Ripollés, inédito y desnudo

Ripollés, inédito y desnudo
Ripollés, inédito y desnudo

En esta exposición “desde uno mismo” Ripollés nos desvela desde su colección de urinarios hasta su propio espacio de trabajo: sillas, pinceles y algunos bocetos para terminar. Unos maniquíes con la ropa que el pintor utiliza para crear, manchada con la tinta de sus creaciones, dan la bienvenida al visitante de la exposición, que además podrá conocerle a través de sus fotografías y de algunas frases que le definen como: “Vivo sin una creencia comprada, vivo según la propia creencia que me da la vida. Todos estos elementos cuentan la historia de un artista de 92 años que asegura que todavía tiene la capacidad de sorprenderse con cosas nuevas: “Creo que con esta exposición me entiendo y me veo como lo que soy: un hombre más. niño. De niño no tengo miedo de equivocarme profesionalmente y seguir adelante, cuando te equivocas también estás avanzando. Para el creador el fracaso no existe porque aprende de sus errores”, afirma el artista, que asegura que en un siglo de vida ha logrado seguir trabajando con la misma ilusión con la que aceptó sus primeros encargos.

Para que el espectador se sienta “como un niño”, la obra de Ripollés está rodeada por una jungla de ramas de olivo, ramas de palmera y musgo artificial que construyen las paredes de su propia galería. Esta peculiar puesta en escena es fruto de la dirección artística del modisto y artista Francisco Montesinos, quien señala que construir este espacio para El artista desnudo imagina su propio espacio de trabajo: “Cuando entré en esta sala –la Sala Noble del Ateneo– me horroricé porque vi que esto no era Ripollés, entonces supe que tenía que convertirlo en un paraíso. El diseño está inspirado en su casa, el espacio de una persona muy peculiar que ama la naturaleza”, dice Montesinos, quien destaca que el desafío fue generar un espacio “vegetal” que fuera capaz de permanecer expuesto durante unos cuatro meses. . Para ello utiliza ramas secas y hojas de palma “graffitadas” por el propio artista, llevando la personalización del espacio un paso más allá.


Una vez superado este reto, Montesinos encuentra muchos puntos en común con el maestro: desde su admiración por la naturaleza hasta los colores, también por la modernidad y su forma de adaptarse al mundo y los espacios que los rodean aunque “manteniendo un estilo propio”. Ripollés también encuentra en El artista desnudo, un espacio en el que razonar y dialogar con el propio cuerpo alejado del “juicio externo” propio de su edad: “A mi edad quiero seguir pintando, seguir conduciendo y seguir haciendo el amor. Quiero seguir viviendo y tengo la misma ilusión que he tenido toda mi vida, trabajando me siento libre y siempre que pueda seguiré haciéndolo”, afirma el artista.

Actualmente, y respondiendo a su obsesión por “seguir trabajando”, Ripollés está inmerso en su mayor proyecto hasta la fecha, un cuadro de gran formato que asume “porque quiere y porque puede” y que le ayuda a ver que se encuentra bien y feliz dentro del arte: “Para mí el cuerpo y el movimiento es donde se mueve la vida, siento que todavía hay mucho que aprender”, dice el artista, que deja que cientos de sábanas en la habitación cubran su desnudez pintada, las mismas aquel con el que vino al mundo y con el que lo sigue vistiendo.

 
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