Por Loor Naissir
conocí al arquitecto José Pérez Orozco haciendo una entrevista para El Heraldo, a finales de los 80.
Recuerdo que me citó a su oficina y me acompañó un fotógrafo.
Cuando entré pensé que era una juguetería. Todo a media luz. Todo lo que iluminaba era un diseño atractivo a la vista.
Me dijo iluminando su rostro y el mío: “Bienvenido a Joselandia, siéntate cómodamente, Loor”. Un escritorio gigante me separaba de él.
Pensé para mis adentros, qué hombre más excéntrico. Parece un gran artista.
Estaba acostumbrado a entrevistar a personas de todas las profesiones con gustos y conceptos de vida muy diferentes.
Me acomodé y él, sin hablar, empezó a mostrarme diseños de lo que había hecho y de lo que pensaba hacer en la ciudad.
Ya lo había visto en el periódico cuando llegó acompañado de un amigo, pero sólo me dijo el lugar donde quería que lo entrevistara: su entorno laboral.
De inmensa estatura, vestido de blanco hasta los zapatos, y con el pelo medio rizado, unos centímetros por encima de los hombros. Dicen que no se peina.
Tenía una combinación de estilos: se había mantenido en la moda de los años 70 con el corte de pelo y tal vez rindiendo homenaje a su padre, un hombre apreciado por su seriedad, con ropa blanca, el estilo de los caballeros de antaño.
En un momento me sentí extraño haciendo la entrevista, pero a medida que pasaban los minutos, cuando me mostró su maravilloso trabajo, noté una pasión indescriptible en él.
Habló muy poco, lo necesario, suficiente, diría hoy.
No sabía que estaba sentada frente a un arquitecto brillante.
Una vez leí que el psicólogo e investigador, profesor de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, decía que los genios dedican todo su tiempo, pasión y esfuerzo a aquello en lo que se concentran.
José Pérez trabaja impulsado por la pasión, no por el dinero.
Ha realizado trabajos extraordinarios para la ciudad como el diseño del Caimán del Río por el Malecón.
Mostró el trabajo con el alcalde Alejandro Char y volvió a su casa, lejos del mundanal ruido, donde sólo atendía a unos pocos amigos. Tiene mucha gente que lo admira por su trabajo y por su calidad humana.
Y lo demostró, la noche del jueves 25 de abril, públicamente cuando dijo que la venta de su primer libro estará dirigida a jóvenes de escasos recursos económicos que quieran estudiar arquitectura en el Universidad Autónoma del Caribedonde no sólo aprendió, sino que también soñó cómo sería su vida profesional.
Es muy tímido, dijo su amada esposa Patricia Payares, en la mesa principal donde se encontraba su moderador Víctor López.
Casa llena, un éxito, tuve que escuchar lo que ella respondió y ver los momentos en los que se secó las lágrimas, pegada a una de las dos puertas de vidrio, que estaba repleta de sus admiradores.
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Me uní al coro: “Te amamos José, te amamos”. Que vino del alma de sus amigos más cercanos. Juancho Abuchaibe, Foncho Bernal, Rafael Barrera, Jorge Lafaurie y Franco García, del grupo bakkanosquien se instaló en una pequeña escalera, ubicada en la entrada al salón.
Su libro titulado ‘Anárquico’, que significa desorden, locura, caos, es producto de las experiencias provincianas de un genio del trabajo.
La noche cerró con fuegos artificiales, que llenaron el cielo de luces multicolores, de esas que a él le gustan.
José Pérez, el genio de la arquitectura, presentó su libro, su vida y obra.
¡Aplausos!
