‘Leyendo nunca me sentí pobre’, ¿qué leen las personas sin hogar de Barcelona? – .

Entender la ciudad es entender sus debilidades. Desde sus roedores y plagas, hasta sus comunes transeúntes, quienes la habitan sirven de radiografía metropolitana. Barcelona son sus fachadas, su puerto y sus parques, pero hay algo igualmente nuclear en la ciudad que expresa su identidad: el no lugar.

Él no lugar Es ese rincón entre la tierra y el cielo que, aunque desprende un gran rumor de vida, popularmente se ignora. En esos no lugares residir no ciudadanos, aquellos que sufren la experiencia del tratamiento periférico en el centro de una marginación constante. Un espacio invisibilizado por la alta carga de juicio que provoca la mirada devuelta.

Anatoly, transiberiano y nómada, vive en la calle en constante movimiento

Xavi Jurio / Propio

Los llamados homeless o “sin techo” forman parte de la ayuda de Barcelona: más de 4.800 personas viven sin hogar, 1.384 duermen en la calle cada noche. Si te aventuras notarás sus huellas: cartones sobre los que duermen, mantas y edredones, vasos con algunas monedas, material desechable y libros. Este último objeto llama la atención.

Ante la curiosidad que produce un libro abierto en manos de otros, hemos salido a la calle en busca de saber qué leen, cómo acceden a la lectura, si cuentan con recursos o ayudas de instituciones públicas y, de paso, descubrir su club. lectura sin techo. Estas son nuestras reuniones con ellos y a nosotros en la parte inhabitable de esta ciudad.


La lectura sirve como forma de preservar la dignidad y la humanidad.

Martí Gelabert / Propio

El primer encuentro va de la mano de la Fundació Arrels, que lleva 36 años trabajando con personas sin hogar. Dispone de 160 apartamentos y una residencia, una red de asistencia potente aunque insuficiente para las 1.200 personas que la organización calcula que viven en la calle. En el taller La Troballa de la fundación ubicado en la calle Ample, aquellas personas en situación de calle y otras que han logrado salir de ella, realizan trabajos artesanales para su posterior venta en la tienda de la fundación.

Para algunos, la lectura es tan valiosa como un plato de sopa”.

Rocío AlonsoCoordinadora del programa ocupacional de la Fundación Arrels

El espacio destaca, en palabras de la coordinadora del programa ocupacional de la Fundación Arrels Rocío Alonso, “la humanidad de quienes sufren el sinhogarismo. Se fomenta la motivación y les sirve como refuerzo de identidad, porque además de cubrir sus necesidades básicas también alimentamos sus motivaciones: leer, pintar, escribir, cocinar. Para algunos, la lectura es tan valiosa como un plato de sopa”.


Anatoly está leyendo ‘Cuatro cuentos cuánticos’ de Javier Argüello

Xavi Jurio / Propio

En el taller me presentan a tres cómplices habituales de Arrels, conocidos entre sus asistentes por tener fama de lectores. Una de ellas que prefiere permanecer en el anonimato se declara amante de Patria de Fernando Aramburu y la tetralogía de la sombra del viento Por Carlos Ruiz Zafón. En sus propias palabras, “gracias al contenido de los libros que he leído a lo largo de mi vida, he tenido el comienzo de seguir adelante”.

Define los libros como: “fuente de ilusión”. Sus ojos la traicionan y delatan alegría cada vez que menciona la palabra libro. Durante su tiempo en la calle vivió con María, su amiga y compañera de residencia del no lugar bajo la chimenea del jardín de San Pau del Camp. Pasaron horas hablando de los libros que habían leído. Leyeron juntos en el parque y luego lo comentaron. Los libros les ofrecieron refugio. María murió el año pasado por una sobredosis. Recomendar la mujer de papel de Rabih Alameddine.

Horizontal

De todos los espacios públicos, las bibliotecas sirven como refugios climáticos y seguros.

Martí Gelabert / Propio

El segundo cómplice de Arrels es Miguel, de mediana edad, argentino, de ojos azules y carácter sereno. Vivía en una situación de riesgo y exclusión social. Durmió algunas noches en el aeropuerto, entre otros lugares. Ha habitado lo inhabitable. Sus autores favoritos son Thomas Mann, Dostoyevski, Kafka, Borges, Hemingway, Faulkner, Scott Fitzgerald y Henry Miller, entre otros. “La lectura era una especie de droga. Al leer nunca me sentí pobre, de hecho diría que soy millonario”, dice Miguel con firmeza.

En los peores momentos de tu vida, lee Sin Blanca en París y Londres por George Orwell o Trópico de Capricornio de Henry Miller fueron especialmente atractivos. “La lectura te da las herramientas para afrontar determinadas situaciones, te ayuda a ser mejor persona. Cuanto más lees, menos comprendes que somos tan malos como sociedad y que el poder siempre está en las manos equivocadas. Incluso los delincuentes duermen bajo techo en la cárcel”, comenta Miguel mientras aboga por un diálogo común para una sociedad de cuidado mutuo. Ahora lee a Herman Hesse.

Horizontal

José Luis en la biblioteca de Sant Pau-Santa Creu que frecuenta

Martí Gelabert / Propio

Mientras hablamos, nuestras vidas se ven interrumpidas con un minuto de silencio por Ernest –un habitual de Arrels– que decidió empezar a beber dada su situación de riesgo y exclusión social. Murió en la madrugada del sábado y domingo 4 y 5 de mayo. El silencio, sólo roto por los sollozos y gritos de uno de sus amigos franceses, adquiere densidad y textura. Resuena: putain!, putain!

El tercer cómplice es la propia cara de la Fundació Arrels. Su nombre es José Luis y después de 18 años viviendo en la calle recientemente ha conseguido vivir en una residencia con licencia. “Por primera vez puedo cerrar ambos ojos por la noche”, dice con una sonrisa diáfana. Adicto a los libros de historia sobre los pueblos de España, no tiene dudas sobre su libro favorito: La Catedral del Mar Por Ildefonso Falcones. “La lectura me ha ayudado a comprender mi vida”, añade tras contar cómo los vecinos del Poblesec le salvaron la vida cuando vivía en sus calles.

Horizontal

La biblioteca Sant Pau – Santa Creu sirve de refugio climático para quienes viven en la calle’

Martí Gelabert / Propio

En eso no lugar En la esquina entre Carrer de la Diputació, 249 y Rambla de Catalunya, me encuentro con Francisco, reacio al principio a revelar su nombre. Mientras prepara su cama en el portal de una tienda cerrada, me cuenta cómo las bibliotecas le sirven de refugio. Me repite “no estoy en la calle, duermo en la calle, pero no estoy en la calle”. Cuando era pequeño leía El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. “Lo entendí perfectamente y aún hoy lo recuerdo fielmente palabra por palabra, es un libro que sólo se puede entender desde niño”. Continúa leyéndolo cuando puede, alternándolo con libros de autoayuda en las bibliotecas.

La actividad y cobertura de las bibliotecas públicas proporciona a quienes viven en la calle un refugio climático además de encontrar un espacio dotado de servicios. Es precisamente en estos espacios donde muchos de ellos pasan sus horas leyendo, descansando o teniendo acceso a internet. Las bibliotecas no sólo ofrecen un techo sobre sus cabezas sino que también sirven a la labor social y educativa al democratizar la lectura y la cultura de todo tipo.

Horizontal

Anatoly ha leído desde Tolstoi y Dostoievski hasta Goethe.

Xavi Jurio / Propio

En el camino de regreso me encuentro con Alan que está durmiendo en el no lugar entre los pasillos de la estación de tren y metro de Plaça Catalunya. Un libro abierto es testigo de las miradas comprensivas de los demás. leer el Chacal por Federico Forsyth. Al llegar a la oficina, veo pasar a alguien a quien más tarde conocería como Anatoly Mkashov. Se define como transiberiano y nómada, ha llevado toda su vida a cuestas. Su aspecto llama la atención, entre otras cosas, por la guitarra eléctrica arreglada por él mismo. Al hablar con él, me habla de su gran pasión por los autores clásicos rusos como Dostoievski y Tolstoi.

Cultura sin hogar

En la calle podrás leer desde Faulkner, Goethe, Hemingway, Tolstoi, hasta Joël Dicker, Ruiz Zafón o Italo Calvino.

También le gusta Goethe, autor común con Jean Gault, francés de nacimiento, de ojos sombríos, que duerme en Plaça Catalunya. Jean Gault, que sabe italiano, alemán y también español, ama las novelas de Italo Calvino y utiliza mucho las bibliotecas. Cerca de Gault, me encuentro con Mohammed, un inmigrante árabe, que no tiene hogar y busca trabajo, y me confiesa su gusto por la poesía árabe de Abu Nuwes así como por las novelas policíacas de Joël Dicker.

Misma intriga que provoca Ismael –uñas encarnadas en la comida, capas de calcetines por zapatos, habitante del no lugar entre los arbustos del parque de la Ciutadella – los libros de Agatha Christie, siendo Muerte en el Nilo su favorito. La predilección, sin embargo, no entra en juego para Mihaela –pendientes amarillos en forma de media luna, albina– que, dormitando en el Portal del Àngel y a veces en el Born, lee todo lo que le llega o encuentra en la basura. . Su libro favorito: Ana Karénina por Tolstoi.

El mismo autor favorito que Jasha –ruso, con la piel impregnada de tinta de sus tatuajes– que, pasando sus días en la Barceloneta y durmiendo en las calles del Paral·lel, dice encontrar “el reconocimiento en las páginas, reflexiono y me encuentro a mí mismo”. Nunca me siento solo, me siento vivo.’ Recomendar el Don Quixote de Cervantes.

Horizontal

José Luis ha llegado a entender su vida gracias a los libros

Martí Gelabert / Propio

Todas sus historias, que piden nuestra atención, conforman un grito común: ellos leen, tanto o más que a nosotrosy en eso no lugar que habita la mente, entre el vuelo sin despegar de una página que se pasa, nos encontramos. El libro es una expresión de humanidad y destaca que no existen un nosotros y un ellos. Pero eso ya lo sabes, porque estamos hablando de la misma vieja historia, Érase una vez una ciudad…

Cultura sin hogar

Lo visible de lo invisible

Además de la lectura y las bibliotecas, otro tipo de actividades culturales enriquecen y dignifican a quienes viven en las calles de Barcelona. Uno de ellos es el proyecto #Visibles, apoyado e impulsado por la Fundació Arrels, que a modo de intervención artística retrata con murales, distribuidos por la ciudad, a personas que han vivido en la calle, vinculadas a Arrels. El homenaje llega de la mano del artista urbano Teo Vázquez, las fachadas de la Filmoteca, la Sala Apolo, las Cotxeres de Sants o la Universidad Pompeu Fabra sirven de lienzo para un acto de visibilización de lo invisible. La ubicación de las obras configura un recorrido que discurre por los lugares donde dormían los retratados. Cerca del mural podrás conocer la historia de los protagonistas con un código QR.

Otro de los proyectos encaminados al diálogo entre quienes viven en situación de calle y la cultura es Sobre Cultura -una organización con el apoyo de la Generalitat de Cataluña- que pone al alcance de quienes viven en la calle el acceso a múltiples actividades culturales. Sobre Cultura ofrece entradas a un precio máximo de 3 euros, espectáculos, conciertos y exposiciones durante todo el año con espacios accesibles para personas con movilidad reducida así como asesoramiento personalizado y formación artística. Instituciones de todo tipo se implican con About, sumándose a la red cultural sobre la que resaltar una reafirmación necesaria para quienes acuden a la cultura: su condición humana y digna.

Leer también

 
For Latest Updates Follow us on Google News