privado de nada y es un populista de pleno derecho. Sus insultos a periodistas y directores de periódicos transforman a Cristina y Néstor en republicanos tímidos y serviles; la propuesta para la Corte de un juez polémico y en más de un caso repudiado como Ariel Lijo, es un extraño homenaje a la casta; Declaraciones de Bertie Benegas Lynch con principios centrales de la Ley 1420, no sólo expresando el pensamiento íntimo de los principales dirigentes de Libertad Avanza, sino también resaltando sus flagrantes contradicciones con el ideario educativo liberal de la Generación del Ochenta. Milei dirá que es liberal pero en realidad está más cerca de Menem que de Roca y de Néstor que de Alberdi. Nada de esto le impide considerarse un león y vanagloriarse de ser el segundo presidente más famoso del mundo, vanidad y narcisismo que, según nuestros críticos latinoamericanos, nos distinguen inequívocamente, como a ese argentino, para decir un chiste mexicano, quien, sorprendido por una tormenta en una excursión al campo, intentó convencer a los anfitriones de que no le tuvieran miedo a los rayos porque solo son fotos que Dios le está tomando.

 
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