¿Qué tienen en común un embrión humano y la escultura de Miguel Ángel? – .

¿Qué tienen en común un embrión humano y la escultura de Miguel Ángel? – .
¿Qué tienen en común un embrión humano y la escultura de Miguel Ángel? – .

Somos muchos los que hemos tenido la gran suerte de visitar la Academia Florentina y contemplar una de las esculturas más emblemáticas del Renacimiento: la David del gran Miguel Ángel Buonarroti. A pesar de ser una obra maestra y una de las manifestaciones artísticas más mundialmente conocidas y elogiadas por la crítica y estudiosos de las bellas artes de todos los tiempos, voy a referirme a ella de una manera muy poco convencional.

La excentricidad radica en que no me voy a centrar en la obra en sí sino en el pasillo que hay que seguir hasta llegar a la sala circular que la alberga.

Cuatro esculturas conocidas como Los prisioneros cualquiera Los esclavos: el joven esclavo (Lo schiavo giovane), El atlante (atlante), El prisionero despertando (Prigione che si ridesta) y El esclavo barbudo (prigione barbuto).

Los cuatro estaban originalmente destinados a la tumba del Papa Julio II como complemento compositivo de la figura principal: el Moisés (otra obra maestra brutal del artista, que se puede visitar en el romano San Pietro in Vincoli).

Sin embargo, nunca ocuparon el lugar para el que fueron diseñados debido a esas luchas de poder que parecen acompañar desde siempre a las familias adineradas.


Federico Magonio/Shutterstock

En cualquier caso, Miguel Ángel no los terminó y esa circunstancia nos resulta interesante: nos permite profundizar en una de las anécdotas más famosas de la Historia del Arte. Me refiero a la frase atribuida al maestro cuando, ante el asombro por la perfección formal que suscitaba La PiedadSe preguntó al jovencísimo escultor sobre la técnica utilizada para transformar un monumental bloque de mármol de Carrara en una talla monolítica de total y absoluta belleza y maestría.

La respuesta no podría haber sido más contundente:

“La escultura ya estaba dentro de la piedra. “Solo he eliminado el exceso de mármol”.

El éxito de eliminar lo que sobra

Allí, muy posiblemente, nació su leyenda. A partir de ese momento, y siendo sólo un joven de 23 años, comenzaron a referirse a él como “el divino”. Curiosamente esta forma de trabajar “liberando la obra del exceso de material” es la que podemos ver directamente en los bloques de Los esclavosdonde la técnica de no finito Nos permite ver, en vivo, cómo “sacó” la figura sublime de una pieza de piedra amorfa y vulgar.

Las cuatro esculturas conocidas como Los prisioneros cualquiera Los esclavos: el joven esclavo (Lo schiavo giovane), El atlante (atlante), El prisionero despertando (Prigione che si ridesta) y El esclavo barbudo (prigione barbuto).
Wikimedia CommonsCC POR

Pues bien, esta idea no deja de asaltarme cada vez que contemplo el proceso de formación de un embrión bajo un microscopio.

Te explicaré por qué. Muchos de los procesos implicados en el origen de las estructuras que componen nuestra anatomía tienen lugar con la implicación de los llamados fenómenos apoptóticos. La apoptosis es un sorprendente proceso que consiste en la destrucción de células codificadas (y, por tanto, programadas y provocadas por el propio organismo), con el fin de controlar su desarrollo y crecimiento. Para usar el término de manera más coloquial, se trata de una especie de “suicidio” por parte de células que se “inmolan” por el bien del grupo biológico al que pertenecen.

Además, esta muerte cronológica no tiene ningún efecto contraproducente en el organismo. En esto es completamente diferente a las células que “mueren” debido a traumatismos, venenos, agentes infecciosos o quemaduras (entre otros daños tisulares imprevistos). En todos estos otros casos hablaríamos de necrosis, una destrucción accidental de las células que conduce a la dispersión del contenido intracelular, con la consiguiente generación de las temidas y contraproducentes inflamaciones.

Por el contrario, los procesos apoptóticos no tienen “efectos secundarios” indeseables. Simplemente actúan como el cincel y los martillos de Miguel Ángel: eliminando lo que sobra porque, en realidad, “sobra”. Es un proceso bioquímicamente complejo (pero estéticamente fascinante) que nos permite contemplar cómo el “diseño planificado” en los genes del individuo que se está formando (el boceto del escultor), se lleva a cabo de manera precisa y perfecta mediante la apoptosis ( golpes de cincel).

Por ejemplo, las primeras etapas de desarrollo de nuestras manos tendrían el aspecto de muñones más o menos amorfos. Sin embargo, y gracias a la eliminación de las membranas interdigitales mediante fenómenos de apotosis, el aspecto alargado definitivo de nuestros dedos se va configurando progresivamente a medida que va desapareciendo la biomasa celular entre ellos.

La formación de terminaciones sinápticas entre las neuronas de nuestros fetos se originaría de forma similar. Y lo mismo ocurre con la reabsorción de estructuras ya diferenciadas como las colas de los renacuajos cuando se están transformando en ranas adultas.

Toda una vida de autoescultura

Por otro lado, la apoptosis no sólo “configura nuestras vidas” delineando nuestra morfología. También nos ayuda a mantenernos vivos en nuestra etapa post-embrionaria.

Les doy algunos ejemplos fascinantes.

Las células que han sido infectadas con virus y que han sido rápidamente interceptadas por nuestros linfocitos T citotóxicos se autodestruyen mediante un proceso de “inmolación” apoptótica.

Además, la mayoría de células con el ADN dañado (y, por tanto, peligrosas para acabar generando cáncer), aumentan sustancialmente la producción de la proteína p53, un potente inductor de la apoptosis, eliminándose para impedir la formación de procesos neoplásicos de una forma completamente natural. . De hecho, las mutaciones en los genes que codifican esta proteína producen una variante defectuosa de p53 que suele detectarse en las células cancerosas.

Aunque sin duda te habrán dado mil y un motivos histórico-artísticos para visitar la espectacular Florencia, después de leer este artículo, ya puedes incluir entre tus argumentos de admiración por el arte florentino aquellos de carácter puramente biológico.

Pero les advierto que las altas pulsaciones, la alegría, las palpitaciones y los sentimientos de excitación que caracterizan al individuo expuesto a obras de arte de gran belleza (síndrome de Stendhal) pueden quedarse cortos.

 
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