“Adorable puente, gracias por venir” – .

En el cruce de la Av. Córdoba y Juan B Justo, Ciudad Autónoma de Buenos Aireshubo un puente que cruzó el AV. Juan B Justo sobre Córdoba y las vías del tren. Era un puente horrible, con barandillas bajas que suponían cierto riesgo e invitaban a apretar el acelerador y donde hubo -a lo largo de los años- innumerables accidentes y multas interminables.

Cuando conducías por la Av. Córdoba y antes de pasar por debajo se podía ver el lateral del puente de la mano de Juan B. Justo dirigiéndose hacia el río. Era común quedarse atrapado un rato en ese cruce, a consecuencia del paso del tren por la Avenida Córdoba.

Cuando conducías por la Av. Córdoba y antes de pasar por debajo se podía ver el costado del puente Juan B. Justo en dirección al río.

Perdimos años esperando que se levantara esa barrera para continuar nuestro viaje.

Al costado del puente era común encontrar mensajes dirigidos a transeúntes y automovilistas que esperaban que se abriera la barrera. Mensajes pintados con letras blancas sobre papel negro pegados en la barandilla, con frases crípticas o no tan crípticas que siempre invitaban a la reflexión de quienes pasamos por allí. Algunas que recuerdo son “¿Quieres tener razón o ser feliz?”, “Nos mudamos al Patio Bullrich”, “Necesitamos niños”, “Gracias por venir”, entre otras.

Cambiaban cada cierto tiempo, siendo periódicos pero sin respetar plazos preestablecidos. Podían pasar semanas o incluso meses sin que esta frase cambiara, pero siempre -tarde o temprano- aparecía una nueva respetando las letras blancas sobre fondo negro.

A pesar de ser un lugar donde abundaba el hollín y el smog y estar rodeado de viejas casas y conventillos destruidos por la humedad de las eternas crecidas del arroyo Maldonado que corre debajo, conducir por allí para descubrir el nuevo mensaje de nuestro poeta urbano tenía su encanto.

Era común quedarse atrapado un rato en ese cruce, a consecuencia del paso del tren por la Avenida Córdoba.

Pasaron los años en los que nuestro amigo poeta siguió dejándonos sus frases

Como suele ocurrir con los finales, nadie sabe cuándo sucede algo por última vez. Simplemente sucede recurrentemente hasta que un día ya no sucede más. No hubo final anunciado ni aviso previo, no hubo luz amarilla ni balizas que anticiparan la maniobra. Sólo hubo un mensaje que –sin que nosotros lo supiéramos– sería el último.

Siguieron algunos imitadores de poca monta, copiando el lugar y la fórmula. Quienes éramos observadores y fieles seguidores de sus mensajes notamos fácilmente la burda copia de estos nuevos, sólo oportunistas de la poesía urbana buscando sus 5 minutos de fama.

Llegó el día en que anunciaron que puente iba a dejar de existir – finalmente. Lo que subiría sería el tren, liberando a la zona de los atascos y esos eternos retrasos.

Para nosotros, los seguidores del poeta urbano, era confuso: el único interés genuino en ese puente Había desaparecido años atrás, dejándonos un último mensaje que podría anticipar el final para el buen ojo del lector.

Un mensaje críptico, único, bello y final que decía: “No llores por mí, crece”.

Nico da Rocha.

* Nico da Rocha, artista plástico.
Instagram: @nicodarocha

 
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