12 años sin el gran maestro de la ciencia ficción

12 años sin el gran maestro de la ciencia ficción
12 años sin el gran maestro de la ciencia ficción

Ray Bradbury dijo en el programa de Cristina Mucci en 1997, cuando viajó a Argentina para visitar la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: “Los libros no han desaparecido, gracias a Dios, pero se puede decir que son una especie en extinción, especialmente en el En Estados Unidos el sistema educativo no enseña bien a leer y se está formando toda una generación de niños ignorantes”.

La desaparición de los libros, emblema de la cultura aún hoy, parece haber sido una preocupación de Bradbury a lo largo de su vida, teniendo en cuenta que Fahrenheit 451 se publicó en 1953 como respuesta a la censura impuesta por el macartismo.

Bradbury sabía de lo que estaba hablando. El programa de la propia Cristina Mucci junto al de Osvaldo Quiroga, los dos únicos que hablaban de libros en la TV Pública, fueron sacados del aire por el gobierno de Javier Milei.

Durante la dictadura cívico-militar que comenzó a imponer el terror en Argentina el 24 de marzo de 1976, se quemaron libros como forma de censura gubernamental y también de autocensura. Dado que los libros amplían el mundo y suelen ofrecer diferentes versiones del mismo contrariamente a la imposición de un solo pensamiento, algunos títulos constituían una amenaza para la vida.

Milei no los quema, prefiere plagiarlos y, en un momento en el que la Inteligencia Artificial es vista en muchos países más como una amenaza que como un progreso, se dedica a admirar choluly a los grandes de la tecnología.

Fahrenheit 451 marcó a varias generaciones, fue llevado al cine, al teatro e incluso a los videojuegos y, en pleno siglo XXI, sigue constituyendo un libro visionario. El mundo deshumanizado e hipertecnológico parece empezar a materializarse, al menos en los deseos de algunos gobernantes.

Ray Bradbury y su distopía de distopías

El autor de Fahrenheit 451, Crónicas marcianas y tantos otros libros, era un lector compulsivo desde que aprendió temprano a hacerlo. Narró en una entrevista que a los 12 años fue por primera vez a una biblioteca y cuando llegó descubrió que muchas personas lo estaban esperando: desde Shakespeare hasta Emily Dickinson para guiarlo en la oscuridad que en ese momento era para él el camino de la lectura. .

“La gente debería aprender de la historia de la destrucción de los libros”, dijo cuando ya era un escritor consagrado. Cuando tenía 15 años, Hitler quemó libros en las calles de Berlín, entonces aprendí en ese momento lo peligroso que era, porque si no teníamos libros y no sabíamos leer, uno no podía ser parte de ninguna civilización, uno No podría ser parte de una democracia”.

En la misma entrevista relata haber escrito la primera versión de Fahrenheit en 1951, en el sótano de una biblioteca donde trabajaban los estudiantes. En ese lugar, repleto de máquinas de escribir disponibles, logró aislarse abandonando el ruidoso ambiente familiar cuando ya tenía dos hijitas “hermosas y ruidosas”.

“Montag (el pirómano) vino a mí y me dijo: ‘¿Sabes quién soy?’ ‘No’, respondió, ‘cuéntame’, y me vino a la mente el cuerpo de bomberos y me contó su vida anterior. Le dije al jefe de bomberos ‘¿por qué estás quemando libros?’ y me lo dijo”.

Bradbury estaba en contra de la televisión, la manifestación tecnológica por excelencia de su juventud. Pero vivió lo suficiente para aprender sobre la computadora y también sobre Internet. En esto era una persona muy conservadora. Aseguró contra todo pronóstico que (los periódicos) “van a seguir ahí, porque tenemos que volver a enseñar a leer. A medida que pase el tiempo, se volverá a leer el diario., porque nos cansaremos de Internet”.

Su conservadurismo respecto a la tecnología, sin embargo, podría entenderse como un humanismo ardiente y como una advertencia hacia la aceptación indiscriminada de cualquier recurso tecnológico más que como una postura obstinadamente retrógrada respecto de los avances tecnológicos.

Las reservas que existen hoy en día respecto a la Inteligencia Artificial pueden tener en parte razón, aunque también es posible que Bradubury padeciera especialmente fobia a todo lo nuevo.

La verdad es que en algunas cosas no se equivocó. Hoy miramos más a las pantallas que a los seres que nos rodean. El mundo virtual parece haber desalojado al mundo real y basta con mirar a nuestro alrededor, a nuestra realidad nacional, para ver una fobia digna de Fahrenheit 451 contra el conocimiento depositado en la palabra. En Argentina se discute lo que parecía indiscutible, como la gratuidad de la educación en todos los niveles, y hay quienes cuestionan la fundación de universidades.

Bradbury no pudo acceder a una educación universitaria por falta de recursos. Se formó con libros de bibliotecas públicas y en ellos aprendió que los libros son los depositarios de nuestra memoria y por eso son el flanco favorito de todo autoritarismo. También aprendió el valor de la humanidad, de la solidaridad, que hoy cotiza cada vez más a la baja en las bolsas del país y del mundo.

 
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