Lo que sigue es evidencia de que, a veces, la violencia sí tiene un efecto. Es la triste demostración de que una idea, un relato, se puede imponer con hostias. Es, en esencia, el reflejo de ese detritus moral que yace en las redes y su influencia en la opinión pública.
Pero vayamos al grano. El escenario es un neonazi abrazando a su hijo. Él neonazi Comparte en X (antes Twitter) el amor que siente por su hijo. Luego toma la palabra un comediante, también a través de chuparle la polla a un trabajador negro“.
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Para caer de nuevo.
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Una vez que se haya planteado la disidencia, lo que sucederá a continuación los sorprenderá. El segundo acto, el nudo previo al desenlace, se abre con una escena frenética. El neonazi irrumpe en el escenario y le asesta un tremendo golpe al comediante. Bajo los focos, el neonazi, que dejó atrás la ternura paternal, se dirige ahora al público y blande, con los brazos hinchados de esteroides: ““Esto se debe a los comentarios pedófilos que hizo sobre mi hijo”..
Llegados a este punto, nos topamos con un giro de guión inesperado. El comediante, salvajemente atacado en el escenario, pide disculpas al neonazi. Y el neonazi, haciendo acopio de toda la capacidad intelectiva de la que es capaz –la misma que le permite hablar y no cagar al mismo tiempo– se muestra magnánimo y acepta estas disculpas, no sin antes comer medio kilo de carne.
Y así es como la víctima se convierte en culpable. Y su victimario es inocente. El mundo al revés.
Las redes, como era de esperar, han tenido a bien señalarlo
Esta historia tiene muchas moralejas posibles. Pero ¿quién mejor que Jorge Ponce señalar la que, a nuestro juicio, es más precisa. Allí va:
Y poco más, te deseamos un feliz miércoles y te invitamos a leer nuestra información si lo deseas. También para viajar y ver otros mundos posibles. Es el mejor antídoto para no volverse tremendo. Naziolo de m*****.
