Louis Stettner, el poeta de la fotografía que capturó la dignidad de la gente corriente

Fue, él mismo lo dijo, “el fotógrafo desconocido más conocido del mundo”, y algo parecido se podría decir de los fotografiados: chicos normales y corrientes, superhéroes cotidianos con la vida en precario equilibrio a sus espaldas, que crecían en la distancia corto. En el retrato en blanco y negro, en el distraído robo al pie del vagón del metro. Los trabajadores se convirtieron en íconos. Trabajadores de la línea de montaje como modelos de pasarela. Oficinistas que regresan a casa con la jornada laboral grabada en los pliegues de sus ojeras.

«En medio del ruido, la suciedad, los humos y el riesgo de accidentes, me parecieron personas muy sensibles, con una humanidad innata y una maravillosa capacidad de organización y percepción de la realidad inmediata. Siempre me hicieron sentir bienvenido y cómodo, mi estancia en las fábricas fue una de las experiencias más significativas de mi vida”, continúa diciendo. Luis Stettner (Nueva York, 1922-París, 2016), retratista de la vida cotidiana, fotógrafo de la ‘gente común’ del siglo pasado a quien el centro KBr de la Fundación Mapfre dedica hasta septiembre una completa y ambiciosa retrospectiva.

Un festín visual compuesto por más de 180 fotografías y un acto de reparación histórica con un creador que, alejado del canon de la fotografía norteamericana de posguerra por lo esquivo de su obra y lo aleatorio de su biografía, poco a poco se va encontrando su lugar entre los grandes del humanismo gráfico y la fotografía callejera. «Cuando estaba preparando la exposición me pregunté: ¿por qué no es más conocido? -reconoció la comisaria de la exposición, Sally Martin Katz-. Esta retrospectiva quiere revertir esta situación y darla a conocer”.

‘Círculos concéntricos, trabajo, Nueva York’, 1952

F. MAPFRE© Louis Stettner Estate

Para conseguirlo, nada mejor que reunir algunas de las mejores instantáneas de un creador con un firme compromiso político y un marcado acento literario. A “poeta de cámara« quien, como Walt Whitman, buscó la belleza en lo mundano y lo cotidiano, en lo más profundo de la humanidad de las personas. La mención del bardo americano no es casual: enamorado de la obra del poeta, Stettner siempre llevaba consigo un ejemplar de ‘Leaves of Grass’. “La fe de Whitman en su humanidad, su comprensión del ciclo completo de la vida y la muerte y su visión del mundo han sido contagiosos para mí”, diría el fotógrafo.

Ese anhelo de belleza en las cosas sencillas fue lo que le llevó a salir a las calles de Brooklyn y, Rolleiflex en mano, fotografiar a la gente charlando y comprando. El milagro de la vida cotidiana, la fotogenicidad de las rutinas encadenadas. Por aquella época, a mediados de los años treinta, Stettner era poco más que un adolescente asombrado por el trabajo de Alfred Stieglitz y Paul Strand pero, a fuerza de acercarse a la Photo League, acabó llevándose bien con Weegee, Sid Grossman y Edward Weston. A su lado descubrió que la cámara podía convertirse en su lenguaje personal; en su manera de contarle a la gente “lo que sentía sobre la vida”.

La Segunda Guerra Mundial fue un paréntesis abrupto, pero también una escuela de formación acelerada: con apenas 18 años se apuntó como fotógrafo de guerra y llegó con su cámara al frente del Pacífico. Nueva Guinea y Filipinas primero, el horror de Hiroshima tras el armisticio. Ninguna de sus fotografías de guerra se muestra en Barcelona, ​​pero su experiencia le dejó una profunda huella. “Viví y luché junto a pescadores, trabajadores industriales y comerciantes que sólo había conocido en Times Square… La forma en que lucharon con éxito contra el fascismo me ha dado una fe en los seres humanos que nunca me ha abandonado”, dijo.

‘Fundición de aluminio, Unión Soviética’, 1975; ‘Trabajador de línea de montaje, Nueva York’, 1972-1974

F. MAPFRE | © Finca Louis Stettner

De ahí surgió, en parte, una manera de entender la fotografía que le llevó a fotografiar a neoyorquinos exhaustos y somnolientos en el metro de la ciudad y a viajar a París para empaparse del humanismo francés y de las enseñanzas de Brassaï. En la Ciudad de la Luz retrata los ecos de la ocupación, los escombros de la devastación, y comienza a difuminar sus huellas para convertirse en un fotógrafo a caballo entre dos mundos. Desde una Europa todavía fumadora hasta la siempre bulliciosa Nueva York. Desde las fábricas de la URSS hasta los cocineros del Lower East Side. Desde los niños de mirada lejana de Aubervilliers hasta los pescadores ibicencos con quien compartió un par de días de trabajo.

Stettner, un marxista declarado y estrechamente supervisado por Joseph McCarthy y el FBI, nunca rehuyó el compromiso social y su preocupación por los desvalidos. De ahí sus esfuerzos por resaltar la dignidad de los trabajadores y en oponerse frontalmente a la guerra de Vietnam. En los años setenta, su cámara fue testigo de numerosas huelgas y protestas; En los años ochenta combinó el paisaje urbano y los juegos de sombras de París con fotografías de personas sin hogar en el Bowery de Nueva York. Su trabajo, celebra la curadora, puede entenderse “como una oda a la humanidad que refleja una profunda empatía y generosidad”.

Instalado permanentemente en París desde los años noventa, Louis Stettner murió en Francia en octubre de 2016, pero antes todavía tuvo tiempo de experimentar con fotocromía, una de sus facetas menos conocidas, y estrechar lazos con la naturaleza con sus imágenes de gran formato de los Alpilles, en la Provenza francesa.

 
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