¿Los móviles han arruinado la salud mental de los jóvenes? La ciencia busca explicaciones a un problema universal

El 9 de enero de 2007, cuando Steve Jobs presentó el primer iPhone y anunció que iba a “reinventar el teléfono”, el mundo de las comunicaciones cambió para siempre. Pero ese día, según el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt, se produjo otro cambio siniestro e inesperado: fue el pistoletazo de salida de la gran crisis de salud mental que hoy afecta a los jóvenes y adolescentes, con índices de ansiedad y depresión nunca antes vistos.

Esta es la atrevida tesis de su nuevo libro, La generación ansiosa, que se publicará en español a finales de mayo y en el que se centra en el supuesto “recableado mental” que experimentó la llamada generación Z debido a las nuevas tecnologías y al botón “me gusta”. “Sostengo que esta enorme reconfiguración de la infancia es la razón principal de la marea de enfermedades mentales en los adolescentes que comenzó a principios de la década de 2010”, escribe Haidt.

El autor también defiende que los padres de estos niños cometieron el error de sobreprotegerlos en el mundo real, mientras los dejamos indefensos en el mundo virtual cuyos peligros desconocíamos, como si los hubiéramos enviado al planeta Marte sin conocer previamente las condiciones. . “Estas son las razones principales por las que los niños nacidos después de 1995 se convirtieron en los generación ansiosa“, resume.

“No está respaldado por la ciencia”

El libro ya ha recibido respuesta de conocidos científicos que estudian el tema. La psicóloga Candice L. Odgers de la Universidad de California, Irvine, refutó los argumentos de Haidt en la revista. Naturaleza y lo acusó de establecer una falsa relación causal entre dos factores que coinciden en el tiempo. También anticipa que el libro venderá muchos ejemplares por su enfoque sensacionalista “que muchos padres están dispuestos a creer”, aunque su tesis central “no está respaldada por la ciencia”.

“Un análisis realizado en 72 países no muestra asociaciones consistentes o mensurables entre el bienestar y el despliegue de las redes sociales a nivel global”, escribió el experto. “Además, los hallazgos del estudio Desarrollo cognitivo del cerebro adolescente“El estudio a largo plazo más grande sobre el desarrollo del cerebro adolescente en los Estados Unidos no encontró evidencia de cambios dramáticos asociados con el uso de la tecnología digital”.

Haidt se defendió con abundantes datos en su popular Boletin informativo, en el que admite que ese miedo a que los jóvenes se estén “pervirtiendo” es un tic generacional que se repite desde la antigüedad. “Hasta ahora, los escépticos han tenido razón la mayor parte del tiempo, y cuando tienen razón, se ganan el derecho a llamar alarmistas a quienes fomentaron un pánico moral infundado”, escribe. Pero, como ocurrió antes con el tabaco, el alcohol o la violencia en la televisión, los escépticos no siempre tienen razón, advierte. Como en la historia de Pedro y el lobosugiere, “la pregunta que tenemos que hacernos es la siguiente: ¿tienen razón los escépticos… o “¿Realmente llegó el lobo alrededor de 2012 y desde entonces ha estado atacando a los jóvenes a través de sus teléfonos inteligentes y cuentas de redes sociales?”

Separar el trigo de la paja

Para tener una visión fundamentada y completa del problema conviene reconocer primero los hechos que recoge Haidt que son incontestables. A lo largo de su libro, el psicólogo muestra tablas con la evolución de los índices de depresión y ansiedad en Estados Unidos y otros países, y en todos ellos se repite la misma tendencia. Desde 2010, los problemas de salud mental se han disparado en las sociedades occidentales en todos los grupos de edad, pero entre adolescentes y jóvenes se observan aumentos de hasta el 134% en la ansiedad y del 104% en la depresión, con especial impacto en las mujeres. mujer.

“Lo que postula Haidt es que ya tenemos estudios que hablan de causalidad y no sólo de correlación”, explica Gregorio Montero, psiquiatra infantojuvenil, experto en TDAH y problemas con las nuevas tecnologías. “Y desde el otro lado, donde me incluyo, se critica que en realidad no tenemos estudios longitudinales con una población muy grande que demuestren claramente una relación causal, porque para eso necesitamos ensayos clínicos aleatorios, y es muy difícil hacerlo, especialmente con poblaciones grandes. La sensación entre la comunidad científica, resume, es que Haidt se está dejando llevar por el sensacionalismo y que su libro está lleno de afirmaciones que no son del todo ciertas a nivel científico, aunque el problema en el que se centra es grave y muchos de sus recetas válidas.

“¡Mamá, mírame a los ojos!”

“A esta generación le han sucedido muchas más cosas que al iPhone”, afirma. Sara Toledano, psicóloga de la Fundación Manantial. “Estos jóvenes también han tenido padres igual de estresados ​​que ellos, dedicando toda su energía al trabajo y que muchas veces utilizan las redes para desconectar”, apunta. Y recuerda el caso de una paciente que sufrió una choque cuando su hija dijo: “¡Mamá, mírame a los ojos!”

“Lo que veo en consulta es que los padres y las madres cada vez trabajan más horas y los niños están cada vez más solos”, subraya Montero. “Si un niño está solo porque sus padres no llegan a fin de mes y no les queda más remedio que trabajar todo el día, y al mismo tiempo otros niños son como él, tenemos el cóctel perfecto”, afirma. Entonces, en general, no es sólo el hecho de usar el celular y las redes, hay que entender el contexto, lo mismo que pasa con el alcohol y otras drogas. “Es muy diferente tomar cerveza que tomar tequila, y tomar un vino porque tu equipo ganó el sábado, que tomar un tequila en la noche, que es lo que hacen [metafóricamente] adolescentes”.

Desde mi experiencia y conocimiento te puedo decir que en el campo de la salud mental no podemos establecer causas directas de ningún problema.

“Desde mi experiencia y mis conocimientos”, insiste Toledano, “puedo decirles que en el campo de la salud mental no podemos establecer causas directas de ningún problema, la causalidad lineal no funciona”. ella y su equipo recientemente dirigió el #ReporteRayadas en el que se abordó en profundidad este tema y su especial incidencia en mujeres más jóvenes. En este estudio intentaron entender qué ocurre a nivel emocional con la población de entre 16 y 24 años y la conclusión es que la causa es multifactorial, aunque los pantallas lo han empeorado.

“En el estudio preguntamos a estos 2.000 chavales qué preocupaciones asociaban con su salud mental, y situaron la crisis climática, el desempleo y la ausencia de expectativas como tres factores muy importantes que condicionaban su bienestar o malestar emocional”, recuerda. “Lo que sí creo es que las redes sociales han supuesto un cambio de comportamiento, de forma de ser y de percibir el mundo y, por tanto, en el bienestar o malestar emocional de estos jóvenes, pero que tiene el mismo impacto que el resto del contexto social”, afirma.

Lo que vemos es que cuanto más grave es el cuadro clínico que tiene el joven, mayor es el apego que tiene al móvil y a las redes sociales.

“Creo que es multifactorial, pero está claro que estamos ante un experimento en tiempo real en todo el mundo”, afirma. Gabriel Rubio, profesora de la Universidad Complutense (UCM) y jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Doce de Octubre. “Lo que sí vemos en las consultas es que cuanto más grave es el cuadro clínico que tiene el joven, mayor es el gancho que tiene en el móvil y en las redes sociales”. Hace un año, en la Facultad de Medicina de la UCM, donde trabaja, realizaron una encuesta anónima en la que participaron 657 estudiantes, casi el 70% de los matriculados. “Y descubrimos que uno de los comportamientos que claramente estaba más sobrerrepresentado era el uso abusivo de las tecnologías, la adicción al móvil”, afirma. “¡Y esto en los estudiantes de medicina!”

Adolescencia vulnerable

Un posible argumento en contra de la tesis de Haidt es que este aumento de problemas de salud mental está presente en todos los grupos de edad, como si la causa fuera el gran cambio en los estilos de vida, las formas de relacionarse y de informarse. “Pero no hay que olvidar que es mucho más fácil condicionar los rasgos de personalidad de un niño que los de una persona de 35 años”, explica el doctor Rubio. “Cuando un niño está conectado a las redes sociales desde los 11 años, acostumbrado a que le respondan, a que lo acepten, a que lo gustosestás condicionando su forma de ser, seguramente para peor”.

“La razón por la que más nos preocupa la adolescencia es por el desarrollo del cerebro”, afirma Rubén Baler, especialista en salud del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) de EE.UU. “La adolescencia es un período de vulnerabilidad y las autoridades de salud pública tienen una mayor responsabilidad de enfatizar el mensaje e intervenir temprano para que estas personas sigan una trayectoria más saludable”. Para Baler, de visita en España con motivo del Congreso Mundial de Patología Dual en Mallorca para hablar de este tema, aunque el mensaje de Haidt es simplificador y no del todo científicamente correcto, es mejor ser demasiado alarmista que reaccionar tarde.

“No cuesta tanto hacer algo preventivo”, sostiene. “Creo que los responsables deberían al menos tomárselo con precaución, para que los adolescentes no sufran los efectos más contundentes y nocivos que, sospechamos, puedan tener”. Y recuerda que hay ejemplos en la historia en los que, aunque no hubo pruebas concluyentes de estudios longitudinales, resultó que se debía a intereses de la industria, como pasó con el tabaco, o a culpar a las grasas de los problemas. cardiovascular, cuando lo que había detrás era principalmente azúcar.

El hecho de que la ciencia no haya demostrado al 100% que la causa sean los smartphones no significa que no debamos hacer nada al respecto ni tomar medidas.

“En medicina y psicología conviene aplicar el principio de prudencia”, coincide Montero. “Esa ciencia no ha demostrado al 100% que la epidemia de trastornos mentales en adolescentes y adultos se deba a las redes sociales o teléfonos inteligentes, no significa que no debamos hacer nada al respecto o tomar medidas”. Aunque los argumentos de Haidt suelen ser inconsistentes, las recomendaciones que hace en su libro parecen válidas: retrasar la compra del teléfono inteligente y acceso a redes sociales, evitando el uso de dispositivos digitales en las escuelas y supervisión por parte de los padres para enseñar a los jóvenes a utilizarlos. “Tenemos que enseñarles a conducir y ponerse al volante del celular, pero conducir con responsabilidad y madurez”, concluye.

“Nos han metido en un experimento global de magnitud épica, en el que millones de ciudadanos en el mundo son conejillos de indias”, afirma Baler. “Lo que tenemos que lograr es alfabetizarnos, el primer paso es educarnos, porque la gran mayoría estamos viviendo como sonámbulos sin darnos cuenta de lo que está pasando”. “Hay que ayudar a los niños desde la escuela y la familia a tomar cierta distancia crítica con los mensajes que escuchan, para que puedan tener experiencias presenciales, relacionales, y no sólo a través de las redes sociales”, recomienda Toledano. “Tenemos que hacer que el mundo real vuelva a ser interesante”.

AMR/CRM

 
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