39 acuarelas de José María del Fraile en el Centro JM Luelmo – .

Por José María Arévalo

(San Pablo y Pimentel)

Del 16 al 30 de abril, José María del Fraile Galán expone, en la sala de exposiciones del Centro Cívico José María Luelmo, calle Armuña 3 (junto a Vallsur y la salida hacia Cañada Real), 39 acuarelas pintadas en sus salidas. al campo con compañeros de la Asociación de Acuarelistas de Castilla y León y en la sede de la Asociación, el aula que nos ha cedido el Ayuntamiento en el antiguo colegio público Conde Ansurez, cerca de Esgueva, en el barrio de España. Algunos también son estudios, en su casa.

Nuestro compañero Chema Fraile suele presentar sus acuarelas en una exposición individual cada dos años -aunque esta vez fue poco más de un año-, anteriormente en la sala Rafael de Miguel Iscar 11, que es la sala privada que quedó tras el cierre de las de las Cajas de Ahorros y la del Banco de Bilbao tras la caída económica acaecida durante la era Zapatero. Esta sala Rafael también la han cerrado, convertida en tienda de arte, por lo que ya no nos queda más que los centros cívicos para exponer, y allí presentamos cada año una colectiva de nuestra Asociación, y esto es lo que hicimos el pasado otoño precisamente en éste de Luelmo.

(En el Campo Grande)

Creo que esta es su novena exposición individual en Valladolid; Como los hemos ido comentando todos en estas páginas, me permitirá utilizar comentarios hechos en las anteriores, los suyos y los de otros autores, incluido el mío, algunos de ellos muy acertados.

Su última exposición individual fue los días 22 y 23 de Navidad, también en el José María Luelmo, y con similares criterios en cuanto a temáticas, la mayoría de nuestra ciudad. “Esta exposición –dijimos en la reseña que sobre ella publicamos en estas páginas– de José María del Fraile Galán en el Centro José Mª Luelmo, es también una explosión de color. Es sobre todo el color de Valladolid, pero en una interpretación más viva de lo que suelen expresar los pintores locales, de esa ciudad más gris de lo que realmente es, porque no tenemos mucha piedra dorada en nuestros monumentos –como Zamora y Salamanca. , Ávila o Segovia lo tienen-, o porque los recordamos con esa pátina oscura que le da la humedad y los muchos años, casi como un recuerdo en blanco y negro. Chema Fraile ha conseguido un color precioso, captando nuestras calles, muchas veces, en la estación más bonita del año, el otoño, y las siluetas de nuestro pueblo, que siempre camina por ellas, como ocurre en la realidad, bañado por esa luz tan especial, suave y dorado que le da esa época del año que refleja”.

(Iglesia Wamba)

La muestra actual

Efectivamente son los colores otoñales los que también más se utilizan en la nueva muestra, pero lo que más me ha sorprendido este año ha sido la luminosidad del conjunto. Se lo conté el día de la inauguración y me respondió que lo veía parecido al de hace un año en esta misma sala, que no recordaba hasta que vi el artículo en el que se lo dedicé. Pensando en cuál pudo haber sido la diferencia que tanto me sorprendió, en ese efecto de mayor luminosidad, he llegado a la conclusión de que ha sido la mayor simplificación en la elaboración de la mayoría de sus acuarelas, lo que las hace más luminosas. En efecto, salvando algunas excepciones –como la acuarela muy detallada de la catedral-, observo en la mayoría un extraordinario trabajo de síntesis, de menor detalle, que creo que da mayor luz al conjunto. No lo había notado estos meses atrás cuando pintamos juntos en la sede de la Asociación, probablemente porque allí bajábamos la luz para ver mejor la diapositiva que nos sirve de modelo. Entonces estoy muy contento con este cambio en sus acuarelas, porque el avance en la síntesis es sin duda un factor muy positivo. Siempre se ha dicho que los creativos avanzamos hacia una mayor abstracción, como se ve en los grandes, en Picasso, en Goya, en Velázquez. Y en acuarela la abstracción es más difícil. Lo comentábamos en nuestro artículo sobre la anterior exposición de Chema Fraile:

(Marina)

“En acuarela es mucho más difícil -he escrito en alguna ocasión- lograr viveza en la expresión del color, por eso se dice que la acuarela no es un medio adecuado para la pintura abstracta -aunque siempre habrá excepciones-. Pues bien, Chema Fraile ha conseguido esa viveza en el color, unas veces pintando el otoño, otras pintando el propio otoño, y otras imaginando las formas de árboles y arbustos, edificios y aceras, chimeneas y ventanas, riberas, colinas o valles, todos los motivos del asunto, bañados en los colores cálidos con los que suele vestirse el otoño, para nuestro deleite”.

“En anteriores exposiciones de acuarela –explica Chema en un folleto de otra exposición– me motivó captar el encanto y la nostalgia de nuestros pueblos castellanos, con sus centros históricos de pasado brillante que hoy han sido alterados por un urbanismo irrespetuoso”. En el actual de la sala Luelmo predominan los de temática vallisoletana, nada fácil ya que todos los aficionados a la acuarela y a la pintura en general, de esta tierra, los hemos tratado. De ahí el interés por su originalidad.

(El pinar de Antequera)

Una larga carrera

Lo que ya os he contado en otras ocasiones es que Chema Fraile practicó la acuarela durante muchos años en viajes al campo con alguien que compartía estudio de arquitecto con él, Emilio Tejeda, un gran acuarelista, del que he publicado un blog que podéis ver en https://emiliotejeda.blogspot.com.es/ con las obras de la exposición que se incluyeron en la exposición de noviembre de 2016 en la sala de exposiciones del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria un año después de su muerte. En aquellas salidas también les acompañaba en ocasiones otro gran acuarelista, mi maestro Paco Roldán, fundador y primer presidente de la Asociación de Acuarelistas de Castilla y León. Pero estas salidas fueron anteriores a su fundación en el año 2000, época en la que Chema Fraile y su compañero Tejeda se habían tomado un respiro de esta afición. Al jubilarse, Fraile lo retomó nuevamente y luego lo conocí, pues varios de sus compañeros acuarelistas salían a pintar al campo, y así finalmente lo llevé a nuestra Asociación de Acuarelistas, de la cual hoy es un pilar.

Ni que decir tiene que su preparación en el dibujo como arquitecto ha facilitado mucho su habilidad en esta dificilísima técnica de la acuarela –en una época en la que la asignatura de Formas se realizaba en las escuelas de arquitectura casi fundamentalmente con trabajos en acuarela–.

Precisamente en un artículo que escribí en este blog el 23/11/18 comentaba una exposición anterior suya, de ese mismo año, que realizó en el Colegio de Arquitectos de Valladolid, hasta el 13 de julio, «Pintura y dibujo. Herramientas del arquitecto y urbanista José Mª del Fraile”, en la sede del colegiado en la calle Santiago 9. Un artículo del director de la ETSAVa, Darío Álvarez, decía sobre ella que del Fraile “pertenece a una generación de arquitectos forjados en el dibujo, en el ejercicio continuado de la mano, a través de diferentes técnicas, en su caso, y especialmente en la acuarela. Podemos afirmar que Fraile ‘dibuja’ y ‘construye’ sus acuarelas”.

(La Catedral de Regalado)

Herramientas de arquitecto y urbanista.

“Acostumbrados como estamos –continuó Darío Álvarez– a acuarelas que se desvanecen, que se diluyen, que se vuelven manierismos casi transparentes sobre el papel, en la suya hay una fuerte carga matérica, que casi se puede tocar con la mano. Pincelada a pincelada construye cada cuadro, como si realmente se tratara de una obra de arquitectura, como una clara representación de la realidad construida. Sus acuarelas no captan un momento fugaz, congelan intencionadamente un paisaje, normalmente urbano, que se vuelve así atemporal, en su propia definición, rompiendo los moldes habituales de la técnica.

“Fraile construye -añadió, entre otras cosas- ese paisaje pintándolo, representando, de manera minuciosa e insólita en acuarela, todos y cada uno de los elementos que lo componen, incluso las figuras humanas o los automóviles que se desplazan. las calles. calles, que se convierten en objetos de una misma construcción. Fraile mira la ciudad y se detiene en sus edificios. ¿Qué más sino la arquitectura conforma la ciudad? Y se preocupa por representarlos tal como son, a través de una mirada totalmente objetiva, aunque no exenta de cierto lirismo, la mirada de un arquitecto “comme il faut”. No hay nada más en su manera de pensar, ver y pintar la realidad”.

(La cabaña de los jardineros en Campo Grande)

Por mi parte, comentaba sobre aquella exposición que “es precisamente en sus acuarelas de naturaleza y campo donde mejor se descubre su trabajo sobre las formas, la forma de cada árbol, de cada arbusto. Y en ellos se ven las “pinceladas” a las que alude Darío Álvarez, porque da volumen a las plantas con pinceladas específicas, casi secas, que explican las sombras, en lugar de hacerlas húmedas. Pero lo importante, en mi opinión, es que “construye”, como ocurre con los edificios, las formas de árboles y plantas, caminos o colinas, y también con una variedad de colores –que no son tan fáciles para los edificios, como el gris. o el ocre –lo que le permite seguir el consejo de su hija–, ya que ella, también pintora, le insistió hace un tiempo –según me cuenta– para aplicar más variedad y fuerza con el color. Y el uso del color permite delimitar formas con él en lugar de dibujar expresamente los contornos. Lo hace también en el paisaje urbano, pero se nota menos”.

“Creo que el resultado”, concluye, “es el de construcciones pictóricas bastante geométricas, como quería Cézanne, exactas, pero sin detalle alguno, formas puras que hilvan con un gusto exquisito por el equilibrio y la composición del cuadro. Quizás un poco estático, que sólo se evita soltando la mano –lo que en acuarela normalmente equivale a trabajar mojado–, cosa que Chema no busca, como tampoco lo hacía el gran Cézanne”. Bueno, esta fue mi opinión.

Mayor síntesis

Veo ahora, respecto a la mayor síntesis que aprecio en la actual exposición, que Chema Fraile ya la buscaba hace años, como él mismo escribió en el folleto de mano que facilitó la exposición en la sala Rafael en diciembre de 2018: “En este exposición presento diversos paisajes simbólicos y emocionales de Valladolid, pueblos de su provincia y alrededores, que además de ser representativos de cada lugar, me han motivado por el encanto de sus luces y atmósferas en las diferentes estaciones. Pretendo escapar lo más posible del exceso descriptivo del dibujo, en un ‘viaje progresivo’ hacia la síntesis y esencia de formas y composiciones, pero sin deshilacharlas ni perder jamás su estructura y orden”.

(El estanque de Campo Grande)

En aquel folleto de la exposición de la sala Rafael también se incluía un texto de Francisco de la Plaza Santiago, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, que decía: “José María del Fraile busca la luz que se cuela en las paredes viejas , los reflejos en el agua, las masas arbóreas de color inestable. Sus composiciones siguen un dictado tan exigente que cambia sombras, escalas o puntos de vista para lograr una armonía que puede pasar desapercibida por su discreción, pero que el espectador percibe como el agradable equilibrio de un poema o una pieza musical ante la cámara” .

Y agregué en mi artículo de estas mismas páginas: “Me gusta esa idea de cómo el pintor cambia la realidad, la modifica al interpretarla, para lograr armonía y equilibrio. He visto hacerlo a Chema, pintando juntos un mismo tema del natural, muchas veces, incluso le he comentado en broma -me dejo dominar mucho, demasiado- por la realidad, que él lo ha inventado todo. No pocas veces la modificación se debe a que aplica soluciones que ha demostrado ser efectivas, para pintar una sombra, un árbol y sobre todo los edificios, con soluciones de perspectiva y síntesis muy propias del oficio de arquitecto que ejerció durante tantos años.

Me maravillan, por ejemplo, las líneas sencillas y los difíciles escorzos con los que describe las torres de las iglesias, que para los profanos en la materia resultan más difíciles de lo normal a la hora de describir el paisaje urbano. Pero, sobre todo, lo hace delimitando no con líneas –como es propio de los dibujos y bolígrafos– sino con el color. Y esto con una variedad que confiere a la exposición un aspecto extremadamente luminoso y colorido”.

Esa luminosidad, en esta nueva exposición, ciertamente se acentúa. Un éxito, una preciosidad de exposición. Felicitaciones Chema.

 
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