El mago y sus trucos o el arte de la revelación. Rodrigo Cortés y sus ‘Cuentos Telúricos’

Ojalá pudiera abrir un libro de cuentos y todavía habría verdadera magia.

Ojalá pudiera leer un libro de historias de la tierra que todavía pudiera mirar las estrellas y las espirales de luz a la cara.

Ojalá hubiera historias que invocaran las decenas de placas tectónicas y de repente respondieran con un movimiento. Fuerte. Inesperado.

Ojalá esas historias se quedaran en ese lugar de la imaginación al que puedes regresar, ese lugar donde las historias no te avisan y echan raíces, y te hacen volver y volver a ver, cada vez inesperadamente, sus paisajes y su música: las montañas. de memorias, califas, hermanos sufíes, estudiantes de literatura; un señor Silla, un hombre gordo, en medio del desierto, en una choza asfixiante, una tormenta; chicas muy inteligentes, chicos muy crueles; un autómata con vestido verde y nombre de verano, un aparato que seguro, seguro volará; caracoles y ratas examinando escrituras sagradas, “las sagradas escrituras”, perdón; niños en la playa, madres que leen y se aplican protector solar; agricultores jubilados –en algún lugar del interior de Estados Unidos– que yacen desnudos y miran al cielo; actores pidiendo trabajo; oficinas en ministerios kafkianos; casas en teatros; escenarios con casas, geometrías gigantes en campos sin arar, dioses del mar, fajos de paja, velas, monedas, partidas de ajedrez, epístolas de hermanos, granos de arroz…

Ojalá un libro de cuentos siguiera siendo una caja de Pandora. Ojalá no hubiera fondo. Ojalá los retratos de fantasmas también encajaran. Porque aunque todo el mundo sabe que los fantasmas no existen, son los únicos que pueden pasear y asomarse al balcón de nuestras miserias. Ojalá antes de que te cayeras de ese balcón una mano te detuviera.

Ojalá las historias no evadieran los enigmas ni las preguntas. Ojalá un abuelo todavía le contara y le preguntara a su nieta sobre la muerte, sin respuestas. Porque la muerte… no se entiende.

Ojalá hubiera un jardín. Ojalá sólo miraran las plantas. Deseo una carta de amor que prediga el futuro. Todos los futuros posibles. Lo bello y lo terrible. Ojalá un pareado lo dijera todo. Ojalá entonces se gritara el eterno sí. Espero que Albert y Mileva lo bailen.

Rodrigo Cortés (Pazos Ermos, Orense, 1973), mago y científico, dice que las palabras se ordenan solas… No sé si es cierto, pero sí es cierto que en esa alquimia donde opera mitad ciencia, mitad magia, surgen estas historias. , un prodigio del lenguaje, la música y la luz.

Si tan solo la ciencia terrestre tuviera que mirar la magia honestamente por un momento, y la magia se sintiera limitada por un segundo. A veces los cuentos son vómitos de preguntas, a veces vuelos, a veces expediciones con polvo, a veces una mirada, un susto, un ejercicio de la mente o del pecho, a veces una tabla de multiplicar de palabras y significados, a veces un crack, a veces una bofetada, a veces una Cartas de amor a la luz, a veces ciencia, a veces magia, a veces son solo un truco…

Rodrigo Cortés (Pazos Ermos, Orense, 1973), mago y científico, dice que las palabras se ordenan solas… No sé si es cierto, pero sí es cierto que en esa alquimia donde opera mitad ciencia, mitad magia, surgen estas historias. , un prodigio del lenguaje, la música y la luz.

Teniendo en cuenta, además, que los verdaderos magos, como sostiene el primer relato de este libro, los de verdad, los de verdad…, son los que tienen trucos. Porque como decía Georges Méliès, todo es siempre un truco, y si el truco permite a alguien encontrar un significado que ni siquiera el propio autor sabía que tenía, estaría acabado…

Las buenas historias suelen estar llenas de revelaciones, por eso un verdadero mago nunca revela sus trucos. Ven y lee.

LA FICHA

‘Cuentos telúricos’. Rodrigo Cortés. Casa al azar. Barcelona, ​​2024. 297 páginas.

 
For Latest Updates Follow us on Google News
 

PREV Premio Rey de España por un podcast sobre el “libro más misterioso del mundo”
NEXT libro sobre el habla en esa ciudad – .