Santi Balmes No tiene filtro, como dicen ahora. Al menos no tiene tiempo para hablar de sí mismo, que es a lo que se dedica en estas 192 páginas. Llámelo déficit de atención, hiperactividad o pensamientos superpuestos. Aquí están desbordados, y eso teóricamente se limita a un día determinado de su vida. El equilibrio es agotador. Una imaginación inagotable. Una turbina para conectar ideas que arrasa. Y alterna momentos chispeantes y divertidos con otros no tan logrados. Estoy convencido de que él mismo lo sabe y lo asume. Y estoy seguro de que eso es parte de su encanto.
Al fin y al cabo, es algo que también ha ocurrido con frecuencia en algunos de los discos de Amor de lesbianas y especialmente en muchos de sus conciertos. La combinación de momentos destacables, en los que la inspiración volaba alto, con un humor que, al menos a mí, particularmente, me hacían indigeribles y me hacían olvidar lo mucho que me gustaban en su momento. “Maniobras de escapismo” (2005), “Cuentos chinos para niños de Japón(2007) y gran parte de “1999” (2009), sus tres primeros discos en español.
Aquí se alternan momentos hilarantes (me reí más de una vez) con otros que me resultan un tanto engorrosos, sobre todo cuando entabla conversaciones surrealistas imaginadas con Charles Bukowski. Sí me gusta, sin embargo, el juego que se extrae de muchas de las canciones elegidas, agrupadas en listas de reproducción al final de cada apartado. Creo que son más de cien. Todo de autores muy diversos. Desde The Velvet Underground hasta David Bowie. Y lo que más me ha convencido, con diferencia, de este libro irregular y sin demasiadas pretensiones, aunque está muy bien escrito (para tomar mejor su pulso literario ya tiene otras obras), es el capítulo dedicado a explicar qué significa ser Catalán. Hoy en día: eso me parece un encuadre. Debería ser de lectura obligatoria según en qué zonas.
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