Constelaciones modernas y contemporáneas brillan en la galaxia de San Telmo

Constelaciones modernas y contemporáneas brillan en la galaxia de San Telmo
Constelaciones modernas y contemporáneas brillan en la galaxia de San Telmo

Nueva propuesta para la sala de arte moderno y contemporáneo en San TelmoIker Azurmendi

quince

A friso de José Luis Zumeta. coronó desde el pasado viernes el mostrador de atención al público de San Telmo. Esta es una de las muchas obras que se han escapado de los cines. arte vasco contemporáneo y que han “colonizado” diferentes rincones del museo donostiarra como la citada sala, la planta baja de la torre y el ala enfocada a la industria del País Vasco, para que el arte “conviva” con otros objetos que no artístico. El centro que dirige Susana Soto presenta un proyecto renovado, tanto en forma como en fondo, para la citada sala, en el que diferentes “constelaciones” de arte moderno y contemporáneo Harán brillar esa galaxia llamada San Telmo.

El curador y crítico de arte. Peio Aguirre (Elorrio, 1972) ha sido el encargado de la propuesta curatorial de este espacio que ha rebautizado como 100 años. Lo moderno y/o lo contemporáneo. De hecho, la idea de los responsables del centro es que esta zona cambiar cada dos o tres añoscada vez confiando a un experto diferente una propuesta que ponga en valor los fondos del museo, así como sus nuevas adquisiciones.

Aguirre acepta realizar una visita NOTICIAS DE GIPUZKOA privilegiadas para desentrañar las claves de su mapa hacia las estrellas. El primer cambio llega con la franja horaria que acoge la sala. Antiguamente se partía de obras clasicistas de principios del siglo XX, como algunos cuadros de Ignacio Zuloaga, pero el vizcaíno quería que las décadas avanzaran y que lo moderno y/o lo contemporáneo comenzaran con un aire de primera. vanguardias. Así, la exposición presenta obras que combinan lo moderno y lo contemporáneo que vino con el cambio de paradigma de los años 1960. “Ahora se le puede llamar sala de estar. “arte vasco moderno-contemporáneo”bromea.

El trabajo de pared de plástico Destaca en número sobre la escultura o la videocreación, aunque lo más importante es el “diálogo” entre las piezas, sin “barroqueísmo”, pero garantizando una buena “cantidad” de obras.

Un viaje artístico

Además de difundir obras fotográficas de Asier Mendizabal y esculturas de Miren Arenzana por puntos estratégicos del edificio, la decisión más importante en cuanto a la forma que ha tomado Agirre es abrir grandes espacios en la sala, desplazando las paredes hacia los laterales y rompiendo con la disposición museológica anterior, “lineal, cronológica y muy centrada en contenido.” Tras esta reforma “integral”, si os situáis en cualquiera de los extremos de la sala podréis haceros una idea de lo que tenía pensado el comisario: “Un espacio diáfano, diáfano, diáfano donde se ubican las obras, sobre todo , ellos son los protagonistas”. Unos muros exentos, además, consiguen crear un recorrido que hará que el visitante venga, venga y regrese para admirar el brillo de las “constelaciones”, esos “objetos autónomos –las piezas- que se conectan entre sí”.

La exposición se abre con un primer conjunto de pinturas que hablan de la “subjetividad”. Y qué es más subjetivo que el Yo. Un autorretrato “oscuro y singular” de Mari Paz Jiménez de 1942, del que destacan las fantasmagorías, charla con la pintura en técnica mixta La tregua, de Idoia Montón de 2017, una interpretación de La rendición de Breda, de Velázquez. También conversa con el Retrato con Conejo de María Josefa Careaga y con el cuadro más antiguo expuesto en la sala, un retrato “ingenuo y kitch” de Asun Lasarte pintado por Antonio Guezala en 1920.

El comisario Peio Aguirre explica el apartado dedicado a las “subjetividades”.

Retratos y subjetividades dan lugar a paisajes más tradicionales. Algunas son conocidas, como la de Los remeros de Aurelio Arteta, y otras más desconocidas, como la de la mujer leyendo frente a un fondo rural, obra del mismo autor. De ellos emergen huellas geométricas y protocubistas.

Las acuarelas sobre papel del caricaturista Eduardo Lagarde, por su parte, invitan a imaginar la Belle Époque y las fiestas en el antiguo casino y en La Perla. Junto a estos, un lienzo de gran formato de lo que fueron las Bellas Artes, al estilo pop de Roy Lichtenstein. Se trata de “un guiño” a la vida social de principios del siglo pasado “desde lo contemporáneo” pintado por Edu López, donostiarra afincado en Bilbao conocido por sus series en las que incluye al personaje de Tintín en escenas cercanas como la tumbarrada o visitar el Peine del Viento.

Una Celaya inusual

Al lado, un cuadro que puede resultar inusual. A autorretrato de Gabriel Celaya, que se enmarca en la nueva objetividad alemana y que pintó durante sus estudios en Madrid, influido por contemporáneos como Lorca o Dalí. Se trata de una obra “importante”, explica Aguirre, donada por la Diputación -el 70% de lo expuesto procede de la colección propia del museo y el resto de Kutxa Fundazioa y de la entidad comarcal-. El cuadro del poeta se exhibe junto a dos obras “inéditas” del Pintor expresionista Juan Luis Goenaga. Precisamente, se trata de collages de fotografías, elementos de land-art y caligrafía en homenaje a Celaya que tienen como punto de partida una excursión con amigos a Ernio.

Los cuadros de los amigos Narkis Balentziaga y Nicolás Lekuona, y un busto de Oteiza anteriores a su período latinoamericano, preceden a dos paisajes neocubistas, uno de Passia industrial pero corista con chimeneas que escupen humo de José Gracenea y otra segoviana, de Gonzálo Chillida. Aquí comienza la sección dedicada a la industria y su posterior crisis.

Y aquí es donde se encuentra “otra de las joyas de la exposición”. Una constelación de seis obras gráficas de Agustín Ibarrola con paisajes de Euskadi, en concreto, de Basauri, muy reconocibles en el estilo del autor, que evocan sus esculturas en hierro. Representa una adquisición reciente del museo: “es un artista que no podía faltar en una colección de calidad en Euskadi”. En la misma pared se expone la obra de Raúl Urrutikoetxea, artista fallecido que comparte generación con Ramón Amondarain o Sander Garmendia. Algunos dibujos en grafito de Urrutikoetxea imaginan elementos industriales ficticios que recuerdan a silos o fábricas.

El grupo Gaur, en el centro

El “corazón” de la vanguardia de mediados del siglo pasado se sitúa, precisamente, en el centro de la sala, en el epicentro de la galaxia. Es en este lugar donde el comisario ha agrupado las obras de los miembros del Grupo Gaur, acompañados de algunos de sus “satélites” u otros artistas directamente influenciados por ellos. Una pintura de gran formato de Eduardo Chillida, gana volumen gracias al pequeño alabastro que se ha instalado junto a él. Cerca destaca una escultura de madera muy horizontal de Remigio Mendiburu.

Dos pequeñas esculturas de Jorge Oteiza En la exploración del vacío se rodean de cuadros de Ruíz Balerdi y otros de Nestor Basterretxea cargados de historia. No en vano, fueron expuestas en la Galería Barandiarán en la exposición fundacional de Gaur. El curador de esta exposición es uno de los coorganizadores de la muestra que Bellas Artes ha dedicado a la muebles de arte de Basterretxea y dice que San Telmo ha adquirido una obra de mármol con plomo incrustado que actualmente se expone al otro lado de la A-8.

Una obra sobre papel con grandes gestos de José Antonio Sistiaga Realizado en París en 1960, un cuadro “psicodélico” y “singular” con cierta figuración de José Luis Zumeta cuelga junto a otra de las estrellas más brillantes de la exposición: un “bellísimo” óleo sobre lienzo con delicadas pinceladas azules y negras de Amable. Arias que sirve como imagen principal en los folletos.

La constelación de Gaur se completa con soles de artistas de vanguardia posteriores como Rosa Valverde, Darío Villalba o Marta Cárdenas y su autorretrato sin cabeza en el que encuadra el vacío y que busca jugar con una videocreación de Esther Ferrer en el que sólo se ve eso, la cabeza.

De los años 80

La sala moderno-contemporáneo se cierra con una mirada telescópica centrada en los años 80 y la reivindicación de la artista femenina. Elena Asins y su disección geométrica de un copo de nieve; El primer corto de animación de Isabel Herguera, España te quiere; una videocreación de Itziar Ocariz en la que dialoga con una armadura que no le responde; una fotografía de Txomin Badiola, que sirve para pensar la Nueva Escultura Vasca; y un vídeo rodado en la Bienal de Taipei por Iñaki Garmendia a partir del Kolpez kolpe de Kortatu que representa la constelación de subculturas, junto con piezas recientemente incorporadas a las colecciones del museo por artistas más jóvenes como June Crespo y Oier Iruretagoiena, dicen adiós a un visitante que no Necesitamos viajar años luz para encontrar las estrellas. Sólo tiene que ir a San Telmo.

 
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