Guggenheim Urdaibai: los pájaros de la felicidad y el museo de la discordia

Guggenheim Urdaibai: los pájaros de la felicidad y el museo de la discordia
Guggenheim Urdaibai: los pájaros de la felicidad y el museo de la discordia

El dinero, como es sabido, no necesariamente trae felicidad. Esto puede tener más que ver con otros factores. Por ejemplo, según un estudio publicado en 2020 en la revista economía ecológica, con la cantidad de especies diferentes de aves con las que se topa una persona en su vida diaria. Los investigadores estudiaron, en más de 26.000 adultos de 26 países europeos, la conexión entre la diversidad de especies de su entorno y la satisfacción con la vida. Lo cruzaron con los datos socioeconómicos de los encuestados y llegaron a la conclusión de que la diversidad de aves era tan importante para su felicidad como sus ingresos económicos. “Los europeos están especialmente satisfechos con su vida si su entorno inmediato alberga una gran diversidad de especies”, resume el alemán Joel Methorst, autor principal de un estudio que no pasó desapercibido para los trabajadores del Centro de Aves de Urdaibai, en la región vizcaína de Busturialdea. . No tardaron en proclamar que Gautegiz Arteaga, el pequeño pueblo que alberga este centro de observación de aves al borde de una marisma, bien podría ser el pueblo más feliz de Euskadi.

Lo cierto es que caminar un soleado día de abril por estos senderos entre robles, acompañado del canto de algunas de las 150 especies de aves que visitan la zona, puede resultar muy parecido a la felicidad. Eso sí, no todo es canto de pájaros en este precioso enclave de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, el único que merece esta protección de la UNESCO en el País Vasco. La sequía obligó el año pasado a imponer restricciones a los 16 municipios de la zona y, en 2022, a traer agua en barco desde Bilbao. Falta saneamiento, conectividad e infraestructura sanitaria. La región pierde población. La alguna vez boyante actividad industrial se ha ido desvaneciendo. “En Bizkaia no tenemos comarcas subdesarrolladas”, afirman fuentes de la Diputación Foral, “pero sí tenemos algunas, como ésta, que necesitan un cariño especial”.

Para dotarlo de un futuro sostenible o terminar de destruirlo, según quién cuente, se plantea un proyecto para el enclave: el Museo Guggenheim Urdaibai. Impulsada por la Diputación Foral de Bizkaia (en manos del PNV), que conforma el patronato del museo de Bilbao junto con el Gobierno Vasco y la Fundación Solomon R. Guggenheim, su historia es un culebrón político que, si bien la colocación del primer ladrillo, ha estado sobre la mesa durante tres décadas y ahora ha colocado a esta región en el mapa del debate electoral.

Lo interesante es que el proyecto no es aparentemente un cuartel, como algunos que amenazan distintos puntos de la costa española. No se trata de un complejo de casinos, ni de una industria pesada, ni de un plan de turismo masivo de sol y playa. El debate que plantea es más sofisticado: cómo deberían relacionarse las sociedades con el espacio natural. Cómo debemos interactuar los seres humanos con esos pájaros de la felicidad de Gautegiz Arteaga.

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El Guggenheim Urdaibai es, según el programa electoral del PNV, “un modelo de integración innovador que combinará producción artística, ecología, tecnología, conectividad social e investigación”. O, según Eider Gotxi, desde la plataforma Guggenheim Urdaibai Stop, “un proyecto que no se basa en las muchas necesidades de la región, sino en las del museo americano”.

La idea nació en 2009, una vez que se daba por consolidado el modelo Guggenheim Bilbao. La junta plantea entonces la posibilidad de una ampliación del museo que cumpla “tres parámetros”, explican fuentes de la Diputación: que la nueva sede sea “diferente a la de Bilbao y a la vez complementaria”; que tiene a Bizkaia como “encuentro de experiencias culturales”, extendiendo el “efecto Bilbao” a otras regiones, y que va más allá de lo cultural y genera relaciones con “otros ámbitos de excelencia de Euskadi, como la innovación y el medio ambiente”. La crisis económica paralizó el proyecto, que no se retomó realmente hasta 2018. Entonces primero se consideró otra ubicación y finalmente se fijó el lugar donde ahora se trabaja, el paisaje más protegido de la región.

Para los críticos, se trata de un proyecto que el marco legal de una reserva de biosfera hace inviable. Desde la Diputación, sin embargo, se refieren a la UNESCO, que define estos entornos como “lugares donde se intenta aplicar enfoques interdisciplinares que permitan comprender y gestionar los cambios e interacciones que se producen entre los sistemas sociales y ecológicos”. Los defensores se basan en el precedente del Guggenheim Bilbao, cuyo éxito como elemento transformador de la ciudad no lo niegan hoy las numerosas críticas que alguna vez tuvo. Los detractores señalan el caos que trajeron a esta misma tranquila región las hordas de turistas que llegaron atraídos por el reclamo de Game of Thrones a San Juan de Gaztelugatxe (Dragonstone en la popular serie de HBO). El debate se mueve entre un extremo y el otro. Y como todavía no hay un proyecto visible, el grado de conocimiento de los detalles por parte de los ciudadanos es, cuanto menos, escaso.

Lo que sí se sabe es que será un museo con dos sedes, unidas por un camino peatonal y ciclista que aprovecha un camino existente. Una sede estará en Gernika, en la fábrica de cuchillería Dalia, actualmente cerrada. Allí se construirá el edificio para recibir a los visitantes y se desarrollará la rama de investigación y experimentación. Albergará laboratorios y talleres, así como un programa de residencia de un año de duración para artistas e investigadores. También habrá un restaurante. La otra sede ocupará los astilleros de Murueta, aún operativos, y se destinará a la zona expositiva. “No será sólo un edificio con obras de arte”, afirman fuentes de la Diputación, “sino una experiencia contemplativa integrada con la naturaleza, de arte que reflexiona sobre el entorno”. En el recorrido de seis kilómetros que conecta las dos sedes se propone “una intervención artística no invasiva”. Se puede recorrer a pie, en bicicleta o en tren, gracias a una ruta ya existente.

El proyecto contempla un aforo limitado de visitantes para reducir el impacto en la naturaleza y garantizar, según la Diputación, “una experiencia inmersiva y relajante”. El museo calcula que el límite rondará los 140.000 visitantes anuales, una décima parte de los que recibía el Guggenhein Bilbao, una quinta parte de los que recibía San Juan de Gaztelugatxe antes de restringir el acceso y el doble de los que visitan la Casa de Juntas de Gernika. En cuanto a la inversión, aunque todavía no existe ningún proyecto arquitectónico, el presupuesto elaborado por una consultora de ingeniería estima unos costes de construcción de 127 millones de euros. Son 40 millones los aportados ya por el Ministerio de Transición Ecológica para desarrollar actividades relacionadas con el medio ambiente, y la Diputación asegura que tiene reservados otros 40 millones.

A partir de ahí, las incógnitas son numerosas, tantas que no hay ni siquiera una fecha aproximada de estreno en el horizonte. Hay que recalificar suelos, modificar los planes urbanísticos de tres municipios, adquirir los astilleros de Murueta, descontaminar suelos y acuíferos… Y algo muy importante: esperar a que la Audiencia Nacional resuelva un recurso interpuesto por dos plataformas opuestas al proyecto contra la orden ministerial que reduce de 100 a 20 metros la servidumbre de protección del tramo de costa de los astilleros. Sin esta reducción, el proyecto sería inviable.

La ría de Urdaibai, catalogada por la UNESCO como reserva de la biosfera.Fernando Domingo Aldama

Todas estas incógnitas son las que provocaron, sostiene el PNV, que el lehendakari saliente, Iñigo Urkullu, hablara hace unas semanas de la necesidad de abrir “un tiempo de reflexión” de dos años. Un gesto sorprendente -al contrario de lo que defiende el candidato de su partido, Imanol Pradales, que quiere poner en marcha ya el proyecto-, tras el cual muchos vieron signos de desacuerdo interno en el partido. Todo ello se suma a una mala comunicación del plan, a la que aluden los demás partidos para justificar su falta de apoyo explícito.

“Hemos pedido aclaración del proyecto, que actualmente falta”, explica Begoña Gil, secretaria de Política Institucional del PSE y vicepresidenta de las Juntas Generales de Bizkaia. “Lo que nos parece más necesario a los socialistas es poner en marcha un plan integral de regeneración de una zona que necesita mucho más que un Guggenheim. Si el museo encaja en ese plan, entonces adelante. Pero es el museo el que debe encajar en la zona, y no la zona en el museo. Los vecinos se quejan, con razón, de que se confía todo a un proyecto que lleva 15 años paralizado. “El futuro de la región no puede paralizarse por eso”.

Idurre Bideguren, senadora de EH Bildu y exalcaldesa de Bermeo, la localidad más poblada de Busturialdea, coincide en que todavía quedan “muchas preguntas por responder”. “Queremos abordar los cambios demográficos y el modelo productivo, retos de futuro, con un proyecto de hace 15 años”, lamenta. “Quieren hacerlo en el corazón de la reserva de la biosfera, que no es un lugar cualquiera y para nosotros no es adecuado. EH Bildu tiene claro que el desarrollo de esta región no puede basarse únicamente en el turismo, porque conocemos las consecuencias. Y luego está cómo se hizo, sin contar con la gente de la región. Entonces, en principio, no”.

Los habitantes de las marismas parecen vivir ajenos a las posturas enconadas de defensores y detractores. Hace unas semanas incluso se vio a cisnes comportándose de forma algo inusual en la zona de agua dulce. “Parecían imitarse y nadaban muy cerca, se cortejaban”, explican desde el Centro de Aves de Urdaibai. “Seguimos observándolos y de repente comenzaron a aparearse, una vista hermosa”. Cortejo y apareamiento, o campaña electoral. Quizás los científicos alemanes tengan razón y los pájaros ofrezcan el secreto de la felicidad.

 
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