“Corrigimos los museos, los acercamos a personas sin relación con el arte” – .

“Corrigimos los museos, los acercamos a personas sin relación con el arte” – .
“Corrigimos los museos, los acercamos a personas sin relación con el arte” – .

Juan Herreros es uno de los arquitectos más relevantes del panorama nacional. Ha proyectado su obra premiada en numerosos lugares de Europa y del mundo, como el Museo Munch de Oslo, edificio que le ha llevado al ciclo ‘Arquitecturas Premiadas’ del Colegio de Arquitectos de Cádiz.

–Es coautor de un Museo que no sólo ha sido galardonado con múltiples premios, sino que surgió originalmente del deseo de Munch, uno de los pintores más reconocidos a nivel internacional, de que su obra donada fuera expuesta en un Museo. ¿Cómo fue el desafío?

–Que el origen del proyecto sea el deseo o condición de donar su obra a la ciudad de Oslo es importante porque lo que pedía era arquitectura. Responder a esa pregunta es una oportunidad única, para alguien de decir que su patrimonio se materializa a través de la construcción de una pieza que se incorpora a la vida de la ciudad. Lo hace porque esa ciudad que se lo puso difícil y lo mantuvo del lado de la crítica fue la que había moderado su obra y su carrera, por eso entregó su trabajo a la ciudad. Y esa relación entre ciudad artista, ciudad arquitectura, edificio-estudio completamente ajena a ese país nos parecía extraordinaria. Una oportunidad para repensar muchas cosas, como cómo serán los museos del futuro.

–El concepto de Museo Munch traspasa todos los límites de lo que es un museo convencional. ¿Qué ha sido lo más complicado?

–Hubo varios desafíos. El primero era dotar a la ciudad de un edificio que debe integrarse en un gran sueño colectivo, la apertura de Oslo al mar mediante la eliminación de la terminal de contenedores. El segundo, cómo construir un museo que los ciudadanos puedan considerar como propio, que visiten con frecuencia y que tengan conexión diaria en convivencia con visitantes globales. Y lo tercero era cómo dar cabida a un museo que tiene la colección completa la suficiente vitalidad para ser un centro cultural del siglo XXI.

–El Museo de Cádiz lleva más de 20 años esperando para ampliarse. ¿Crees que es posible crear usos tan rompedores a partir de un edificio histórico?

–No sólo es posible, sino obligatorio. En realidad, lo que hacemos fundamentalmente ahora es museos correctos, ya que más del 70 por ciento de los museos tradicionales se dedican a salas de exposición y el resto del programa se considera secundario: actividades educativas, la tienda, la biblioteca… Entonces añadimos edificios delante. de los edificios de los museos para crear filtros en los que suceden muchas cosas que acercan los museos a personas que no tienen relación con el arte. Porque los museos muy institucionalizados generan rechazo en personas que nunca se han sentido bienvenidas por su falta de conocimiento.

–¿Existe cierto paralelismo entre el Museo Munch y el efecto Guggenheim en Bilbao?

–Sí, en el sentido de que un edificio tiene capacidad transformadora, pero se aleja del modelo porque la relación entre la ciudadanía y el Museo Munch es extraordinaria.

–Se construyó en un tiempo récord y en muy poco tiempo la ciudad lo ha hecho suyo. ¿Existe algún orgullo nacional?

–Tiene actividad constante. Nosotros defendíamos que fuera más un mercado y menos un santuario. Hay una librería, una biblioteca, un auditorio, un cine…, el lobby es como la gran plaza pública de una ciudad. Durante el desarrollo del proyecto hubo un proceso político en el que se generaron todo tipo de plataformas de opinión, en todos los niveles. El cliente era la ciudad, se creó un cliente que era con quien se hacía el debate y quien decidía a quién se convocaba. Aprendes a dialogar y al escuchar te das cuenta de que llamaban a lo mismo de diferentes maneras, por lo que el proyecto se enriqueció naturalmente.

–¿Había interés en atraer turismo con el nuevo Museo Munch?

–Noruega fue durante mucho tiempo un país opaco al turismo o abierto sólo al turismo de naturaleza, y el Museo Munch, junto con la ópera y la apertura de la ciudad, tan amable y receptiva, ha resultado muy funcional para el turismo de alto nivel.

–Es el turismo al que aquí aspiramos…

–En España tenemos un patrimonio extraordinario y una riqueza natural fascinante, muchos lugares declarados patrimonio de la humanidad y la posibilidad de que esto se extienda durante todo el año, pero nos hemos centrado en el turismo de sol y playa y está teniendo sus consecuencias.

–Háblame del concepto de arquitectura multidisciplinar que siempre defiendes.

–La arquitectura que nos toca hacer hoy es multidisciplinaria o no lo es. Tenemos demasiadas ecuaciones nuevas en el proyecto arquitectónico a las que dar respuesta y por eso necesitamos colaborar con personas, con las que tenemos que aprender a dialogar de una manera diferente y no jerárquica. Esto tiene que ver con que lo importante es generar sensibilidades y saber cuál es la respuesta arquitectónica a esas sensibilidades.

–Se puede aplicar a todos los ámbitos, tengo entendido, como la vivienda. Como decíamos antes, hay un gran problema derivado de la turistificación que sufrimos aquí en Cádiz. ¿Cuál es tu apuesta para afrontarlo?

–La multidisciplinariedad en vivienda es crucial porque para entender las estructuras sociales y las necesidades actuales necesitamos gente que nos ayude. Aparecen expertos en temas sociales, salud, tercera edad y, por otro lado, expertos en energía, materiales reciclados, descarbonización de la arquitectura, etc. Podemos hacerlo en edificios públicos fácilmente, pero hasta que no lo hagamos en las viviendas, que es lo que se hace todos los días y llena nuestras ciudades, no lograremos la transformación ecológica y social que necesitamos.

–En esta arquitectura multidisciplinar, ¿qué papel tiene el arquitecto a la hora de recuperar su papel perdido en la sociedad?

–En este mundo de la multidisciplinariedad hace falta el diálogo y quizás sea el arquitecto quien maneja todos los léxicos, pero no quiere decir que tome las riendas. El puesto es diferente al de antes, ya no será protagonista, aunque podría, porque es un profesional muy comprometido, muestra generosidad e intencionalidad, y hay una profunda vocación de servicio.

-Como profesor de Proyectos, ¿es fácil transmitir el entusiasmo perdido a los arquitectos en la escuela?

La crisis marcó un antes y un después. Generó una dramática fractura generacional y dividió la profesión, entre la generación establecida que pudo aguantar y la que tuvo que coger otro tren, aunque con el tiempo se ha visto que siguen siendo arquitectos, tienen la misma cabeza. Y el desafío es unir a estas generaciones y reequilibrar el tamaño de los estudios. El modelo operativo actual de construcción de ciudades está demasiado centrado en estructuras profesionales muy grandes que eliminan a muchos talentos jóvenes del frente del diseño.

–No sé si tiene un mensaje esperanzador para los arquitectos jóvenes.

–Somos diseñadores. Y en la construcción de este mundo contradictorio y muchas veces incomprensible, el papel de este diseño es crucial y será cada vez más necesario porque además de tener la energía y el impulso, tienen un conocimiento directo y sensible de las nuevas ecuaciones que defienden la calidad. y comodidad. Hasta hace poco la arquitectura tenía una idea de calidad basada en el material, el detalle, el acabado, la artesanía… y hoy aparece otra ecuación de calidad que tiene que ver con otros vínculos y la armonía con el espacio y el uso. Qué hacemos con ello. Los jóvenes tienen esta información de forma natural. Si quieren, harán arquitectura y tendrán oportunidades de hacer arquitectura de manera plena.

 
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