El Prado recuerda nuestro arduo viaje hacia la modernidad

El Prado recuerda nuestro arduo viaje hacia la modernidad
El Prado recuerda nuestro arduo viaje hacia la modernidad

Quizás damos por sentado demasiadas cosas. Algunos (cada vez más, demasiados) están ocupados demoliendo lo que costó tanto esfuerzo construir o no tienen problemas en cambiarlo por unas cuantas migajas más de poder. Por si la lógica no os sirve, el arte también, a martillazos estéticos, nos recuerda que España no siempre fue como la conocemos ahora.

Una espléndida exposición en el Museo del Prado centra su atención en una época especialmente significativa a estos efectos. Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910) Ocupa todo el edificio Jerónimos (1.400 metros cuadrados) con 300 obras, algunas de ellas en formato espectacular.

Pintores ilustres del género social como Joaquín Sorolla, Darío de Regoyos, Isidro Nonell o Antonio Fillol, y también genios que lo abordaron de forma más tangencial, como Pablo Picasso, dan fuerza a la exposición desde un punto de vista puramente artístico. Sin embargo, todas las obras, incluso la fotografía más humilde, acumulan intensidad para apuntar en una dirección: la percepción de una época, su sensibilidad, sus injusticias y esperanzas, denuncia y deseo, un latido.

El convulso siglo XIX español alcanzó un hito definitivo en 1885 con la muerte de Alfonso XII. Su viuda María Cristina desarrolla una frágil regencia justo en el momento en que La industrialización tardía muestra sus efectos en forma de cambios sociales drásticos. El arte asiste al espectáculo en las fábricas, las ciudades, los campos… Enamorado de su fuerza expresiva, abandona su anterior predilección por la historia. Se impone a la imaginación un nuevo género, el social.

La exposición de El Prado da cuenta del fenómeno en un recorrido articulado a partir de apartados que abordan los temas más relevantes desde dos ángulos: En los espacios más grandes acumula pintura y escultura, mientras que en los más pequeños, como gabinetesreúne las artes gráficas (dibujo, acuarela, aguafuerte, litografía), con la muy amplia presencia de la fotografía. Una proyección al final de la exposición trata sobre el cine, que nació en 1895 con una clara vocación social.

Industria y trabajo infantil

Entonces, Trabajar en el campo Se aborda con grandes escenas que incluyen figuras de tamaño natural, a veces dispuestas en trípticos, como en la obra ligeramente idealizada de Enrique Martínez Cubells, o con los trazos fáciles de Joaquín Sorolla o la impresionante oscuridad sugerida por Darío de Regoyos. Mientras tanto, en la oficina, la obra gráfica de Iturrino detalla la dureza del paisaje o el sufrimiento de los animales, y la fotografía mezcla el bucolismo de un Arturo Truan con el tratamiento más objetivo de Francisco Hernández-Rubio.

En trabajar en el marSorolla asume un evidente papel protagonista. Frente al drama de sus predecesores, reivindica un naturalismo cincelado por la luz para dignificar la tarea.; Perspectiva que se completa en el gabinete correspondiente con unas fotografías anónimas del Museo Sorolla con escenas muy similares a las pintadas por el valenciano. Otro de los grandes atractivos de esta sección es el retrato, con un fascinante estudio de los tipos marineros realizado por Mateo Inurria.

Una de las secciones más impresionantes, especialmente en obras de gran formato, es Trabajar en la industriaa. Hay imágenes desgarradoras, como la representación del trabajo infantil en telares y fraguas de Santiago Rusiñol, mientras Darío de Regoyos se entrega a las nuevas formas que surgen del ingenio humano con colores vivos y pinceladas directas. La escultura, con Pablo Gargallo al frente, adquiere aquí en su simplificación una dimensión paradójicamente majestuosa, quizás un anticipo de los excesos que traería la estética socialista. En la oficina la fotografía ocupa un papel central, pero también hay lugar para la genialidad en técnicas como el grabado, con el que Ricardo Baroja saca a relucir todo el poder estético del trabajo de los asfaltistas.

Posteriormente, la sección accidentes de trabajo explica el precio en sangre del salario diario. el expresivo ¡Todavía dicen que el pescado es caro! de Joaquín Sorolla o Una desgraciapor José Jiménez Aranda, por ejemplo, lo ilustran con serena objetividad. De la tragedia surge la ira, que toma forma en Huelga y reivindicaciones sociales, cuya epopeya narran Vicente Cutanda, José Uría, Lluís Graner y Antonio Fillol. En el gabinete destacan los retratos que Rusiñol realizó de los anarquistas que atacaron el Liceo.

Enfermedad y emigración

Girando en torno a las nuevas formas sociales provocadas por la industrialización, temas como Etrabajo de mujeres cualquiera La religion. El amanecer de la emancipación femenina o el contraste de la tradición en un contexto diferente excitan la imaginación de autores como José Gutiérrez, Regoyos, José Ortiz Echagüe, Evaristo Valle…

Otras secciones, como Enfermedad y medicina Recogen interesantes testimonios sobre los avances en vacunación e higiene, además de retratar la figura del médico y notas desgarradoras como la que aborda la escultura los degenerados de Carles Mani o tan curiosos como los de los carteles simbolistas diseñados por Ramón Casas para prevenir la sífilis.

En los suburbios de la actividad productiva, la miseria de prostitución Es fuente de inspiración para el talento de Sorolla, Zuloaga, Antonio Fillol, Gonzalo Bilbao, Julio Romero de Torres y Pablo Picasso. Y más allá, desbordando el horizonte, la emigracion retrata el flujo de viajeros –En la última década del siglo XIX hasta 400.000 españoles se trasladaron a América– con pinturas monumentales y fotografías tristes de despedidas familiares.

Los movimientos migratorios adquieren todo su significado con el apartado Pobreza y marginación étnica y social. Colonialismo. Isidre Nonell, por ejemplo, rompe con el estereotipo romántico de los gitanos para centrarse en su miseria. Sorolla, Gutiérrez Solana y Ricardo Baroja nos obligan a mirar a los ojos de los marginados, y el filipino Domingo Teotico da voz al sufrimiento de las etnias locales. Ante esta oscura realidad, La educación intenta ejercer su influencia en una población con un 71% de analfabetismo.

Una exposición importante, en definitiva, tanto por el material acumulado como por la ambición de su temática y estructura. Fructificación estética y memoria para que la emoción nos diga qué fuimos y qué somos: cambiando formas en busca de un canal que las exprese.

 
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